Lucía Segovia y toda una vida dedicada a ayudar al prójimo

Hoy es Comandante Mayor del Cuerpo de Bomberos de Dock Sud.

Las Fiestas Patronales siempre tuvieron su particular colorido. A las actividades centrales de la Catedral de Avellaneda y que se replicaban en los distintos templos de la Diócesis, se le sumaba una multitudinaria procesión que convocaba a miles de vecinos e instituciones, que desfilaban por las calles céntricas saludando a la Virgen.

Hace ya varias décadas, una pequeña niña llamada Lucía miraba con asombro y fascinación, como todo niño, el paso redoblado de aquellas instituciones que marchan ante los ojos de toda una comunidad. Eran muchas las entidades, pero una despertó el interés y la curiosidad de esta niña.

Quizá tomada de la mano de su mamá, Lucía observó el porte del Cuerpo de Bomberos y, mirando a su madre, sentenció: “Yo algún día quiero estar ahí”.
Pasaron décadas y aquella frase que parecía haber quedado en el olvido, de pronto recobró significado. Aquella niña es hoy Lucía Segovia, la Comandante Mayor de los Bomberos de Dock Sud y primera mujer en llegar a un cargo de esa magnitud en todo el país.

“Hice toda la primaria y la secundaria, y seguí trabajando toda mi vida, en el Colegio Cristo Rey de Dock Sud, por lo que las Fiestas Patronales eran ‘la fiesta’”, le recordó la propia Lucía Segovia a La Ciudad.

Finalizado el secundario, la hoy Comandante Mayor de Bomberos sentía la necesidad de servir al prójimo de una forma más activa que muchos jóvenes de su época.

“Hoy hay muchos grupos juveniles que salen a la calle y hacen cosas por la comunidad, pero en aquella época no había”, comentaba. Para volcar toda su necesidad de “hacer”, en 1975 se acercó al cuartel de Bomberos de Avellaneda, donde comenzaría su exitoso voluntariado.
“De entrada me tomaron para organizar lo que en ese momento era la oficina técnica junto a otros dos cadetes y bajo las órdenes de un suboficial”, evocó Lucía al referirse a la primera tarea que le asignaron en el Cuerpo.

De a poco se fue empapando más en el tema y acercándose al por entonces destacamento de Dock Sud, ubicado a dos cuadras de su casa.

El destacamento de Dock Sud todavía dependía del Cuartel de Avellaneda Centro, hasta que en 1984 se produjo la explosión del buque petrolero Perito Moreno, hecho que desencadenó la necesidad de autonomía para responder con mayor rapidez y eficacia a eventuales siniestros de estas características.

“Esa autonomía se concretó en marzo del ’85, cuando yo ya contaba con diez años de experiencia en el Cuerpo de Bomberos de Avellaneda”, relató.

De ahí en más, Lucía Segovia arrancó la carrera operativa, aunque también administrativa porque los que tenían más experiencia se hicieron cargo de alguna manera del manejo del nuevo cuartel.

Consultada sobre sus comienzos, cuando no era habitual que una mujer cumpliera este rol importante en la sociedad como lo es el del bombero voluntario, Segovia recordó que por entonces era una entidad machista.

“Cuando iba a alguna capacitación, decían que había una mujer en el grupo, es como que había que anunciarlo”, deslizó. Sin embargo, reconoció que tuvo la suerte de vivir una época donde “la palabra de los superiores era muy respetada” y cuando éstos anunciaron que había una mujer en el grupo, “al que le gustaba… bien” y al que no, mala suerte, era lo mismo.

 

Hoy los tiempos han cambiado, la institución es más permeable y la mujer entra directamente, sin discriminación alguna. Más allá de eso, la mujer sufre otros problemas, como en cualquier sector de la sociedad.
“A nivel nacional se hace un Congreso de Género, donde nos reunimos personal femenino de todos los cuarteles. Ahí las chicas exponían su problemática que, si bien yo no las padecía en mi cuartel, existían”, aseguró, detallando que en algunos lugares las mujeres no logran tener puestos de jerarquía y siempre quedan relegadas.

“Solo un 16 por ciento del total país es personal femenino y nosotros, en Dock Sud, somos doce de un total de setenta”, destacó.

Al referirse al significado que tiene para ella ser Comandante Mayor, expresó que “es muy gratificante” y que “el cargo viene con su mochilita de responsabilidades”.

Lucía ahora tiene la responsabilidad de formar a los futuros bomberos en la Escuela de Cadetes, tarea que desempeña junto a su marido, también de larga trayectoria en la entidad, el Comandante Mayor Horacio Lalosevich.

“Capacitamos a los chicos de 12 a 17 años, para que después ingresen al cuerpo”, destacó.

 

De cal y arena

Con cuarenta años de vida bomberil, son muchas las cosas por las que debió atravesar Lucía Segovia, algunas dolorosas y otras más placenteras.

En ese sentido, destacó que hubo de las dos, pero “a veces las dolorosas marcan más”.
“Me tocó un servicio que cuando llegué había dos chicos fallecidos y, después de terminar con toda la operativa del incendio, me enteré que una era alumna del colegio, fue muy difícil de superar porque encima era de un curso que yo tenía a mi cargo”, evocó con voz entrecortada como reviviendo la misma tristeza de ese entonces.

En cuanto a lo gratificante, sin duda es el reconocimiento de la gente, como aquel día en que se le acercó una mujer en un desfile y le dijo: “Usted no se acuerda de mi, pero yo le agradezco tanto”, al referirse a aquella vez, en épocas donde los colectivos no andaban toda la noche y los remises no existían, y ella embarazada se acercó al cuartel para que la ayudaran a llegar a la Capital para recibir atención.

“Una mujer que estaba de paso y a la que ayudamos porque había sufrido un accidente, al tiempo publicó una nota de agradecimiento en Clarín”, contó al referirse a una de las tantas satisfacciones.

Además, recuerda con alegría cuando cada Día del Niño salen a repartir caramelos y los muchachos del cuartel se disfrazan de payasos para llevar un momento único e inolvidable a los niños del barrio. Tan único e inolvidable como aquel día en el que, en un desfile de Fiestas Patronales, la pequeña Lucía vio pasar a su “futuro” por delante de sus propios ojos.

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