Médico, marinero y narrador

Escribe Antonio J. González

Era un profesional atípico: viajero, creativo y observador del acontecer humano.

Aldo Julio Leone no estaba quieto en ningún lugar, salvo en su camarote de las embarcaciones donde trabajaba como médico abordo. Parecía que no anclaba en ningún establecimiento sanitario, aunque se desempeñó en algunos hospitales de nuestra ciudad, donde vivía. Lo conocimos en las reuniones abiertas de la revista Suburbio que editábamos en las décadas del ’70 al ’80, y donde publicamos sus primeros trabajos de cuentos y relatos. En 1981 conoció, con nuestro sello editorial, su primer libro “El caño y otros cuentos”.

Era portador de actitudes solidarias y autónomas a la vez. Profundo observador de las conductas humanas, sus desgracias y alegrías, sus aventuras y desventuras, que aparecían en sus relatos a través de los ojos del médico, pero también del escritor comprometido con la transformación de la sociedad.

En su segundo libro, “Cuentos de marinos”, recogía algunas de sus experiencias como médico de abordo. Uno de sus cuentos, “La carta”, obtuvo un premio en el 3er. certamen literario “Atilio S. Giraudo”. La revista “Puro Cuento” se encargó de elogiar a Leone, en especial en su cuento “Libertad hipotecada”. “Monumental desborde de ingenio y humor” afirmó esa revista.

La Universidad de Catania, en su cátedra de literatura hispanoamericana, tradujo después al italiano su cuento “El profesor”. También fue finalista en el concurso de “Los 30 años de EUDEBA”. “Cuentos de mi barrio” fue su tercer libro, editado en 1991.

En 1993 la revista “Amaru” de nuestra ciudad, publicó trabajos de este vital escritor bajo el título: “Cuentos de la vida y de la muerte”. Además, Leone integró una antología de la editorial universitaria, con su cuento “Por una cabeza”.

“El verano de los barrios tiene ese inconfundible olor a tierra seca y zanjas pegajosas cubiertas de verdín” describe en uno de sus cuentos. “Cuando el viento sudeste se decidió a soplar sin pausa, -dice en otro relato- ocurrió lo previsible. Por eso caían infatigables y abundantes chaparrones y el sol parecía un recuerdo, una vana esperanza secuestrada tras un cielo de plomo”. Y aquellos barrios de Avellaneda de las décadas del ’40 o ’50 surgen naturales y veraces en las páginas de sus libros. Es parte esencial de su contenido, junto a las desventuras de los vecinos, los apurones de la salud en los seres de aquel entonces, hombres, mujeres y niños que destilan nostalgia y veracidad. Testimonios vivos, cargados de autenticidad, humor y solidaridad.

ajgpaloma@gmail.com

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