La semana de Mayo de 1810

Escribe: Rudi Varela

Sabemos que las Invasiones Inglesas, no fueron Inglesas solamente sino Británicas, pues estaban también ejércitos de Irlanda del Norte, Escocia y Gales. Que tampoco fueron dos, sino solamente una, en dos etapas a Buenos Aires.

Después de haberlos vencido el 12 de agosto de 1806, a los 77 días tomaron Maldonado y el 3 de febrero de 1807 a Montevideo en la Banda Oriental del Río de la Plata, lo que demuestra que la invasión siguió y que desde Gran Bretaña le enviaron más tropas a cargo de Sir Samuel Auchmuty para invadir Buenos Aires al año siguiente.

Estas reflexiones sobre los Bicentenarios, después de estudiar más profundamente “nuestra Independencia”, llegué a la conclusión que el 1ero. de enero de 1809 Álzaga había preparado infructuosamente la misma “revolución” que la del 25 de mayo, que se asemeja más a una “rebelión contra el Virrey”, pues la Junta Provisoria siguió obedeciendo al Rey de España, Fernando VII aunque estuviera cautivo. Francia había invadido España y colocado como Rey a José Bonaparte.

¡ El 25 de mayo de 1810 logramos la Libertad civil, no la política!. Para nuestra Independencia hubo que esperar seis años más.

Este estudio se apoyó en los trabajos de los historiadores Adolfo P. Barba sobre las Actas del Cabildo y de la recopilación de Narciso Binayán (1960), Jorge Gabriel Olarte (inédito 2006) y Roberto L. Elissalde (2009).

Lunes 21 de Mayo
Hubo una gran conmoción en las calles de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata desde 1776. La población, portando en sus sombreros un retrato del Rey Fernando VII, se había convocado frente al Cabildo pidiendo un ¡Cabildo Abierto!!… ¡Cabildo Abierto!

Previamente se habían reunido en el Café de los Catalanes (hoy San Martín y J. D. Perón, esquina N.O.) y en el Café de Marco (actual Bolívar y Alsina, esquina N. E.)
Dos diputados del Cabido, Manuel Ocampo y Andrés Domínguez fueron a llevar el pedido formal al Fuerte donde se hallaba el Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros para convocar al Congreso General; cuando regresaban, el pueblo, a la una de la tarde, había invadido la Plaza del Cabildo donde ya no quería solamente el cabildo abierto, sino también la deposición del Virrey.

Mientras tanto, en la casa de Nicolás Rodríguez Peña (hoy Bartolomé Mitre 870) estaban reunidos los directores del movimiento y cuando se enteraron lo que había ocurrido con el pueblo frente al Cabildo, mandaron a buscar al Comandante de Patricios Cornelio Saavedra.

Al oír este tumulto, el Síndico Procurador del Cabildo Doctor Julián de Leyva les rogó que se calmasen, que el Virrey Cisneros estaba preparando una nota en la cual, accediendo, decía”…solo se permitirá entrar a los vecinos de distinción que acreditasen haber sido llamados por el Cabildo…”

De este modo, ante la presión del pueblo, el virrey debió consentir que se realizase el “Congreso General” , que recordamos como Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 – Que al decir de Vicente Fidel López fue “cerrado” y no “abierto” porque solo fue permitido para 450 invitados (1) sobre los 4.500 que tenían tal condición.

Martes 22 de Mayo
Los miembros del Cabildo para influir a los asistentes, dieron a conocer una proclama para impedir que el pedido triunfase. Traducido al léxico actual ella decía “ …las últimas noticias de los desgraciados sucesos de nuestra Metrópoli (España), comunicadas al público por orden de este Superior Gobierno, han contristado sobre manera vuestro ánimo, y os han hecho dudar de vuestra situación actual y de vuestra suerte futura. (2) Agitados de un conjunto de ideas, que os han sugerido vuestra lealtad y patriotismo habéis esperado con ansia el momento de combinarlas para evitar toda división, y vuestros Representantes, ( ) y que desean con el mayor ardor conservar el orden y la integridad de estos dominios bajo la dominación de Don Fernando VII, han obtenido del Excmo. Señor Virrey permiso franco para reuniros en un congreso.

Ya estáis congregados: hablad con toda libertad, pero con la dignidad, que os es propia, haciendo ver que sois un pueblo sano, noble, dócil y generoso. Evitad toda innovación o mudanza, pues generalmente son peligrosas y expuestas a división. No olvidéis que tenéis casi a la vista un vecino, que acecha vuestra libertad (Virreinato Portugués en Brasil), y que no perderá ninguna ocasión en medio del menor desorden.

Tened por cierto, que no podréis por ahora subsistir sin la unión con las Provincias interiores del reyno, y que vuestras deliberaciones serán frustradas, si no nacen de la Ley, ó del consentimiento general de todos aquéllos Pueblos.
Este bando estaba firmado por: “Juan José Lezica, Martín Yañiz, Manuel Mansilla, Manuel José de Ocampo, Juan de Llano, Jaime Nadal y Guarda, Andrés Domínguez, Dr. Tomás Manuel de Anchorena, Santiago Gutiérrez, Dr. Juan de Leyva, Licenciado D. Justo José Núñez, Escribano Público y de Cabildo”.

Frente al Cabildo había una gran cantidad de gente y en sus Memorias el Brigadier Saavedra expresó (4). “La plaza Mayor estaba llena de gente y se adornaba, ya con la divisa en el sombrero, de una cinta azul y otra blanca, con el primor de que todo aquel conjunto de pueblo no se vio el más ligero desorden”
Mientras que el Dr. Manuel Belgrano escribió: “Allí presidió el orden, una porción de hombres estaba preparada para, a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a ofrecérseme, pero nada fue preciso, porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro”.

Desarrollo de la reunión y la votación
De las 450 invitaciones, solo concurrieron 251 personas. Ante un viento frío y una pertinaz llovizna en la plaza, la reunión se llevó a cabo en el piso alto del Cabildo, con el estrado en el extremo Norte con bancos y sillas de la Catedral y de tres Iglesias más, desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche. Entre comidas, vinos, chocolate, bizcochos, se gastaron 85 pesos y 82 reales. Se decidió que la votación fuese pública en voz alta para ser escuchada por todos, ante el escribano Dr. Justo José Núñez.

Si bien hablaron muchos oradores, hubo cuatro personas que determinaron el resultado del debate. El obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega expresó que en caso de quedar subyugada España por los franceses, los españoles que estuvieran en América debían tomar el mando con el Virrey bajo el legítimo Soberano Fernando VII. Palabras que fueron rebatidas por el Dr. Juan José Castelli, quien citando las Leyes de India le respondió que América pertenecía al rey español y no a España y, por lo tanto, el virrey debía cesar en el mando y nombrar una Junta en Buenos Aires (como había en España). El fiscal de la Real Audiencia Dr. Manuel Genaro de Villota le dio la razón a Castelli, pero luego preguntó: “¿Quiénes somos los vecinos de Buenos Aires para resolver lo que compete al virreinato entero?”.

Entonces, cuando todo parecía perdido para los patriotas que promocionaban la rebelión contra el Virrey, tomó la palabra el Dr. Juan José Passo, aceptando lo expresado por Villota, pero dando un giro magistral a su exposición expresó que como la caída de España no permitía pérdida de tiempo, Buenos Aires, como hermana mayor en ausencia de las menores, presumiendo su voluntad, obraría en consecuencia y ellas posteriormente aprobarían o desecharían lo actuado (5). Una ovación y una salva de aplausos se escucharon al finalizar sus palabras. El grito de “!Abajo Cisneros!” se escuchaba por todo el Cabildo.

La votación de 225 votos finalizó cerca de la medianoche, es decir que se habían retirado 26 de las 251 personas que concurrieron, por lo que dejaron para el día siguiente a las 3 de la tarde el recuento de votos.

Miércoles 23 de mayo: Cómputos de la votación
El cómputo de la votación dio 161 votos (71,6 %) que debía cesar el mando del virrey y subrogar el poder del Cabildo en la formación de la Junta, y por su continuidad 64 votos (28,4 %) (6).

Votaron 68 Militares, 43 Comerciantes, 34 Vecinos, 33 Funcionarios y Miembros de la Real Audiencia, 21 Eclesiásticos, 14 Alcaldes y 12 votos entre Escribanos, Contadores, Médicos y Licenciados.

Por la cesación del Virrey
De los 161 votos por la cesación del Virrey y la formación de la Junta votaron:
1) A pedido de Saavedra hasta la constitución de la Junta Porteña por el pueblo (17 votos).
2) Hasta la constitución de la Junta Porteña por el pueblo con voto activo y decisivo por
el Síndico (81 votos).
3) Hasta la constitución de la Junta o del Cabildo (37 votos)
4) Hasta la constitución de la Junta Provincial del Virreinato (18 votos)
5) Votos singulares (8 votos)

Por la continuación del Virrey
De los 64 votos por la continuación del Virrey votaron:
6) Que continúe el Virrey sine die (4 votos)
7) Que el Virrey pase el mando al Cabildo para nombrar una Junta de vecinos (5 votos).
8) Que continúe el Virrey asociado con el Síndico y con el Alcalde de 1er. Voto (41 votos).
9) Que continúe el Virrey asociado con el Síndico y otros (14 votos).

La jugada política del Síndico Julián de Leyva
El Síndico Procurador del Cabildo Julián de Leyva (a) consideró descabellada la idea de apartar a Cisneros del mando. Como en 142 votos, es decir el 56 %, se le había otorgado a él el “voto decisivo” llegó a estas conclusiones: que la Junta Gubernativa sería designada por el Cabildo y que dicha Junta sería provisional hasta ver el voto de los diputados del interior.

Creyó encontrar en el voto del presbítero Bernabé de la Colina donde proponía “… que por un principio de equidad y atendiendo a la unidad ( ) de esta capital con los pueblos del interior, debe permanecer el actual gobierno para satisfacción del vecindario asociando al Virrey como Presidente cuatro individuos; uno del estado Eclesiástico, otro del Militar, otro profesor de derecho y el último del comercio, elegidos por el Cabildo hasta que se reúnan los votos de las Provincias y en caso que gane la deposición del virrey, que la elección lo releve el Cabildo”· (7)
Informado Cisneros de esto, por el Alférez Real Manuel José de Ocampo y don Tomás M. de Anchorena, contestó: … “me presto desde luego a adoptar lo que me proponen pero considero ser el único capaz de restablecer la tranquilidad pública y la confianza general en que tanto me intereso… “ (8) Pero agregó que el bastón no lo entregaba pues lo debía tener como Teniente General, aunque no como Virrey, pues nadie tenía facultad para degradarlo.

Con gran habilidad, Julián de Leyva y los miembros del cabildo porteño, habían distorsionado a su antojo la decisión mayoritaria de la tomada el 22 de mayo.
Una nota discordante del pueblo fue que rompieron los vidrios de la casa del fiscal Villota.

Consulta a los Jefes de Regimientos
Antes de ordenar la fijación del bando en las paredes de la ciudad, los cabildantes consideraron consultar a los jefes de los regimientos. Cercano a la medianoche de ese día tuvo lugar la reunión. Informado los comandantes de que el pueblo estaba nuevamente en conmoción , tomó la palabra don Martín Rodríguez, jefe de Húsares, diciendo con voz exaltada que aquello tenía: “El aire de una traición contra lo que el pueblo había votado y resuelto; que incluir al virrey en la Junta, y nada más ni nada menos que como presidente con el mando de la fuerza y demás regalías, cuando el pueblo había dicho bien claro que se le separase del mando, era afrentar a ese pueblo y reducirlo al último papel de idiota y esclavo. Que no sabía lo que pensarían los demás comandantes, pero que él no respondía de su gente ni de su cuartel”. José Ignacio de la Quintana, jefe de Dragones, condicionó su conducta a la de los Patricios y Arribeños. El jefe de este último cuerpo, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, se pronunció a favor de la voluntad del pueblo. Martín Rodríguez insistió en su actitud diciendo que, de aceptarse el nuevo gobierno tendrían que hacer fuego en muy pocas horas “…contra nuestros hermanos, contra nuestro pueblo.

Nuestros mismos soldados nos abandonarán”. Agregó que todos pedían la destitución del virrey y él, el primero. Y reclamó la palabra del Jefe de Patricios. Saavedra comenzó por expresar su respeto y su aprecio al señor Cisneros, pero condicionaba su resolución final a una consulta que habría de celebrar con “…sus amigos, hombres de juicio y responsabilidad, quienes influían, en definitiva, sobre el pueblo y la gente de los cuarteles”. Saavedra concluyó su alocución, expresando que al día siguiente definiría su actitud.

Jueves 24 de Mayo: Conocimiento del fraude que querían hacer el Cabildo y el Virrey
Según Vicente Fidel López, hijo del creador del Himno Nacional Vicente López y Planes en su libro “La Semana de Mayo de 1810” habría sido el escribano del Cabildo Justo José Núñez quien informó a Juan Antonio Escalada lo tramado por Julián de Leyva, el Cabildo y el Virrey Cisneros.

A la casa de Rodríguez Peña llegó la noticia de los acompañantes del Virrey, que serían el Jefe de Patricios, Cornelio Saavedra, el Rector de la Parroquias de Montserrat, Dr. Juan Nepomuceno Sola, el comerciante José Santos de Incháurregui y el Dr. Juan José Castelli.

Pero el asunto no conformó a nadie, fuese cual fuese su profesión. Informes posteriores llegado a lo de Rodríguez Peña, confirmaron que en la madrugada del 24 de mayo se fijarían los bandos que anunciaban a la población lo resuelto por el Cabildo.

Entonces French y Beruti se despidieron y marcharon “… para esparcir la alarma en los cuarteles, y colocar gente que arrancara los bandos de las esquinas y de las manos de los que los anduviesen fijando”.

El bando que informó al pueblo y el juramento del nuevo gobierno
El bando del Cabildo decía así: “Considerando los graves inconvenientes y riesgos que podrían sobrevenir a la seguridad pública si fuese absolutamente separado del mando el Excmo. Señor Virrey de estas provincias, pues ellas podrían o no sujetarse a semejante resolución, debemos mandar y mandamos que continúe en el mando el señor virrey con voto en ella, conservando su renta y altas prerrogativas de su dignidad mientras se erija la Junta General del Virreinato”.

La noticia, si bien conocida por gran parte de los patriotas, causó gran desconcierto pues inquietantes rumores recorrían las calles nuevamente y en los cuarteles militares comenzó a vivirse un clima de gran tensión. Pese a eso, esa tarde, a poco del mediodía tuvo lugar en el Cabildo la ceremonia del juramento.
Mientras tanto, los efectivos de los regimientos reforzados por centenares de voluntarios, estaban con el arma, listos para lanzarse a la acción, mientras los “chisperos” de French y Beruti, desbordados en la plaza, proclamaban su indignación con estrépito.

Conmoción militar y del pueblo
Lo que pasaba en el centro, tuvo resonancia en lo de Rodríguez Peña. Reunido allí el grupo más activo de patriotas, se decidió que algunos de ellos, entre quienes se encontraban Matías de Irigoyen y Feliciano Chiclana persuadieran a los oficiales y a la tropa de Patricios que se calmaran y que esa noche no hicieran nada, pero que estuvieran listos para actuar al día siguiente, en que se pasaría una “representación” al Cabildo con los componentes de la nueva Junta de Gobierno que el pueblo quería.

La población disconforme no fue a la plaza, sino a los cuarteles de Las Temporalidades a pedir que los militares salieran a la calle; los Patricios se habían acuartelado, a los pocos minutos los Arribeños y Andaluces siguieron su ejemplo.

El elegido para la Junta Juan José Castelli, fue citado a la casa de Rodríguez Peña y después de un cambio de ideas con los allí reunidos, prometió influir para que el gobierno efectuara una nueva consulta popular. Se habló abiertamente de marchar sobre el Fuerte y derrocar al gobierno por medio de las armas; para evitar un derramamiento de sangre, que ya aparecía como inevitable, una delegación de oficiales de Patricios, se dirigieron al Fuerte a las ocho de la noche para imponerle de la situación al Jefe Saavedra, quien se sintió muy dolido por lo resuelto por sus hombres, aunque los comprendió.

Ante esta verdadera conmoción militar que amenazaba desbordarse de un momento a otro, Saavedra le expresó a Cisneros que los jefes militares no aceptarían sus órdenes mientras él permaneciera en la presidencia de la Junta gubernativa con mando de tropas. Cisneros, encolerizado se negó a hacer esto último, alegando que no sería un segundo Rafael de Sobremonte, en clara alusión al Cabildo abierto del 14 de agosto de 1806 que le confirió el mando de las tropas al capitán de navío Santiago de Liniers.

Renuncia de la Junta
A las nueve y media de la noche del jueves 24 de mayo de 1810, volvió Castelli al Fuerte y le dijo a Cisneros que ante el giro de los acontecimientos, había decidido renunciar a su cargo de inmediato. El gobernante español luego de escucharle, respondió: “Esperemos a mañana”. “Es inútil y es imposible; -respondió Castelli- no hay tiempo: la borrasca está encima, revienta por momentos y nosotros no podemos separarnos de la línea en que nos colocan nuestros compromisos y lo que le debemos a la tierra en que hemos nacido”. Cisneros se levantó, comenzó a pasearse por el salón y como vio que Saavedra y Castelli, se levantaban para retirarse de la fortaleza para marchar hacia el Cabildo para dimitir, expresó: “¡Renunciemos todos, entonces!”

Como si hubiera estado esperando esas palabras, Castelli se sentó en su escritorio, tomó la pluma y luego de un agrio intercambio de opiniones entre él y Cisneros por si se trataba de “todo” o “parte” del pueblo el que los repudiaba, escribió que se debía proceder a la elección de otras personas que “… puedan merecer la confianza del pueblo, supuesto que no se la merecen los que constituimos la presente Junta”. Así, todos los integrantes del efímero gobierno procedieron a firmar sus renuncias en un pliego lacrado con el sello de estilo.

De ese modo, en las últimas horas de la noche, Saavedra y Castelli se retiraron del Fuerte de Buenos Aires; ambos patriotas se despidieron en la Plaza de la Victoria: Castelli retornó a la casa de Rodríguez Peña y Saavedra hacia el cuartel del Regimiento de Patricios, para informar a los soldados que se había disuelto la Junta. Al entrar a dicha unidad militar, hubo un pequeño tumulto con algunos de ellos, pero al explicarles su Comandante lo acontecido hacía instantes, la calma renació como por encanto y con ella, la disciplina que estaba muy resquebrajada.

Viernes 25 de mayo
Temprano, un grupo de patriotas encabezados por Manuel Belgrano, Feliciano Chiclana, Domingo French, el padre José Ignacio Grela, Francisco Planes, reunidos con los que se encontraban en la casa de Rodríguez Peña, decidieron actuar y salieron gritando “¡Al Cabildo, al Cabildo…!”

En esas circunstancias concurrió gran cantidad de personas a los corredores de las Casas Capitulares y algunos diputados se apersonaron en la Sala exponiendo que el Pueblo se hallaba disgustado, que de ninguna manera se conformaba con la elección del Señor Cisneros como Presidente de la Junta y mucho menos con el mando de las armas. (…) Acordaron se cite a todos y que inmediatamente comparezcan en esta Sala Capitular y se les pasó la esquela siguiente: “Ofreciéndose tratar asunto muy urgente e interesante al bien común en este Cabildo, suplica a V.S. con el mayor encarecimiento se digne concurrir a su Sala Capitular hoy veinticinco a las nueve y media de la mañana lo que quedará reconocido”.

Comparecieron puntualmente a la hora señalada don Francisco Orduña, Comandante de Artillería; don Bernardo Lecoc, de Ingenieros; don José Ignacio de la Quintana, de Dragones; don Esteban Romero, 2do. de Patricios; don Pedro Andrés García, de Montañeses ; don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, de Arribeños; don Juan Florencio Terrada, de Granaderos de Fernando VII ; don Manuel Ruiz, de Naturales ; don Gerardo Esteve y Llac, de Artilleros de la Unión; don José Merelos , de Andaluces ; don Martín Rodríguez , de Húsares del Rey; don Lucas Vivas , del 2do. Escuadrón de Húsares; don Pedro Ramón Núñez, del 3ero. ; don Alejo Carter, de Migueletes y don Antonio Luciano Ballesteros, de Quinteros.
A las nueve de la mañana ya estaba presentada la renuncia. ¿Qué hicieron los cabildantes al tomar conocimiento de la misma ?… Tuvieron el valor de rechazarla, respondiéndole de esta manera: “Desde que los individuos de esa respetable Junta prestaron el juramento (el día 23) de desempeñar fiel y legalmente el cargo que se les ha conferido por este Cabildo en virtud de las facultades que le confió el Pueblo, nos hemos encargado de la autoridad que residió en nosotros, y que anteriormente tenía el Señor Virrey, de la cual no tenemos facultad para desprendernos…”

Tratado el tema, cada parte con sus ponencias, al cabo de un gran rato salió al balcón principal del Cabildo el Síndico Julián de Leyva. Viendo congregado un corto número de gentes, con respecto al que se esperaba, inquirió que dónde estaba el Pueblo; después de varias contestaciones dadas por los que allí se habían apersonado, se oyeron las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia para que la ciudad no experimentase desastres, sería ya preciso echar mano de los medios de violencia; que las gentes, por ser hora inoportuna , se habían retirado a sus casas, que se tocase la campana del Cabildo y que el pueblo se congregaría en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si faltaba el badajo y no se hiciere uso de la campana (había sido quitada por Liniers), mandarían ellos tocar generala y que abrieran los cuarteles , en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar. Los señores del Cabildo, viéndose conminados de esta suerte y con el fin de evitar la menor efusión de sangre, pidieron se leyera el acta y que los concurrentes expresasen si aquella era su voluntad.

Seguidamente se leyó la elección de la nueva Junta preparada en la casa de Rodríguez Peña y firmada por 401 personas, la que quedó constituida así: como Vocal Presidente y Comandante General de Armas Cornelio Saavedra; Vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea; Secretarios: Juan José Passo y Mariano Moreno.

Leído el pedimento, gritaron a una, que aquello era lo que pedían y lo único que querían se ejecutase.

Asunción del primer gobierno patrio
El “Acuerdo del 25 de Mayo de 1810” es muy poco conocido. No lo incluimos por falta de espacio. Se ejerció la solemne jura y se dirigieron a su lugar de trabajo en el Fuerte de Buenos Aires.

El gobierno se ejerció hasta agosto de 1812 explícitamente a nombre de Fernando VII. Después no.

Esta rebelión tuvo una evolución que la convirtió en revolución.

El pueblo reunido frente al Cabildo el 25 de Mayo de 1810, algunos con paraguas. El historiador

Jorge Olarte dice que en 1795 ya había de hule y en 1810 figuraban entrados en la goleta “Juliette” 100 paraguas.

Carlos Moreno, “Las cosas de la ciudad, Buenos Aires”, 1997. pág.- 85
Grabado francés con la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII que a su vez abdicó en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón. (Ver archivo en maquina 2)
Carlos Moreno ”Las cosas de la ciudad”, Buenos Aires, 1997, página 81.

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