“Los chicos querían ser  Superman, yo quería ser Tyson”

Fernando “Pumita” Martínez es uno de los clasificados en boxeo para los juegos olímpicos de Río de Janeiro 2016. El mundo del pugilismo habla de este vecino de Avellaneda, que nació en La Boca y como todo gran campeón tuvo que besar la lona para levantarse más alto que antes.

 



“Es maldito. Le gusta pegar, lo disfruta”. Así definió a Fernando Martinez una eminencia del boxeo mundial. “Jaja… no se…” dice una de las grandes promesas del boxeo argentino mientras sonríe y se le cristalizan los ojos, pero respira y casi tímido reconoce su agresividad arriba del ring.

Todos en el mundo del boxeo hablan de Fernando “Pumita” Martínez, que acaba de ganar ampliamente el preolímpico que le dio el pasaporte a Río de Janeiro 2016, mostrando un alto nivel de boxeo y confirmado su chapa de firme promesa mundial del deporte de los puños.

“Nací en la boca, en el hospital Argerich, vivíamos en calle Olavarría con toda mi familia, somo 12 hermanos y yo soy el cuarto, hay 3 varones mas grandes que yo”, cuenta el pibe que recorrió el mundo meta piñas y volteada de muñecos. “Yo desde muy chico le decía a mi viejo que quería boxear, pero en la FAB recién se podía a los 14 y yo tenía 11 años, pero una vez mi papá fue al club Unidos de Pompeya y le dijeron que que vaya, que no había problemas con la edad, y al otro día fuimos”.

Hay fechas que cambian la historia. En la sociedad así como en la vida individual, determinados días quedan grabados en la memoria como punto de inflexión entre algo que se cierra y una etapa que comienza. “El primer día que fui a entrenar era un 19 de diciembre, nos fuimos a Constitución y compramos ropa para entrenar, empecé ese día y no paré más. Yo estaba emocionado, no lo podía creer, ya quería boxear, ya quería ser profesional, pelear por el título, quería ser grande para pelear. Me re gustó, miraba a los chicos más grandes, todos muy buena onda, en el boxeo te encontrás con gente humilde, muy buena”.

Con poco más de una década de vida, este pibe se convirtió en el niño mimado del histórico gimnasio de Pompeya, cuna de grandes campeones y ring testigo de emocionantes peleas. “Yo era muy infantil, era muy chico, no sabía lo que era, miraba boxeo en la tele y quería ser así. Veía en la tele a los superhéroes y todos los chicos querían ser súperman, yo quería ser Mike Yyson. Con mi viejo y mi vieja mirábamos mucho boxeo, cuentan que yo tenia 8 ó 9 meses, ni hablaba y ponían boxeo en la tele y me quedaba mirando y cuando cambiaban me ponía a llorar”.

El destino llega cuando uno lo busca, como una dura metáfora de un embudo donde todo lo que pasa se direcciona hacia una sola salida. “Sin el boxeo mi vida no tendría motivos, no se hacer otra cosa que boxear, pareciera que antes que naciera ya era boxeador. Estudie hasta primer año, pero a los 17 me llamaron para la selección, empecé a viajar, entrenaba en el CENARD tuve que dejar la escuela, me gustaría retomarla, quiero estudiar, quiero saber, como me dice Rodrigo Calabrese mi entrenador. Me gustaría estudiar educación física”.

Más allá de la fiereza desplegada en los rings del mundo, el Pumita Martínez no pierde la emoción y se permite ilusionarse. “El año que viene ya voy a estar peleando como profesional, me quedé esperando por los juegos olímpicos. A veces no quiero ni pensar lo que me pasa, estar en una olimpiada, lo espere toda mi vida, es un sueño, no quiero ni pensarlo, es una cosa tan grande que sentís por dentro que no sabes que pensar”.

El verdadero campeón conoce el olor de la lona. Cuando abrís los ojos, respirás el plástico con olor a tierra, y entre el mareo con sombras y luces indescriptibles ves a tu rival de pie esperando la cuenta, te das cuenta que no podes caer mas bajo. Te queda levantarte o escuchar el campanazo final. “Me jodió cuando estuve mucho tiempo parado. Estaba en mi mejor momento, en la selección, fui a campeonatos mundiales, me convocaron a la World Series Boxing, donde van los mejores de cada país, había sacado medalla de bronce en Colombia en un sudamericano. Les gané a un ecuatoriano muy experimentado y a un búlgaro que había sido campeón mundial. Estaba cerca de pelear por el titulo mundial, me dijeron que iba a ganar mucha plata y me entrené demasiado, me sobreentrené, me arruiné, me dejé llevar por la plata, una semana antes hacía sombra y me cansaba, no lo podía creer, y cuando fuimos a pelear no hicimos calentamiento porque me cansaba, me ahogaba, el otro se movía y boxeaba bien y me ganó, ahí se me cayó todo, aflojé a partir de ahí. Después me rompí un dedo, tenia 6 meses de recuperación, se me cayó el mundo abajo, me había mudado, me había juntado, vivía a una cuadra de mis viejos y no iba, me quedé encerrado como 3 meses sin salir, no hacía nada, me agarró por tomar alcohol perdí una parte de mi vida, tomaba y quería estar tranquilo pero todo me molestaba”.

La lesión y el parate lo llevaron a la lona. El entorno social contribuyó a que cueste cada vez más volver a levantarse. “Me había bajoneado mucho, el alcohol me fue perdiendo, estaba como descarrilado, tenía un auto y no podía mantenerlo, tenía multas, lo choque porque iba siempre a los chapazos. Le doy gracias a dios que me paso todo a los 19 años. Mis hermanos más grandes estaban los 3 presos. Mis hermanos y hermanas menores estudian, uno juega al futbol, yo soy como su ejemplo, mis hermanitos me ven como yo entreno y ellos hacen lo mismo”. Paradójicamente, el boxeo convirtió a este pibe agresivo y rebelde, en la oveja blanca de la familia, porque terminó siendo el norte de sus hermanos más chicos y torciendo así las raíces de un árbol que crecía torcido.

“Osvaldo Bisbal (expresidente de la Federación Argentina de Box) me ayudó mucho, me sacó del pozo. Hice dos peleas en la FAB y otra en Luna Park, ya estaba de nuevo en ritmo, me llamaron de la selección, me convocaron de la APB donde son elegidos los mejores amateurs del mundo”, y así comenzó el Pumita la reconstrucción de su vida tanto arriba como abajo del ring.

A 20 años de la última medalla olímpica en boxeo Argentina parece tener en Fernando Martínez una chance más firme que nunca. “Al preolimpico fui a buscar la de oro, se cumplieron las metas, dejé todo, jugaba mi vida ahi, mi reputación, todo lo que me vine sacrificando, y se dio, la gente se volvió loca. Ahora mis metas son otras: ir por la medalla de oro en Río y después por el titulo del mundo en APB, lo tengo ahí, este año es mío, empecé con todo, el año pasado fue un año terrible, falleció mi viejo y me pasaron cosas que me hicieron pisar tierra. Siento que no se me fue viejo, como que se me aparece, me largo a llorar y no se por qué, trato de pensar en mi vieja, mi hija de 3 años, y es mi familia la que me da la fuerza, son fanáticos míos”.

El pequeño gigante que ahora vive en Avellaneda deja su sonrisa de lado y las cejas se le juntan en el centro de la cara cuando habla de las peleas perdidas. “Si pierdo me tienen que ganar bien. No me gusta perder. Como que me da mas fuerza perder y sé que tengo que trabajar mas. La primera pelea que hice fue con Alberto Melian, perdí y me dio mucha fuerza para seguir entrenando. Tenia 14 años y él 15, después entramos juntos a la selección, hicimos 4 peleas y estamos 2 a 2”.

El amigo lector ya sabe quien es el Pumita en el presente, pero ¿Quién va a ser Fernando Martínez? “El próximo campeón mundial, campeón olímpico y campeón mundial APB, voy por todo…”.

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