Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio Evangelio según San Mateo 28,16-20 (ciclo A): ¡El Señor está presente siempre!.

«Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.

Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: ‘Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo’»

¡El Señor está presente siempre!
El aspecto de la ascensión es parte del Misterio Pascual, que se trata de la crucifixión de Cristo, la muerte, la resurrección y el ascenso al Padre. El próximo domingo la Liturgia nos hace celebrar la Fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. El hecho predominante es la resurrección de Cristo.

Cristo fue enviado por el Padre y cumplió con lo que el Padre le pidió: el sacrificio definitivo, redimirnos en la cruz, poner sobre sus espaldas el pecado de todo el mundo; Cristo nos redime en la cruz y, ya resucitado, subirá al Padre. Y antes de partir definitivamente, dice dos afirmaciones muy claras: la primera, que recibió todo poder en el cielo y en la tierra y envía a los discípulos a bautizar -y hacer discípulos para el Reino- «en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» Bautizar, ser enviados y sobre todo a enseñar -que es transmitir y comunicar la doctrina, «y enseñarles a cumplir todo lo que yo les he mandado.» Cristo, antes de ascender al Padre, envía a los discípulos; y en ellos nos envía a nosotros a anunciar y predicar.

La segunda afirmación, también muy importante, es «yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» La presencia de Cristo será invisible pero no menos real. ¡Es real! Pero es invisible. Él estará como resucitado, como redentor, como salvador, como Mesías, como Cristo Glorioso, ¡presente en nosotros todos los días de nuestra vida!

De esto no nos podemos olvidar jamás, porque no es un dato secundario, o de menos importancia, ¡es fundamental!; ¡el Señor está! Y por esta razón tiene que resonar en nuestros oídos, en nuestro corazón y en nuestra alma, esta otra afirmación: «¡no teman, Yo estoy con ustedes!»

No hay que tener miedo. No tenemos que tener miedo. El Señor está presente, está en nosotros, está con nosotros y al lado de nosotros. ¡Eso es muy importante! El anuncio, la predicación y su presencia siempre, porque somos bautizados y confirmados.

Finalmente el tema de la comunicación. Benedicto XVI dice algo muy importante: así como hubo una revolución industrial donde lo manual pasa a las grandes industrias, -que es un cambio sideral, notable y que repercute en toda la sociedad, en esta época de la era digital también se da un cambio tremendo, porque el mundo de la comunicación, de la información, de lo instantáneo, está presente.

Esto es muy bueno, no es malo, pero el Papa advierte algo a considerar: primero la comunicación, como Internet, o lo digital, o lo virtual, es bueno que se comunique, se informe y se participe, pero saber que lo virtual jamás reemplazará la presencia real del vínculo y en el trato entre las personas.

Una cosa es la imagen y otra la realidad. Y la realidad es más importante que la imagen, por más expansiva que sea. La realidad es fundamental y nosotros la subrayamos.

Luego, la presencia de lo que se obra, lo que se muestra, lo que se hace público, tiene que estar en conexión con lo que es el ser, con la persona misma. No puede haber dicotomía, no puede haber esquizofrenia, ni división entre imagen y realidad. Y esto también hay que tenerlo en cuenta.

Mis bendiciones para todos los comunicadores, a quienes el Papa nos anime en este tiempo especial donde vivimos un cambio de cultura, pero que el mundo -de esta era digital- también tiene que estar presente el Señor en lo humano; y en lo humano la presencia del Señor.

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