La historia ¿que se fue…?

Escribe Antonio J. González.

En nuestro terrruño existen los registros personales como un dato no menor de la memoria de los protagonistas, los ciudadanos activos o simplemente los observadores de un pequeño tramo de nuestra vida. A ellos se recurre con frecuencia para extraer visiones e informaciones de valor histórico. Hay raíces y rasgos sociales que se van diluyendo cada vez más con el paso vertiginoso de la renovación generacional.

Advertimos con nostalgia cómo, en el transcurso de los últimos decenios, se fueron atenuando los recuerdos y las evocaciones de nuestros orígenes como población crecida al borde del Riachuelo con claras y precisas raíces en la cultura campera, gaucha, que estaban claras y vivas solamente algunas décadas atrás.

Contamos con el testimonio de muchos de sus protagonistas que dejaron escritas impresiones, informaciones y propias vivencias en las épocas en las que no se habían apagado del todo las resonancias de la gente de campo afincada y crecida al borde de los saladeros, los ranchos de adobe, las actividades del Mercado de Lanares, los frigoríficos, las barracas de lanas y tantas otras señales que nos dicen que la vieja Avellaneda se construyó adoptando los hábitos de la gente a caballo, en campo abierto, sin más horizonte que el de la llanura que por entonces se podía divisar en nuestro territorio.

En ese contexto nacieron las asociaciones tradicionalistas, las carreras de sortijas, los palenques, las pulperías, las competencias a caballo, la música y las artes propias. La última talabartería importante sucumbió por el año… Ya casi no hay testigos de aquellas reuniones en Los Leales o Los Pampeanos…, fiestas gauchas donde actuaron y crecieron cantores, payadores y decidores de relevancia nacional.

Nos quedan los testimonios personales, las visiones y experiencias de algunos de sus protagonistas, tan valiosas como poco conocidas. Amaro Giura y Amadeo Desideratto fueron algunos de los que registraron sus experiencias en libros editados. Modestino Maza, Alejandro Piñeyrua, entre otros, aún perduran desde sus crónicas periodísticas. Y muchos más que en forma personal, apasionada y silenciosa, recuerdan sus propias visiones, como un intento de fijar en letras impresas jirones de vida, o de historia.

Es cierto que aún están en pie algunas instituciones o agrupaciones, como la Asociación Tradicionalista Martín Fierro, que mantiene encendida la llama de esta evocación entroncada con las raíces de nuestra ciudad, o el Círculo Leales y Pampeanos, como testimonio de épocas ya difusas y distantes. Y nos parece injusto e irreverente dejar caer en el olvido la memoria de lo que fue Barracas al Sud y Avellaneda. Ni siquiera simbólicamente aparecen con frecuencia en la acción pública la gente gaucha a caballo, las carreras de sortijas que acaparaban la antigua avenida Mitre, o el juego del Pato que diera origen al club que aún se mantiene en pie, pero poco activo.

Claro que la rueda de los cambios cada vez se acelera más. Claro que nada es como entonces. ¿Y la memoria colectiva e individual no tiene espacio? Está recluida en los jirones que se conservan en el Museo de la Asociación Martín Fierro o el Museo Histórico municipal o carpetas, recortes y documentación privada.

Lo demás puede conocerse con la búsqueda de investigadores e historiadores, o tozudos cronistas evocativos como el autor de esta crónica.

ajgpaloma@gmail.com

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