Motivación no es dar ánimo, es dar motivos

Escribe: Lic. Claudio Fontana.

 

En una época difícil de definir en términos de reglas generales que causen verdadero impacto en aspectos motivacionales por ejemplo, es imprescindible para quienes tenemos la tarea de capacitar y conducir, asumir responsabilidades que impliquen aportar herramientas para transformar algunas variables en constantes.
Aún corriendo riesgos de equivocarnos, considero que no debemos tomar el camino más sencillo, que puede ser resaltar en forma permanente la individualidad de nuestros dirigidos a la hora de establecer parámetros motivacionales.

Es claro que lo que a mi me motiva es probable que no lo motive a usted, no obstante hay parámetros que, a mi entender, no deberían cuestionarse, como por ejemplo, el establecimiento sistemático de metas y objetivos como camino motivador.

Victor Frankl, creador de la logoterapia, deja una enseñanza invalorable en su libro “El hombre en busca de sentido”, que comenzó a escribir mientras fue prisionero en un campo de concentración, durante la segunda guerra mundial y que terminó algunos años después. Frankl notaba que ante circunstancias casi inhumanas que se vivian dentro del campo de exterminio nazi, algunos prisioneros enfermaban y morían, mientras otros se mantenían saludables.

Preso junto a algunos de sus familiares directos y sobreviviente de cuatro campos de concentración como Auschwitz o Dachau, el neurólogo y psiquiatra austríaco dialogaba con sus compañeros indagando las razones que podían influir en el resultado de la supervivencia y encontraba respuestas conmovedoras, preguntaba: “Cómo puede ser que a pesar de no tener medicamentos, ropa o comida decente, pasando hambre, frío y condiciones de trabajo destructivas, usted no se enferme nunca? A lo que el prisionero respondía: “No, yo no puedo enfermarme. Me esta esperando mi hija cuando salga de aquí …, “ Yo no puedo morirme, aún me falta terminar mi casa…, estas declaraciones lo llevaron a pensar que quienes tenían un objetivo, quienes tenían un sentido para su vida, sobrevivían, quienes no lo tenían se morían.

Esa intervención fantástica de Frank, donde le preguntaba a sus pacientes, luego de escuchar sus problemas, dolencias y sufrimientos: “Por qué no se suicida usted”, recibía la respuesta que iniciaba el camino a la curación o la superación de los obstáculos más difíciles. Las personas justificaban su decisión de vivir con aquello que implicaba el sentido de su vida, lo que a pesar de lo malo que pudiera estar atravesando, la misma merecía ser vivida: Los hijos, la familia, la profesión, los amigos. Idea fundacional de la logoterapia, la terapia del sentido.

Para algunos de mis colegas la diferencia entre la vida y la muerte son los proyectos, si una persona tiene proyectos vive sino se muere, si una pareja tiene proyectos vive, sino se muere, lo mismo ocurre con las familias o las empresas, entendiendo la muerte como el fracaso de la relación o la desaparición de la organización.
En una artículo reciente, les hablé sobre la motivación por consecuencias, dejando en claro que no me opongo a la motivación discursiva, a promover el ejemplo aleccionador o la arenga que impulsa a los dirigidos, como motor del éxito, pero creo firmemente en descubrir junto a nuestra gente los motivos que los motiven a seguir adelante, a alcanzar sus metas y darle sentido a sus vidas a través del éxito y la satisfacción del objetivo alcanzado. Después de todo motivar a los demás quizás pueda desembocar en el encuentro de nuestro propio sentido de la vida.

 

Lic Claudio Fontana MBA

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