«María, ayúdanos a ser una Iglesia alegre y comprometida»

Presbítero Gustavo Ercolino, Párroco de la Catedral Avellaneda – Lanús.

El lunes 15 de agosto la comunidad diocesana de Avellaneda – Lanús revivirá una de las ceremonias más tradicionales y populares de su historia. Una vez más, las Fiestas Patronales tendrán lugar en la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción – Catedral de Avellaneda – Lanús y en la Plaza Alsina, en el corazón mismo de nuestra ciudad.

Nuevamente el pueblo de Avellaneda – Lanús evocará un acontecimiento crucial de la Iglesia Católica: la asunción a los cielos de la Santísima Virgen María.

En un año especial, por conmemorare el cincuentenario de la creación de la Diócesis avellanedense y, al mismo tiempo, por cumplirse una década desde la integración de la Diócesis de Lanús, el sacerdote Gustavo Ercolino, párroco de nuestra Catedral, brindó su mensaje con motivo de la presente celebración.

«El lema de este año: María, ayúdanos a ser una Iglesia alegre y comprometida, surge de los festejos por el año jubilar. Porque como Diócesis de Avellaneda, cumplimos 50 años de vida, desde que fue creada por la bula papal de aquel entonces. Pero desde hace 10 años, en 2001, lo que era el partido y diócesis de Avellaneda se agranda en cuanto jurisdicción eclesiástica, cuando recibe al partido de Lanús, que a su vez queda desmembrado de la diócesis de Lomas de Zamora. Entonces, nace a partir de ese momento, más precisamente el 1º de junio, la Diócesis de Avellaneda – Lanús. Y no es el nacimiento de una nueva Diócesis, sino de una nueva realidad. Se trata de una familia que creció», definió el párroco de Nuestra Señora de la Asunción.

«Por eso el Obispo (Monseñor Frassia) decidió, conjuntamente con el Consejo Presbiteral, que este año sea un año jubilar, un año de júbilo, de alegría, de fiesta. Donde, por un lado, le agradecemos a Dios la vocación de ser una familia diocesana, un pueblo que peregrina en el mundo, concretamente en la tierra, hacia el destino final que es el reino de Dios; y por otro lado, también, es un tiempo de balance, de reflexión, de reconocimiento de las cosas buenas, de los logros y de todo lo que todavía nos falta hacer juntos. Y de seguir madurando, porque al unirse dos realidades distintas, dos idiosincrasias diferentes, esto hace que se requiera tiempo. Estamos en un tiempo de crecimiento», manifestó Ercolino.

Los logros
El cura de la Catedral de Avellaneda – Lanús repasó con orgullo los logros conseguidos por la Diócesis, fundamentalmente en los últimos años.

«El Seminario propio, donde se forman los jóvenes, futuros sacerdotes es una gran realidad; la Casa Sacerdotal, una especie de asilo para sacerdotes ancianos, que han terminado su ciclo y por razones propias de años y salud necesitan un lugar de contención y de descanso, después de haber entregado toda su vida a la iglesia; la Escuela de Formación «María, Madre de la Iglesia», donde nuestros laicos pueden ir a estudiar y a capacitarse, y seguir creciendo en lo que implica la formación doctrinal de la fe, de la liturgia y de todo lo que tiene que ver con la palabra de Dios. Allí también se forman los que serán futuros diáconos permanentes de la iglesia, colaboradores de los sacerdotes y del Obispo en la misión de la evangelización y la misión diocesana. En fin, hay un montón de logros: el crecimiento de la juventud, el crecimiento de las instituciones y movimientos, el fortalecimiento de áreas pastorales. Todo esto nos lleva a decir que este es un año de alegría, de júbilo y de acción de gracias, por todo lo que Dios nos ha bendecido».

Alegría y Compromiso
«Cuando deseamos ser alegres, no es porque no lo seamos, sino porque debemos serlo cada vez más. Entendida la alegría desde el punto de vista evangélico. Jesús nos invita a ser alegres. El apóstol Pablo decía: Estén siempre alegres. Y esa alegría no es la alegría del mundo. No es la alegría de un buen momento, de una carcajada, o la respuesta a un buen chiste. Sino que es un sentimiento profundo del corazón», explicó el sacerdote, desmenuzando en parte el lema que signa los festejos de este año.

«Un autor no tan antiguo, Romano Guardini, en su libro Cartas sobre auto formación, una de las cartas la dedica justamente a esto. Y él dice que la alegría del corazón es expresión de una presencia viva de Dios en nosotros. Cuando Dios está en tu corazón, no podés estar triste. Aunque tengas dificultades y desafíos y aunque tengas cosas que resolver. La alegría es una fortaleza, para enfrentar los desafíos y sobrellevar las cargas de la vida», agregó.

Ercolino destacó que nuestro compromiso siempre se renueva, porque «el Señor nos mandó a ser testigos de su amor en el mundo. Y eso nos obliga a dialogar con un mundo que hoy por hoy, en esta realidad concreta, está lejos de Dios. Dios no está lejos del hombre, pero el hombre se ha alejado de Dios. Y las consecuencias están a la vista en las situaciones que vivimos: en tanta incomunicación, en tanta inseguridad, en la pérdida de valores, en la agresión y la fractura de la familia y de muchos hogares, de la aparición de estas nuevas realidades que se ven como normales y que hay que aceptarlas como algo cotidiano, cuando en realidad no tienen verdad o asidero en la historia de la humanidad. Ya ni siquiera hablamos desde un plano espiritual o cristiano, sino desde un plano propiamente humano», enfatizó el párroco.

Un mensaje para la comunidad
A lo largo de la charla con La Ciudad, en la casa parroquial, el Padre Gustavo Ercolino destacó «la importancia del diálogo» y nos instó a tener «una mirada más instronspectiva de nosotros mismos», para descubrir en nuestros corazones esa presencia muchas veces ignorada de Dios.

«Dios es -porque es padre y es amor hacia nosotros- el primero que comprende nuestras reacciones. No nos juzga, no nos condena. Al contrario, siempre dispuesto a acercarse a nosotros, a perdonarnos y a cambiarnos la vida, siempre», resaltó con convicción.

«La fe es un proceso que está en nosotros, porque es un don de Dios, pero que hay que descubrirla. Y después vivirla, porque la fe crece y madura en nosotros en la medida en que la usamos y la ponemos en práctica», añadió.

Por último, el sacerdote Ercolino dio su habitual mensaje a la comunidad diocesana.
«En primer lugar deseo manifestar mi alegría por este año y tres meses como cura párroco de la Catedral, después de haber estado once años en Lanús, en la parroquia Santa Faz, porque fue un tiempo muy positivo y de gran crecimiento de mi persona y mi sacerdocio».

«Desde mi pequeño lugar, le digo a la comunidad que no tenga miedo al llamado de amor de Jesucristo, que no tenga miedo a decirle sí a Dios, aunque a veces sea a través de una cruz o de un momento difícil. Dios está siempre, acompaña y es una realidad».

«Hay que buscar espacios personales, íntimos, de soledad y de silencio, para escuchar esa voz que va a hablarnos desde dentro y que es la voz del padre bueno. Y a la hora de salir, abramos el corazón. Si tenemos ese oído de discípulos, tenemos que responder en la vida a lo que Dios nos va pidiendo. Creo que tenemos que trabajar mucho y cuidar mucho los valores esenciales que le dan sentido a la vida: la familia, los afectos, la amistad, el compromiso por el otro y el compartir la vida en las cosas simples de cada día».

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