“Mis ovejas escuchan mi voz”

En el 4º Domingo de Pascua el Obispo de Avellaneda – Lanús, Mons. Rubén Frassia, se refirió al Evangelio según San Juan 10, 27-30 (Ciclo C).

Este texto es muy breve pero ¡qué bien habla! Las ovejas, que somos todos nosotros, tenemos que escuchar su voz. Esto significa no sólo oírla sino escucharla y ponerla en práctica; escucharla, rumiarla, meditarla y encarnarla en nuestra vida. Si amamos a Dios tenemos que escuchar su voz, que es un trabajo personal, y ponerla en práctica es un hecho fundamental.

En este diálogo, donde Dios nos habla y nosotros escuchamos y respondemos, El nos conoce y nosotros lo seguimos; El nos conoce y sabe cómo somos. No sólo sabe qué cosas hacemos sino que también sabe cómo somos. ¡Este sí que nos conoce en serio a cada uno de nosotros!.

A veces, nosotros presentamos ante los demás unas ficciones, unas imágenes parciales y limitadas, o nos “mandamos la parte” o “hacemos pinta”, o “hacemos pose”, o fingimos, o actuamos, o desarrollamos un personaje, y eso al Señor no le interesa. Lo que al Señor le interesa es lo que uno es. Esto es lo que tenemos que tratar. Es una tensión permanente: El nos conoce y tenemos que seguirlo. Y seguirlo implica poner la voluntad, poner el amor, no poner las ganas sino la voluntad del amor.

¡Señores, tenemos que vivir como cristianos en serio; a la mañana, a la tarde y a la noche; estando sólo o con los demás; en privado o en público! ¡Acá no puede haber disociación! ¡El que se disocia tiene el corazón desviado y no es un verdadero discípulo, por más nombre y apellido que tenga!

Dios nos da la Vida Eterna, nos da su garantía, nos da su fuerza, su espíritu, por eso vivimos como resucitados. Y en este tiempo pascual tenemos que vivir como renovados y ningún mal nos puede detener ni arrebatar de sus manos, porque El nos da la vida eterna.

¡El es garantía!. ¡El es nuestro sostén!. ¡El es nuestra fuerza!. ¡El es la piedra angular que no nos será quitada!. ¡El Padre es superior a todos y nadie podrá arrebatarnos de sus manos!.

¡Porque El está y es fiel! Y lo que Dios quiere de nosotros es que también nosotros seamos fieles con El.

El Padre y Yo –dice Cristo- somos una sola cosa, somos una sola realidad; quien ve a Cristo, ve al Padre; y quien ve al Padre, ve a Cristo porque son una misma realidad.

En este cuarto domingo de Pascua, el testimonio que tenemos que dar, como dice el Papa, se lo pedimos especialmente a los sacerdotes quienes han recibido un don de privilegio, la amistad con Cristo.

El sacerdote es un hombre de Dios, con un don total de sí mismo a Dios, que si se da por entero se constituye en alegría. Es el hombre de la comunión que sabe vivir estas cosas, abierto a todos, ayudando a superar divisiones, a reparar frustraciones, a suavizar contrastes, incomprensiones y saber perdonar ofensas.

La sociedad necesita hombres de comunión. El país necesita hombres de comunión
La Iglesia necesita hombres de comunión.

Pidamos, en este cuarto domingo, fortalecer nuestra amistad con Cristo, entregarnos totalmente a El y ser personas de comunión.

Que el espíritu del resucitado, el espíritu de la Pascua, esté muy presente en nosotros y que vivamos esta realidad en la que El ha vencido al pecado y a la muerte. También vivamos nosotros como resucitados.

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