Mónica Fucksman: “Es hermoso que la gente me reconozca por mi obra”.

La pintura, como la música, es un lenguaje universal; y por lo tanto no hace falta ser un crítico experto para apreciar un cuadro. La obra simplemente capta nuestra atención e invade nuestros sentidos y somos capaces de recibir su mensaje. En ese sentido, la transferencia es mucho más fácil y placentera si la paleta pertenece a Mónica Fucksman, una artista dotada de un sorprendente virtuosismo y una creatividad inagotable.
“Es bueno que pase algo, que las obras le inspiren cosas a la gente, porque cada uno le encuentra un significado propio.

Y a veces el crítico es un poco psicólogo, también, porque termina encontrando cosas que tal vez uno significó de manera inconsciente”, afirmó la artista, con una expresiva sonrisa.
Mónica Fucksman nació para brillar en el arte. Hija única, ya desde chiquita le decía a sus padres que quería dibujar y bailar. Años más tarde, concretaría su temprana vocación, asistiendo, en primera instancia, a la Escuela Nacional de Danzas y luego a la Casa de la Cultura de Avellaneda.
En el camino también exploró la música, estudiando doble teclado en la firma Yamaha, pero desistió porque le demandaba mucho tiempo para hacer todo lo demás.
La joven, que nunca pudo quedarse quieta un instante, se decidió finalmente por la pintura como medio de expresión artística. “En la casa de la cultura empecé haciendo figurativos, composición, historia del arte… Todo lo necesario para tener un buen manejo que después me permitiera tener libertad”, explicó Fucksman, quien primero debió conocer la teoría y la técnica, para después poder plasmar toda su creatividad innata.
A los veintipico, la artista avellanedense conoció a su gran maestro y mentor, Miguel Caride, con quien expandió sus conocimientos y consagró su carrera como artista plástica. Estudió con él durante 20 años, yendo todos los miércoles, tres horas. Las clases eran particulares porque el maestro no quería que vieran sus obras. Su profesor aseguraba que Mónica poseía una creatividad muy especial y temía que le copiaran sus diseños.
“Yo le llevaba un dibujo y él me daba el visto bueno para que lo pintara”, recordó Fucksman. “Nunca me impuso ninguna traba a lo que yo quería hacer. Hoy me reconocen porque mis obras tienen un sello muy personal, y siempre voy a reconocer que todo lo que yo sé, lo sé por él”, admitió.
Su marca registrada tiene que ver con la forma en que utiliza los colores. En sus obras se destacan los pasajes de tonos en un perfecto matiz y, al mismo tiempo, los contrastes de luz y sombras, dan volumen y profundidad a elementos ingrávidos dentro de una atmósfera surrealista y atemporal.
Las pinturas de Fucksman asemejan ser ventanas hacia otros universos, donde predominan deliberadamente las formas geométricas, la simbología y la metafísica.
“Al principio pintaba figuras humanas, pero en determinado momento me volqué a lo geométrico. Y mucha gente que me conocía de antes, se sorprendió mucho con ese cambio”, señaló la artista que, de pronto, comenzó a combinar figuraciones, con la geometría y fue virando hacia la abstracción, empleando la perspectiva del color.
Mónica comentó que ese quiebre, no fue más que un cambio evolutivo, producto de la propia maduración de su pintura. Según Fucksman, “primero uno busca la forma como expresión, pero llega un momento en que la forma por sí deja de significar y sólo crea una expectativa visual, nada más. Entonces a medida en que vas avanzando en esto, en el arte, querés ir sintetizando y buscando, no la piel, sino la médula, el significado”.
“Necesitás llegar al núcleo de las cosas, algo muy difícil. Porque es mucho más fácil hacer una figura humana que, de repente, querer decir algo con un círculo o con una raya”, resaltó.
“Estas obras las pienso mucho”, prosiguió. “Hay artistas que tienen la suerte de poder realizar trabajos más espontáneos, que son muy interesantes. Pero yo no puedo. Sólo lo hago con las monocopias (trabajos sólo con color) intervenidas (porque ella le agrega sombras, dibujos, con lápiz o tinta, uniendo partes, etc.)”, sostuvo Mónica.
“Lo único que me impongo son las reglas básicas de una composición y de ahí en más me gusta tener la libertad para poder expresarme sobre aquello que tengo ganas”, añadió la artista.
Una mujer multifacética
Los colores vivos, que en ocasiones se van difuminando en tonos pasteles y las formas hábilmente delineadas en las pinturas de Mónica Fucksman, transmiten un ambiente de paz y serenidad. Por momentos las esferas suspendidas en el espacio remiten a los planetas que coexisten en una armónica comunión con mundos paralelos, dentro de una nueva y fantástica realidad. “Me gusta poner mucha luz, porque detrás hay mucho misterio”, apuntó al pasar.
Cuando uno conversa con la autora, entiende que, además de sus cualidades artísticas, su personalidad atraviesa la tela y se plasma en sus obras.
La temática que aborda le exige mucha concentración, y una gran precisión, para concretar sus figuras a mano alzada, valiéndose de su pulso y sin guías externas.
En cuanto al tiempo que le lleva realizar sus cuadros, Mónica reconoció que “le llevan mucho tiempo, no menos de un mes”. Su elemento predilecto es el óleo. “El acrílico no me gusta. Es que tengo mis tiempos, me gusta trabajar tranquila, sin que me apuren. El óleo es muy regular y estable, algo necesario para poder delinear”, justificó.
La perfección de sus pinceladas y su trazo homogéneo sorprenden a colegas y críticos, que han llegado a preguntarle si trabajaba con aerógrafo.
“Es hermoso pintar. No puedo estar sin pintar porque ¡está tan incorporado en mí! Es algo muy especial, difícil de expresar. Es verdad, que se me cansa la vista, me contracturo, hay un cansancio pero que es absolutamente placentero”, agregó sonriente.
Para contrarrestar esa tensión, Mónica da clases de gimnasia, otras de sus actividades que realiza con mucha pasión. “A mis alumnos les doy con todo, pero yo también hago la rutina, porque me hace bien y para mostrarles que se puede hacer” (risas).
A poco de cumplir 28 años de casados con su esposo Rubén, (antes estuvieron 11 años de novios), Mónica contó que su compañero es su “soporte digital” ya que, si bien es ingeniero, se dedica a la fotografía como hobby, retratando sus cuadros.
Con respecto a lo que su obra genera en su público, Mónica valora mucho las devoluciones sobre su trabajo.
“La opinión del crítico interesa porque un buen crítico sabe lo que dice y explica un poco lo que hiciste, pero al mismo tiempo te da una idea de por donde podés seguir haciendo lo que hacés. Yo tengo los oídos muy abiertos, soy una persona que acepto la crítica que me ayude a crecer”.
“Uno siempre quiere que cada vez la crítica sea mejor. Por eso me presento a muchos concursos, voy a ferias de arte, donde hay un jurado. Hay que tener en cuenta que primero te selecciona una galería, después se selecciona la feria, y recién ahí exponés”, destacó.
“Cuando una obra se vende es maravilloso. Al principio sentía nostalgia cuando alguna se iba. Pero a medida que vas creando, te das cuenta que la obra tiene que salir. Tiene que ocupar otro lugar. Sin embargo hay cuadros que no se venden, es justo también, cuando tienen una significación especial”, continuó la artista, al tiempo que contó que tiene seguidores que coleccionan sus cuadros.
“Creo que lo que uno siente siempre lo va a reflejar en su pintura. Siempre pinto lo que siento. Cuando el público puede abrirse para apreciar los que hago, me produce algo muy especial y es hermoso que la gente me reconozca por mi obra”, finalizó.

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