La memoria, estructura fundante de lo psíquico

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

La memoria nos permite relacionarnos desde el presente, con el pasado y proyectar nuestro futuro. Sin la memoria, no podríamos aprender y construir el conocimiento.

En cada momento de nuestras vidas, nos enfrentaríamos con circunstancias vitales, que, sin memoria, viviríamos como nuevas y como desconocidas. La falta de memoria en los seres humanos, haría imposible la transmisión de todas las adquisiciones que ha ido construyendo el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad, en el campo de la ciencia, en el arte, o en el campo de la tecnología, desde su aparición, hasta la actualidad. Es decir, el hombre no podría sobrevivir si no tuviera memoria, y la humanidad, no podría construirse sin memoria. La memoria, como posibilidad de disponer del orden de la temporalidad, de hacer presente, o de representar el pasado, o de imaginar el futuro, es imprescindible para el desarrollo de la experiencia actual. Como actualidad de lo vivido, otorga al presente, lo que el presente del pasado requiere, recogiendo la historia de cada hombre, para poder construir el aquí y ahora. Desde la mitología en la antigua Grecia, observamos la importancia que se le otorga a la memoria en la construcción del conocimiento y la construcción de la humanidad. La diosa de la memoria, Mnemósine, es la madre de las nueve musas que presiden el conocimiento.

Así es que, la memoria se convierte y es, estructura fundante, de lo psíquico, y de la organización social, valiéndose del lenguaje para mostrarse en el mundo. Es en el envejecimiento, normal o patológico, de la memoria, que el comportamiento humano, desde su funcionamiento particular muestra su proceso de desorganización.

Las fallas en la percepción, los procesos fisicoquímicos alterados de los procesos memorativos, son el punto de partida de una estructuración existencial sin sentido, en la que ya no se puede disponer del mundo propio, y del mundo compartido. La memoria es una función, estrechamente ligada a la integración de la personalidad.

La memoria, al registrar la totalidad de las vivencias, contribuye a poner los cimientos de la estructura psíquica. La memoria es la historia del hombre, historia esencialmente personal, pero esta memoria, tiene un sentido, que concuerda con la significación dada a la vida, por eso la ordenación de los recuerdos, expresa la ordenación del todo de la personalidad. Nuestros recuerdos nos configuran, y nosotros configuramos a nuestros recuerdos. Para comprender esto, basta pensar en el distinto sentido que van cobrando las antiguas vivencias, en la medida que penetran en diferentes actualizaciones, circunstancias y transformaciones del hombre. Podríamos aun añadir, que la forma en que el hombre asume su presente, pone en evidencia, la forma en que es capaz de asumir su pasado, y proyectar su futuro.

La dimensión temporal, se revela como instancia estructural, como proceso integrativo, permitiéndole al hombre la identidad, que posee una trayectoria sin interrupción, entre los límites del nacimiento y de la muerte. La memoria es la biografía de uno mismo. Cómo poder ir siendo uno mismo, diferente a los demás, sin una biografía propia, con una biografía sin sentido y sin memoria personal. La memoria va permitiendo la construcción de lo que cada uno de nosotros podrá ir siendo, lo que cada uno de nosotros va a ser. Cada uno de nosotros va asistiendo a los diversos hitos que se hunden en el pasado, que son entonces, memoria, y que reservan la característica de lo en sí, cumplido e inmodificable.

La actualización del pasado, en virtud de la memoria, es un nuevo acto, y por ende, una nueva experiencia. El hombre, merced a su imaginación, es capaz de realizar una función mágica, susceptible de modificar lo que ya fue, pero este acto mágico, tiene lugar en un presente, que forja una nueva vivencia transformadora de lo que es en sí mismo, intransformable. Vivimos más en el futuro que en el presente, pero falta añadir, que también vivimos más en el pasado que en el presente, en cuanto intentamos transformar aquella urdimbre adherida a nuestra existencia.

No se puede construir persona, ni nación, ni pueblo, sin memoria. Perder la memoria, es perderse a uno mismo, la memoria permite un ordenamiento existencial y nos lleva a una organización personal y social. La memoria es la función instrumental que asegura el registro de las vivencias, de su almacenamiento y su restitución. Podemos decir, que para el hombre, la memoria, no solo es reproducir lo que del pasado se necesita, sino, que es reconocer dicho pasado en la evocación, es vivenciar el pasado con sentido.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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