Mensaje del Obispo Monseñor Frassia, Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús

Fiestas Patronales Diocesanas Avellaneda 2010.

En este año en que hemos iniciado el Bicentenario de nuestra Patria, y en este día, 15 de agosto, damos comienzo del año jubilar diocesano con motivo de conmemorarse el año próximo el cincuenta aniversario de la creación de la diócesis ayer Avellaneda, y hoy Avellaneda – Lanús.

Estamos de fiesta. Queremos dar gracias a Dios por el don que nos ha regalado: el se Iglesia diocesana. El lema que hemos elegido subraya la identidad «Ustedes son el Cuerpo de Cristo». Cada uno de nosotros formamos parte del cuerpo total de Cristo. En esta unidad en Él, cada uno tiene suy particularidad, sus funciones, sus tareas, sus modalidades pero todos debemos convenir a vivir en la unidad.

Nuestra Señora de la Asunción, ella que ha creído en la Palabra de Dios, la ha encarnado en su corazón y la ha expresado con generosidad. Nos debe seguir ayudando a que también nosotros demos lo mejor de nosotros mismos. Y lo mejor que tenemos es el amor de Cristo.

En este acontecimiento jubilar de acción de gracias todos debemos tener un mismo sentir. Buscar y hacer la voluntad de Dios. María, como peregrina de nuestra historia nos ayuda a vivirla aquí y ahora, realizando la voluntad divina en medio de nosotros, en nuestras comunidades y en nuestra Sociedad.

La santidad de Dios aúna el pensar y el hacer, el decir y el obrar, el proyectar y el concretar. Si somos el cuerpo de Cristo, su persona y su amor deben ser la nota constante de nuestra vida y de nuestras actitudes.

Pero no El sólo, sino su Reno, su causa y lo demás es la añadidura.
Nuestra identidad es vivir intensamente el Evangelio de Vida. Nadie podrá excusarse y nadie podrá quedar la margen de esta tarea. Por esta razón debemos ser una Iglesia viva que vive la vida, que la anuncia, que la recibe y la entrega. Que no se guarda para sí los dones que gratuitamente debe entregar. Hoy que se ha instalado gravemente la cultura del relativismo que pretende reducir todo al sentimiento, al gusto, a las ganas y a los deseos particulares, más que nunca, debemos vencer el individualismo, el egoísmo, la indiferencia y la insolidaridad. Hoy María de la Asunción nos debes ayudar a vivir en comunión para seguir construyendo la unidad del Cuerpo de Cristo en esta Iglesia particular.

Danos fuerza para vencer la tentación de que nunca el mal es más fuerte que el bien. No nos permitas vivir vencidos, como si no tuviéramos esperanza.

Virgen Santa enséñanos a ser maduros y responsables, no solo de nuestros actos sino del testimonio para con los demás. Danos fuerza para tratarnos y amarnos como hermanos, para que nadie sea excluído del evangelio de tu Hijo. El amor es el compromiso más grande: el amor de Dios en el amor a cada hombre que debe ser tratado como hermano, ya que para nosotros no existen «extranjeros».

Sabemos que si tu peregrinas por nuestra vida seremos comunicativos.

Comunicamos la vida, la persona y el compromiso. No damos solo cosas y no nos quedamos solamente en ellas. Queremos vivir como tú, de aquello que es importante y esencial y que lo demás es lo demás.

Danos ánimo para dar razones de nuesra esperanza. La alegría de sabernos amados y la alegría de poder amar. Como Iglesia, cuerpo de Cristo, debemos morir a aquello que nos quita calidad de vida, por lo tanto nos deshumaniza y no vale la pena durar sin gastarnos por el Reino, sin gastarnos por nuestros hermanos.

Tú, Madre, que por la fe, te has hecho servidora, ayúdanos a cumplir con la misión. Existimos para evangelizar y si ahogamos la fuerza del Espíritu en nosotros seremos las personas más tristes, pues no convenceremos a nadie, ya que la eficacia de la misión se da por la convicción del encuentro personal con Cristo.

Tú María, eres la llena de gracia, danos como madre la ternura de la conversión personal pero que incida en la conversión pastoral para que el Reino de tu Hijo cada día esté más presente en tu amado pueblo.

Este año jubilar que hoy comenzamos nos dispone a celebrar la fe, dando gracias por ser parte del cuerpo de Cristo, a vivir auténticamente la caridad y a caminar juntos como testigos de la esperanza, haciéndonos eco de la oración por nuestra Patria: el Señor de la historia nos convoca: «Aquí estamos, Señor cercanos a María que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

¡Querida Diócesis de Avellaneda – Lanús pongámonos de pie y sigamos caminando.

Mons. Rubén Oscar Frassia
Obispo de Avellaneda-Lanús

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