Por qué vamos a la interna

Escribe: Juan Manuel Casella.

El radicalismo nació para ampliar los derechos del pueblo. Esa es su función política. Concibe la democracia como la forma de organización institucional que mejor defiende esos derechos y la Constitución como el marco jurídico que regula su acción pública cada vez que, siempre por decisión popular, llega al poder. La libertad y la igualdad son los valores centrales que fundamentan su doctrina. La ética de la solidaridad es la base conceptual de su propuesta social. 

Sus dirigentes no roban ni favorecen intereses privados. Sus presidentes salen del gobierno más pobres de lo que entraron. Su honestidad es aún más profunda: no mienten, no engañan ni manipulan, no incurren en groseros actos de demagogia. Y asumen su responsabilidad en cualquier instancia, sin invocar persecuciones ni buscar impunidades que nunca necesitaron y descartan por inmorales. 

Ese es el núcleo ideológico y ético de la identidad radical. Nace del respeto por todas las personas, del conocimiento de sus legítimos intereses y de la definitiva decisión de defenderlos. Nuestra propuesta consiste en preservarlo y profundizarlo, agregándole contenidos que actualicen su pensamiento y su capacidad de acción, defiendan su autonomía de decisión y ratifiquen su permanente compromiso con la causa popular.

Todos sabemos que el campo económico social muestra síntomas alarmantes de inequidad. Dejamos de crecer en 2011 y hace dos años entramos en recesión. Un deterioro productivo de esa magnitud desequilibró nuestra sociedad. La evolución tecnológica y productiva del sector agroalimentario no alcanzó para compensar ese deterioro.

El enorme salto cualitativo que en los 80 significó terminar con la tutela militar no se extendió a la economía y a esta altura, las tensiones sociales ponen en riesgo la convivencia. La pandemia multiplica las necesidades y las injusticias.

El fracaso de quienes gobernaron en nombre de la coalición electoral que integramos –nunca coalición de gobierno- terminó devolviéndole el poder al populismo autoritario y corrupto.

Ahora, la presión que ejercen los que además de ir siempre por todo hoy buscan asegurar su impunidad, paraliza incluso al gobierno que integran, imponiéndole una agenda desconectada de las urgencias que nos afectan.

Ese comportamiento nos obliga a ejercer una oposición que alcance una fuerte representatividad social para impedir los desbordes y proponer políticas públicas que conduzcan al crecimiento distribuido con justicia.

Si el espacio que compartimos sigue funcionando como hasta ahora, este objetivo será inalcanzable, porque se repetirá el fracaso. El camino pasa por impulsar una nueva integración, una nueva conducción, un método claro y abierto de toma de decisiones y la elaboración de un programa de políticas públicas de signo progresista. El protagonismo conceptual y moral de la UCR con su impronta ideológica, debe ser el factor básico de esa transformación.

A lo largo del trayecto iniciado en diciembre de 2015, el radicalismo perdió identidad, autonomía y representatividad. Ningún partido mantiene vigencia si interrumpe su diálogo con el pueblo, porque cae en la intrascendencia, deja de influir en la construcción del destino colectivo.

El grupo de dirigentes –básicamente, funcionarios públicos o aspirantes a serlo- que de hecho conduce a la UCR, aceptó dócilmente el papel secundario que le adjudicaron los entonces gobernantes. Mantuvo un silencio inconducente, no propuso líneas de acción, no previno errores ni contribuyó a corregir los que se cometieron. Aún peor: ni siquiera intentó aportar la vertiente social e igualitaria de la doctrina radical y los componentes progresistas de su propuesta.

Para alguno de esos dirigentes, la UCR dejó de ser un partido político para convertirse sólo en una plataforma electoral destinada a promover candidaturas sin contenido o cargos sin capacidad de decisión, a partir de actitudes sumisas que no molestaran a quienes tenían el poder de asignarlos. La democracia interna se diluyó en un manejo de superestructura que descartó la participación del afiliado, recorrido decadente que implicó desactivar los cuerpos colegiados y eliminar el debate.

La Provincia de Buenos Aires es el espacio territorial donde fue más visible este retroceso: la sumisión no reconoció excepciones en el oficialismo partidario. El resultado está a la vista: la UCR desapareció del escenario provincial, y hoy está contaminada por prácticas inaceptables como el nepotismo y el reelecionismo permanente, legitimados por su reiteración.

Nuestro objetivo consiste en recuperar la identidad y la autonomía de la UCR, para reinstalarla como protagonista en la política nacional. Lo hacemos porque somos radicales decididos a defender nuestra divisa, pero fundamentalmente, porque estamos convencidos de que los valores y los principios del radicalismo siguen siendo útiles para servir y orientar a hombres y mujeres de todos los días, garantizar sus derechos y acompañarlo en la permanente tarea de construir un destino compartido que asegure la libertad y procure la mejor calidad de vida en el plano material.

Esos valores deben ser el soporte de propuestas que sirvan para resolver los problemas de hoy.  Nos consta que existen los recursos humanos capaces de elaborarlas. Rechazamos cualquier actitud corporativa, porque no concebimos la política como una actividad destinada al beneficio personal.

Vamos a llamar a los que saben para modernizar las ideas y ampliar la capacidad de gestión. A ellos les abriremos el espacio de participación que necesiten. Su aporte mejorará la calidad de un sistema político limitado por la medianía y la superficialidad de algunos de sus actores.

Para alcanzar esos objetivos, el único camino legítimo consiste en convocar a los militantes y afiliados, devolviéndoles la facultad de decidir el destino partidario, porque el voto directo es un componente básico de nuestra identidad y un signo de coherencia con el modelo democrático que proponemos como forma de vida. Queremos impulsar la renovación, premiar la gestión exitosa y afirmar el espíritu radical.

Por eso vamos a la interna, seguros de que de esa manera, trabajamos para todos los argentinos.

 

Agosto de 2020

Juan Manuel Casella

noticias relacionadas