A la hora de pensar en un joven actor o en algún niño que haya dejado una huella en la memoria del televidente, a varias generaciones se les viene a la cabeza un solo nombre: el de Marcelo Marcote.
Hoy, a treinta años de haberme retirado de la actuación, que me sigan reconociendo es de no creer. La gente siempre me trató bien, me respeta mucho y me recuerda con cariño, le aseguró a La Ciudad un Marcelo Marcote agradecido de lo que le dejó su paso por la pantalla y las tablas.
Marcelo Marcote nació en Lanús el 21 de diciembre de 1964, pero a los siete días ya estaba instalado en Avellaneda, para pocos años después cursar el jardín y la primaria en la Escuela 17 de Chile y Santiago del Estero.
Precisamente allí fue donde surgió la posibilidad de entrar al mundo de la actuación. El marido de mi maestra de jardín de infantes era fotógrafo y un día, para participar de un concurso de expresión de chicos, le pidió autorización a varios padres para sacarle fotos a sus hijos, relató.
Gana el premio, la foto queda en su book y cuando ingresa a una agencia de publicidad, me vieron y me convocaron para hacer la propaganda de las zapatillas Pampero, comentó Marcote.
Después llegaron los avisos de dulce de leche Sancor y Bonafide, hasta que lo convoca Alberto Migré para Rolando Rivas, taxista, novela con la que gana un Martín Fierro.
Gracias a la educación de sus padres, Marcelo Marcote pudo disfrutar tanto de la actuación como de las cosas que hacía cualquier chico de su edad.
Siempre fui a colegios estatales y tenía contacto con la realidad, no vivía en una burbuja -remarcó- mi viejo laburante, mi madre ama de casa, iba al club y jugaba a la pelota con mis amigos.
Yo estudiaba mucho en los recreos, tenía una memoria auditiva y visual muy agilizada y la verdad que no me costaba sostuvo Marcote- no sé si tengo inteligencia, pero soy tozudo y tenaz y cuando me propongo algo lo logro.
Tras la fama que le dio la televisión, el cine, el teatro y las publicidades, Marcote dejó la actuación a los 17 con el sueño de lograr otra meta: ser médico.
Ingresó al Hospital Presidente Perón en 1983, para colaborar en forma gratuita como extraccionista, porque mientras estaba en el secundario quería saber si me iba a bancar estar en un hospital.
En el 86 hice Hemoterapia, y en el 88 me recibí y empecé Medicina, resumió.
Consultado sobre los motivos que lo llevaron a elegir Pediatría como especialidad, Marcote aseguró que fue por su pediatra y amigo Jorge Manoukian, con quien se sintió identificado.
Después entré en el servicio donde había referentes, gente con mucho estudio, como la doctora Beatriz Rebec que para mi fue el modelo a seguir, expresó.
Uno tiene que hacer lo que lo hace feliz porque eso no tiene precio, es un extra. Los médicos no están bien pagos y la medicina no está cuidada, sin embargo, si tengo que barajar y dar de nuevo volvería a estudiar medicina, enfatizó Marcote.
Hace tres años, la convocatoria de un canal lo pudo hacer mechar su actual profesión con su pasado televisivo. Me llamaron para hacer una columna de pediatría, pero eso implicaba dejar la actividad de consultorio, lo que significaba una falta de respeto a todo lo hecho y a mis pacientes, remarcó.
Siempre fui médico y ejerzo de la mejor manera, con aciertos y con errores pero dignamente -añadió- quiero al hospital público y tengo puesta la camiseta del Presidente Perón.
En ese sentido, destacó el accionar del titular del Hospital, el Dr. Jorge Trainini, a quien calificó como un utópico para ser director y como un profesional diferente porque piensa más en el aspecto humano del paciente y en la calidad de atención que en la política.
Me parece que además de un médico intachable y distinguido, es un tipo que, más allá de alguna disidencia que pueda tener con él, le hizo muy bien a la institución, destacó Marcote.
Sus orígenes, en Puerto del Son
Como tantos vecinos de Avellaneda, Marcelo Marcote comparte historias familiares de inmigrantes y desarraigo, como así también de esfuerzo y trabajo para crecer en el lugar que los cobijó.
Su abuelo había partido junto a sus hermanos desde la ciudad española de Puerto del Son en la bodega de un barco, dejando atrás la primera Guerra Mundial y, tras arribar a Buenos Aires, se quedaron en la zona portuaria.
«Estaban pegado a La Negra, empezaron a trabajar allí y mi papá entró al frigorífico a los 9 años y llegó a ser Gerente General. Dejó su vida ahí, estuvo 42 años,», comentó Marcote.
En vísperas del Día del Padre, destacó la figura del suyo, Osvaldo Marcote, a quien definió como «uno de los seres más maravillosos» que conoció.
Sandrini, el consejero
«Una vez haciendo Los Chicos Crecen me tenía que cortar el pelo como en los años 40. Yo tenía el pelo largo y estuvimos a punto de romper el contrato porque no me lo dejaba cortar.
Me convenció Luis Sandrini, me llevó de paseo al zoológico y me explicó muchas cosas que aun recuerdo. Me dijo que él tuvo que hacer muchas cosas en su vida que no le habían gustado, pero que tuvo que hacerlas porque era un actor».
Compartió escenas con:
Luis Sandrini, Susana Campos, Claudio García Satur, Ricardo Darin, Olinda Bozán, Arturo Puig, Cristina del Valle, Osvaldo Miranda, Ernesto Bianco, China Zorrilla, Ignacio Quirós, Antonio Gasalla, Irma Roy y Arnaldo André, entre otros.
Algunos de sus trabajos:
«El profesor tirabombas», «Rolando Rivas, taxista», «Los chicos crecen» y «Los médicos», entre otras. En teatro se destacó en especial en «Usted se enamora de mí», y en TV en ciclos como «Después de clase», «El show de Elvira Romei y Marcelo Marcote», «La tarde de los chicos» y «Patolandia».
