Magia, humor y ventriloquía, con el sello único del Mago Giraldi

A través de esta disciplina, el joven artista avellanedesne, pudo superar momentos dificiles de su vida.

A menudo la vida nos pone a prueba con situaciones dolorosas. Llegamos a creer que el destino está prefijado, o como suele decirse, que las cartas ya fueron echadas. Es entonces cuando la fe nos trae la esperanza de que podemos ser nosotros mismos artífices de nuestro propio destino o bien, siguiendo la idea anterior, que somos capaces de barajar y dar de nuevo. Y de pronto, como por arte de magia, allí donde veíamos fuego aparece una paloma blanca, que nos ilumina y nos guía por el buen sendero.

Tal vez por eso, Emanuel Ignacio Santa Cruz supo, desde muy chico, que su lugar se encontraría arriba de un escenario y que su vocación artística lo llevaría a convertirse, años más tarde, en el Mago Giraldi.

«Llegó un momento en que me di cuenta que esto no era un hobby sino una gran pasión. La magia fue mi primer amor y, desde entonces, leí miles de libros, miré miles de videos… No paré de ensayar y me puse a estudiar y a perfeccionarme en esto que amo», expresó con una gran sonrisa el artista de la ilusión, nacido en el porteño barrio de San Cristóbal el 8 de abril de 1985 y residente en Avellaneda desde muy pequeño.

A los seis años, Emanuel ya cursaba en el IMEPA (Instituto Municipal de Educación por el Arte, de Avellaneda) y brillaba en lo artístico (dibujaba muy bien y tomaba clases de teclado). En paralelo, comenzó su otra carrera, la deportiva, integrando el equipo de gimnasia artística en Independiente, el club de sus amores.

Lo cierto fue que a los diez años tuvo su primera clase de magia y el idilio fue definitivo. Pero el deporte también ocupó un lugar importante en su adolescencia, ya que desde los doce, se había iniciado en karate, otra actividad que le apasionaba y en la cual también se destacaba.

Promediando la secundaria, que cursó en el Normal Nro. 5 de Barracas, Emanuel se recibió de mago profesional y por esa época, tuvo la suerte de ver a dos grandes referentes de la magia mundial: «René Lavand es para mí el mejor mago del mundo. Es increíble lo que hace con una sola mano. Pero cuando lo fui a ver a (David) Copperfield, no me gustó. Lo que había visto por televisión me había impresionado, pero en vivo, me decepcionó», sostuvo el Mago Giraldi, que también destacó entre sus preferidos a Juan Tamariz, de España y a Mirko, de nuestro país.

En ese ínterin, el joven Santa Cruz vivió un triste momento. El fallecimiento de su abuela significó el primer gran dolor de su vida.

A los dieciséis años, brindaba shows infantiles y a los dieciocho fue contratado por el legendario Café Tortoni donde ya realizaba su show «de salón», al tiempo que se presentaba en el patio de comidas del Centro Comercial de Avellaneda (Ex Auchán) o en la sede del «Rojo».

Siempre con la idea de redondear una imagen, porque paradójicamente tenía una personalidad de perfil bajo, Emanuel empezó la facultad, en la carrera de Relaciones Públicas. También estudió ventriloquía, algo muy novedoso para sus presentaciones.

«Tengo un muñeco gigante. Es un chino, el Sr. Lee, que es karateca». (Y sí, no pudo obviar su fanatismo por las artes marciales). «Mi primer muñeco «de colección» fue Gregorio. Después tengo un pájaro que se llama Coquito, y una máscara robotizada, que utilizo para hacer hablar a la gente en el show. Todo esto lo hace un espectáculo diferente», destacó el artista.

Y también agregó a su repertorio el teatro, que lo ayudó mucho en su desenvolvimiento artístico y escénico. «Comencé a estudiar en el Instituto del Teatro de Avellaneda, de la mano de la excelente docente Liliana Cappagli, donde luego de dos años hicimos la obra «Monos con Navajas», de Luis Sáez (nombrada de interés Municipal) y luego hice cursos breves en el teatro San Martín con la profesora Patricia Gilmour», apuntó Giraldi, quien a medida que transcurrían los años se iba profesionalizando más y más, cada día.

Más tarde, el Mago Giraldi daría otro paso ineludible en su carrera. El ingreso a la Entidad Mágica Argentina le posibilitaría conocer a sus grandes
maestros. «Estudié con los mejores maestros del país. Primero estudié en la Escuela Municipal de Magia de Avellaneda y luego me perfeccioné con Kartis «el maestro de maestros» y más tarde con Dr. Willy, que es mi director artístico», resaltó el mago ventrílocuo, al tiempo que agregó que «fue un antes y un después» haberse perfeccionado con ellos.

Pero de pronto, las luces del escenario se apagaron por completo y un telón grueso pesado se interpuso en el camino del cada vez más maduro artista. La muerte de su padre, Carlos, víctima de esa cruel enfermedad que Emanuel no quiere nombrar, fue un duro golpe que lo hundió en la depresión. «El se fue y no lo pude superar. Es más, el día de hoy, me pongo a hablar de mi viejo y me pongo a llorar (no hace más que decir esto y los ojos se le llenan de lágrimas). «Fue una pérdida muy grande», prosiguió, un poco más repuesto. «Mi mamá también había tenido leucemia, antes que mi viejo… Cuando a los 22 años me enteré de todo esto, y lo primero que pensé fue: me quedo solo», reconoció.

Tiempo después, Giraldi atravesaría la prueba más difícil de su vida. «Estuve muy enfermo. Tuve un accidente cerebro-vascular (ACV), a los 25 años.

Lo inexplicable en alguien sano y deportista, tenía una explicación científica. Resulta que un golpe recibido en karate le había formado una trombosis, que pasó de la aurícula derecha a la izquierda del corazón y «por suerte» viajó hasta el cerebro en forma de coágulo. Ese episodio sacó a la luz una patología congénita en su corazón de la que luego también fue operado. «Los médicos me salvaron la vida», afirmó el artista que, prácticamente, volvió a nacer.

Emanuel dejó el hospital en silla de ruedas, con la mitad derecha de su cuerpo paralizada. Pero la rehabilitación motriz fue completa, luego de tres meses, gracias a los estímulos «finos» de la cartomagia y el close up (magia de cerca).

Entretener para divertir
Los espectáculos del Mago Giraldi incluyen una serie de sketches humorísticos, el arte de la ventriloquía y la interpretación de distintos personajes. Durante 40 minutos, el público disfruta de variados trucos en un show central, entre los que se destacan el de las sogas al cuerpo (los espectadores lo atan y el mago logra escapar luego de unos segundos), el de una mesa que levita y el de los aros chinos, que mágicamente se entrelazan.

También se destaca el close up, con el manejo de infinidad de objetos, a centímetros del público.

«Mi anhelo es armar el número internacional, poder competir en un mundial de magia, y poder mostrar mi espectáculo, poder viajar, recorrer otros países, y reivindicar la magia en nuestro país, que está tan desvalorizada, además del hermoso arte que es la ventriloquia», señaló el entrevistado.

«También me encanta dar clases, algo que hice esporádicamente. Es algo que voy a empezar de lleno. Y por último, también tengo como objetivo tener prensa, para hacer tv, teatro y giras, y que se popularice más esto. No sólo lo mío sino la magia en general», añadió.

Esos son los proyectos que muy pronto pretende cumplir Emanuel, que cuando no está actuando en discos, en eventos privados, o en cenas-show, comparte su vida con sus afectos: Mirta, su mamá y Sheila, su hermana; aunque la mitad de su tiempo también se lo pasa en casa de su novia Lorena, que lo banca en todo.

Así termina la historia del gran Mago Giraldi, quien con su sello único ejecutó con maestría una prueba de escapismo real nunca antes vista y sorteó a la muerte dos veces en un mismo acto. Hoy, con 27 años recién cumplidos, está más vivo que nunca, apostando a disfrutar de las cosas simples de la vida y a difundir el arte que eligió como forma de vivirla, encantando al público con su carisma, divirtiendo con sus «voces» y personajes y sorprendiendo a todos con sus inigualables trucos.

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