Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 1, 1-8 (ciclo B): «Adviento: prepararnos para vivir en el Amor de Jesucristo».

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».

Adviento: prepararnos para vivir en el Amor de Jesucristo
Estamos hablando de la venida del Mesías, del Enviado, del Ungido, de Jesucristo. Esto es único e inédito porque la Iglesia, en la liturgia, vuelve a repetir el misterio: el Verbo de Dios se hace carne y entra en el tiempo y en el mundo. La Palabra eterna de Dios que une la humanidad y la divinidad.

Este Jesucristo no necesita de consejeros, provenientes de los sabios del mundo. Él lleva en sí mismo la sabiduría y el consejo de Dios. En la debilidad, como niño, Él es el Dios fuerte, y nos muestra así -frente a los presuntuosos del mundo- la fortaleza propia de Dios.

En este misterio de lo divino y lo humano, Dios no se inclinó, no se asomó, no miró hacia abajo, sino que ha descendido realmente y ha entrado en el mundo. De esto no hay que acostumbrarse, más bien hay que admirarlo, hay que darse cuenta, hay que agradecerlo: el Señor descendió y plantó su morada en medio de la humanidad, haciéndose uno de nosotros para atraernos a todos hacia Él.

Este Niño ha encendido en los hombres la luz de la bondad y les ha dado la fuerza de resistir a la ironía del poder. Él une al hombre y a Dios de tal modo para que Dios sea todo en todos. Con esta presencia de Cristo hay una verdadera hermandad; por eso decimos que somos una misma familia, la Familia de Dios.

Él viene, Juan el Bautista lo anuncia, hacia Él vamos, nosotros lo reconocemos y tenemos que darnos cuenta la presencia de Jesucristo, del Verbo, que viene a darnos de nuevo la fuerza, a hacernos sus hermanos y, sobre todo, viene a darnos el don de la paz, para vivir en paz. Pero no se podrá acceder a esta paz, si no se vive en el amor.

El Adviento nos prepara para vivir en el amor de Jesucristo. Y teniendo el amor de Jesucristo, uno alcanzará la paz. Es mi deseo que nos preparemos bien en este Adviento para poder encontrarnos con el Señor, que no se inclinó hacia nosotros sino que descendió y se encarnó.

noticias relacionadas