La mujer, de 72 años, junto a sus dos hijas María Silvina, de 41 y María Valeria de 36, también sobrevivientes, llegaron esta tarde al aeropuerto mendocino Francisco Gabrielli donde fueron recibidas con mucha emoción por parientes y amigos junto a una veintena de cámaras de televisión y periodistas.

La jueza aseguró que analiza hacerle juicio por “daño moral” a la empresa de cruceros, y comparó lo sucedido con las imágenes del Titanic, aquel barco hundido en 1912 cerca de las costas canadienses.

“Había gente corriendo desorientada, unos que se golpeaban para subir a los botes y todo lo demás”, recordó.

La mujer, que debió tirarse al agua y nadar unos 60 metros para salvar su vida, contó que “en el agua no sufrí hipotermia porque me acordé que debía tiritar espontáneamente para que los músculos no se enfriaran” y añadió: “fue mi primer crucero y posiblemente el último”.

Su hija María Silvina, de 41 años, también jueza, quien debe movilizarse en una silla de ruedas, relató que “mientras nosotras estábamos muy angustiadas por nuestra madre, ella resolvió, como otros botes demoraban en llegar, arrojarse al mar y nadar”.

“Nos reencontramos entre risas y lágrimas en la enfermería unas dos horas después que resultaron interminables. Ella estaba toda mojada pero no sufrió hipotermia y mientras compartíamos una sola frazada debí esperar una hora más hasta que me consiguieron una silla de ruedas en la enfermería”, concluyó.