“La higuera que no da frutos”

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Frassia se refirió al Evangelio según San Lucas 13, 1-9 (Ciclo C) en el 3º domingo de Cuaresma.

Queridos hermanos, hoy rezamos especialmente por lo sucedido en el pueblo hermano de Chile, con los sufrimientos, las muertes ocurridas por el terremoto y las consecuencias de ello. Una comunidad de hermanos nuestros con quienes tenemos que ser solidarios a través de la oración y siendo generosos y caritativos en todo lo que podamos ayudar, para que este dolor sea mitigado y no se pierda nunca la esperanza.

El pasado 3 de marzo celebramos el noveno aniversario de mi ministerio pastoral en esta querida diócesis de Avellaneda Lanús. Pido oraciones por nuestro presbiterio, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, laicos consagrados y comprometidos, para que, como Iglesia, podamos estar a la altura de lo que Dios nos pide y la gente necesita.

«La higuera que no daba frutos»
Justamente, estamos ante el Evangelio de las cosas que suceden, que son imprevistas, donde hay causas que son naturales, que no dependen del hombre. Lo que puede depender del hombre es la advertencia, avisar antes lo que está por suceder para que la gente esté preparada.

El problema fundamental es que las cosas vienen y las cosas pasan. Pero no es que suceden porque son más pecadores o no pecadores, porque ¡cuánta gente santa habrá muerto en el terremoto! Significa que cada uno de nosotros tiene que tomar en serio su vida, hacerse cargo, ser responsable. No sabemos cuánto tiempo vamos a vivir.
Algunos dicen que en otras épocas se vivía menos pero más intensamente. Hoy, quizás, se viva más tiempo pero con menos calidad de vida o menos densidad de vida. Al pensar que uno tiene tanto tiempo, a veces, baja los brazos y no hace lo que tiene que hacer.

El Evangelio, la fe y la vida cristiana, van muy unidos y es una conquista. Hay que vivir de acuerdo a la fe. Hay que vivir de acuerdo a lo que uno cree. Fe y vida, vida y fe.

En este tiempo de Cuaresma, todos nosotros tenemos que convertirnos y orientar nuestra vida de nuevo a los valores fundamentales. Recordarnos que la vida se nos ha prestado y que tenemos que dar cuenta de ella. No somos dueños absolutos de nuestra vida: se nos dio, se nos regaló, como don, como regalo, pero también se nos exigen frutos y “frutos en abundancia”.

Porque puede pasar como la higuera del Evangelio, que estaba para da frutos pero no los daba y la querían cortar. Un viñador dijo “yo la voy a cuidar y veremos si al año siguiente da frutos”. Mientras tengamos tiempo, vivamos con responsabilidad, conquistemos nuestra fe, cuidémosla y demos frutos.

Esta es la Cuaresma que Dios nos regala, porque es el tiempo que tenemos, un “antes” y un “después”.

Si antes obrábamos mal, obremos bien.

Si antes no teníamos una vida digna, tengamos una vida digna.

Si antes éramos egoístas y malos, seamos buenos y honestos.

Si antes éramos mediocres, hoy seamos justos.

Que esta Cuaresma nos ayude, a todos, a vivir una vida en serio, con fe y con responsabilidad.

noticias relacionadas