Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 1,12-15 (ciclo B): «Todos pasamos períodos de duda y de prueba en el desierto».

El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».

«Todos pasamos períodos de duda y de prueba en el desierto»

El Reino de Dios está cerca y el tiempo está cumplido: nunca separemos las cosas; se está preparando el drama final, la Pascua.

Pero la Pascua, la redención, la salvación, el sacrificio único de Cristo -este verdadero Dios y verdadero hombre, que cargó sobre sus espaldas el pecado del mundo- que viene a disolver el pecado y a liberarnos de la muerte eterna ofreciendo su vida por nosotros, y que a veces nosotros no nos damos cuenta de tanto amor que Dios nos tiene; y todavía jugamos pidiéndole «pruebas», «signos», pero no serán dados otros signos más que éste: Él murió por ti, por mí y por todos nosotros, y en la cruz nos compró y nos salvó.

El tema de la conversión y de creer en el Evangelio, tiene que estar muy unido y mirando el misterio de la Pascua; y desde esta ofrenda, desde este sacrificio de Cristo, debemos darnos cuenta que nosotros tenemos que modificar nuestra vida: renovarnos, transformarnos, orientarnos de nuevo, retomar las cosas, tomar definiciones y decisiones.

Esto es importante porque no debemos conformarnos con pequeñas cosas externas, que podrán ser una expresión pero que no es la realidad. No comer carne, hacer una penitencia, tienen que estar sostenidos por el espíritu.

En el texto vemos que Cristo es llevado al desierto, lugar de desencuentro, de lucha, de combate. Cada uno de nosotros pasa por un desierto, por un combate, por un desencuentro, en su vida existencial, en sus vínculos con los demás, en el trato para con Dios, en su relación con la Iglesia, en su relación política con la sociedad.

Todos nosotros pasamos períodos de duda y de prueba en el desierto, pero es allí donde el Señor aparece, está presente. El Señor se permite, y permite, ser tentado menos en el pecado para que, de alguna manera, uno no sucumba ante la adversidad. Uno sabe que hay que pasar por la adversidad; pensemos en los jóvenes, pensemos en los adultos, pensemos en los enfermos, pensemos en aquellos que no tienen posibilidad de esperanza, pensemos  en los ancianos, pensemos en aquellos que no tienen palabras ni motivos para seguir viviendo.

Mirando a la Pascua, es importante convertirse y  creer en el Evangelio. Dios irrumpe en nuestra vida produciendo un cambio, y no sólo tenemos que renunciar sino que tenemos que dar una orientación nueva a nuestra propia vida, revistiéndonos de los mismos sentimientos del Evangelio. Pero si no nos revestimos de Cristo, no vamos a vivir una buena Cuaresma.

Habría, por así decir, como dos tentaciones. La primera, que uno se sienta bueno y por ello no asumir la fatiga del cambio para no elegir lo que más empeño produce: total todo es relativo, todo es más o menos, no nos compliquemos la vida, sigamos igual. Y la otra es quedarse y construir un mundo de ilusiones, quedarse en su mundo, idílico, hedonista, artificial, lleno de cosas de consumo, superficial; un mundo que ha eliminado el misterio de Dios en uno y el misterio de uno en Dios. ¡Es una tentación terrible! No pensar, no tomar decisiones, no producir un cambio, no educarse, no esforzarse, no vivir la vida en serio; entonces ¿qué queremos?, ¡así nos va y nos irá peor!

Es importante saber que la vida tiene distintas notas y la clave de nuestra vida es Cristo; cuando uno vive en Cristo, lo definitivo, va definiendo todo lo demás; pero hay gente que no se encontró con lo definitivo y por eso anda a la deriva

En esta Cuaresma, pidamos al Señor la fuerza y la luz para encontrarlo, y encontrándolo nos podamos convertir y creer en el Evangelio.

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