Mariano Brunero: «Si hacés las cosas bien, no hay nada que se te interponga en tu camino»

Un joven árbitro que ya dirige partidos de tercera división.

Es viernes a la noche y regresa de un día agitado, con piquetes por doquier, pero está de buen humor y ansioso porque le depara otro fin de semana especial. Los pasajes están a mano y en el bolso sólo falta guardar el mate, compañía infaltable. En un par de horas, Mariano Brunero viajará a Bahía Blanca donde, mañana sábado, le espera un nuevo desafío, en el apasionante calendario de su corta pero prometedora carrera como árbitro de fútbol.

Le toca dirigir la reserva de Olimpo – Racing y la alegría es por partida doble, ya que sigue jugando «partidos importantes» y porque en esta oportunidad visitará un estadio (el «Roberto Carminatti») al que nunca había ido.

«Cuando empecé a dirigir reserva, me di cuenta que no era tan fácil como parecía. Incluso siendo (juez de) línea, llegué a pensar: estos partidos los dirijo de taquito. Pero llega un momento en que uno entiende que esto es un proceso, con varias etapas que tenés que ir pasando y en las que te vas puliendo», admitió Brunero, quien se muestra feliz por su presente auspicioso, pero al mismo tiempo, prefiere mantener el perfil bajo sobre la actividad que desempeña con gran pasión (el arbitraje) desde hace algunos años.

Vecino de Sarandí, Mariano fue a la escuela en el Centro Educativo Loreto, desde jardín de infantes, y estando en la secundaria, hizo de referí en algunos partidos de un torneo para los chicos de primaria y desde ahí le tomó el gustito al arbitraje.

Cuando terminó la secundaria, empezó la carrera de Ingeniería en Agrimensura, pero dejó en tercer año. Fue entonces que, en 2005, se inscribió en el curso de la Asociación Argentina de Árbitros.

Durante el primer año de cursada, Mariano comenzó a hacer pasantías como juez de línea, en torneos de ligas pertenecientes al sindicato, que suelen jugarse en distintos countrys. Al cabo de un año, se inició como árbitro, dirigiendo partidos amistosos, que los clubes suelen hacer en pretemporada.

A medida que transcurría el tiempo, Mariano iba subiendo de nivel, gracias a su compromiso y buen desempeño.

«Los primeros tiempos fueron difíciles. Porque uno no está acostumbrado a las presiones. Por más que eran partidos country, donde juegan solteros contra casados; o los veteranos -que tienen todas las manías y te protestan todo-, hay situaciones que tenés que manejar», reconoció Brunero que, como todos los aspirantes, comenzó siendo árbitro asistente (línea), pero hoy posee una muy buena proyección como árbitro.

En el segundo semestre de 2007, el joven Brunero consiguió su «homologación» en la AFA, superando una serie de pruebas de orden estético, físico, psicológico, además de los necesarios exámenes escritos para demostrar sus conocimientos sobre el reglamento.

Fue así que en febrero de 2008, a Mariano lo llamaron para firmar su primer contrato y debutó el 25 de mayo, en un partido de infantiles entre Lanús y Justo José de Urquiza.
En el mes de setiembre de ese mismo año, Brunero fue designado por primera vez juez de línea en la Primera D, en un duelo áspero entre San Martín de Burzaco y Lugano. De aquel encuentro, Mariano atesora una singular anécdota:

«En ese primer partido viví una situación histórica: se cobró el penal más rápido del fútbol argentino, a los 20 segundos de juego. No estaba ni acomodado y tuve que ir a la línea de fondo para controlar al arquero. Me temblaban las piernas», recordó el árbitro quien, durante la semana, también trabaja arduamente como taxista.

A la semana siguiente, Brunero viajó a Rosario para debutar en reserva, en el partido Newell´s – San Lorenzo, a cancha llena, porque venían los dos punteros. Para el árbitro «no fue fácil acostumbrarse al público, pero con el tiempo uno logra abstraerse. Al principio cuesta despegarse de lo que pasa afuera (insultos; escupitajos, cuando se es línea). Es duro, pero vas aprendiendo a manejarlo», aseguró Mariano, que se reconoce como «muy calentón».

Las designaciones importantes fueron llegando, una tras otra y, en marzo de 2009, le tocó dirigir en juveniles de Primera B donde, por ejemplo, presenció disturbios en las tribunas, porque se agarraron a trompadas los padres de los chicos. Más tarde, lo llamaron para dirigir juveniles de Primera División, y en Córdoba, fue árbitro en un Instituto – River.

«En 2010, hubo un partido que para mí fue bisagra: Laferrere – Liniers, un duelo de punteros de la C. Ahí me fue muy bien, porque era un partido chivo, con mucha bandera (varias jugadas dudosas en las que interviene el línea para decidir la sanción del off-side) y los veedores del partido me calificaron muy bien», recordó Brunero.

Un hombre de conducta
«El árbitro debe pasar desapercibido. En la cancha soy el árbitro y nada más. El árbitro marca el ritmo del partido. No puede influir, no solo con sus fallos, sino con su protagonismo. Tiene que darle continuidad al juego, tiene que conducirlo, pero no figurar en el partido», afirmó el entrevistado.

Ya en 2011, a Mariano le tocaban todos partidos importantes, dirigiendo a los punteros de la C y la D. «Ahí tenés mucho más para perder que para ganar, porque te podés mandar una macana», apuntó, reflexivo.

Siguieron muchos partidos de inferiores de la A, con muy buenos desempeños. Hasta que a fines de agosto del año pasado, llegó la ansiada reserva, en un Lanús – Argentinos Jrs., categoría en la que Brunero continúa afianzándose.

En el camino, Mariano también ha dirigido varios partidos amistosos con equipos de primera. «Esos son partidos de pretemporada muy difíciles, porque hay muchos roces, pica entre los jugadores, jugadores que se quieren mostrar… Pero les saco el jugo, porque me contacto con gente importante», sostuvo el joven avellanedense, que rezonga por los piquetes que «cortan todo y no lo dejan trabajar» y que cuando está al volante de su taxi, dialoga sólo con los pasajeros que le dan charla.

A la hora de definir sus preferencias para dirigir, Mariano Brunero es contundente: «Soy de correr atrás de la pelota, de hablar mucho con los jugadores, de dejar seguir y entender más el juego. Un agarrón o un choque, para mí son parte del juego», aseguró.

«No me gusta cuando se quejan y dicen perdimos porque no nos cobraron dos penales. La táctica no se plantea para que te cobren penales. En todo caso un equipo pierde o empata porque no hizo más goles que el otro equipo», añadió.

El joven árbitro, a quien le gusta mucho jugar al fútbol, sueña con dirigir en primera división y, por qué no, llegar a ser árbitro internacional. Hacia el final de la charla, reconoció que tiene un ritual íntimo, antes de cada pitazo inicial, para que las cosas le salgan bien: Mete su mano en el bolsillo para tocar un mechón de pelo de su madre (que falleció en 2008), envuelto en una estampita de la Virgen de Luján.

«Rescato que aunque pierda o gane un equipo, a mí me vienen a saludar todos. Los jugadores, los técnicos y los dirigentes. Creo que a la larga si uno sigue una conducta, en algún momento la recompensa te llega. Porque si hacés las cosas bien, no hay nada que se te interponga en tu camino», finalizó.

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