La comida en nuestra cultura tiene un lugar que trasciende el apetito, es el compartir, el demostrar amor, cuidado, tiempo; ocupando un espacio vinculado al cariño. En otras ocasiones la comida se convierte en el blanco de nuestras ansiedades, enojos, miedos o aburrimiento.

La manera de vincularnos con los alimentos puede convertirnos en anfitriones para nuestros seres queridos o en un factor de riesgo para la salud. La comida no debería ser el recurso al que recurrimos cuando nos pasa algo. Deberíamos preguntarnos, ¿por qué nos refugiamos en las facturas, tortas, galletitas, o en comidas abundantes cuándo algo nos pasa? ¿Por qué muchas veces comemos como si fuera el último día de nuestra vida? ¿Por qué decidimos comer la segunda porción de torta cuando sabemos que no nos va a hacer bien a nuestra salud? Si tengo hipertensión arterial, ¿por qué como fiambre o agrego sal a las comidas? ¿Por qué me vinculo con la comida de esa manera si se que me perjudica?
Todas las personas tienen el potencial para poder cambiar, siempre se puede cambiar. Muchas veces hay que empezar con pequeños pasos, un escalón a la vez. Cuidarse es una decisión personal, que hay que renovar cada día y requiere voluntad. Pero se puede. Paso a paso, incorporando cambios, eligiendo cuidarme todos los días, eligiendo vínculos saludables.

Dra. Analía Gil
Médica especialista en Medicina Familiar y Nutrición

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