La familia es un ciclo vital, la vida en común y sus consecuencias

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Las familias son un ciclo vital y en este ciclo de vida recorren un proceso de desarrollo, y cuando ese proceso es perturbado por diferentes cuestiones, aparecen el sufrimiento y los síntomas, que nos muestran una señal que está en relación con que la familia enfrenta dificultades para superar una etapa determinada del ciclo vital.

Los rituales de iniciación, que muchas veces les parecen superfluos a los jóvenes, en la mayoría de las culturas son muy importantes porque constituyen hitos importantes entre las distintas etapas del ciclo vital que ayudan a todos los involucrados a modificar las formas de relacionarse entre ellos, por ejemplo, las ceremonias que rodean al nacimiento, a la pubertad, al matrimonio y a la muerte, son protegidas todas como algo crucial para la estabilidad de la vida.

Cualquiera que sea la relación existente entre dos personas antes del matrimonio o antes de empezar a vivir una vida juntos, va a quedar afectada y va a ser modificada esa relación de manera tal que no pueda predecirse que va a suceder, por ejemplo para muchas parejas, el período de la luna de miel y el tiempo que transcurre antes de que tengan hijos es un período excelente, para otros no lo es y puede llegar a producirse una situación muy tensa capaz de romper el vínculo o de generar síntomas en los involucrados antes de que esa nueva situación se haya puesto en marcha.

Algunos matrimonios enfrentan dificultades desde el comienzo y casi siempre es debido a la finalidad que los animó a vivir una nueva etapa, por ejemplo, es posible que las personas jóvenes que se casan principalmente para escapar de sus familias, descubran una vez casados, que ha desaparecido la razón del matrimonio, han escapado, pero, están en un matrimonio que carece de otra finalidad, y para que el matrimonio continúe, es necesario encontrarle otra base de sustento que la de haber intentado escapar de la familia de origen, muchas veces la ilusión de lo que puede lograrse con el matrimonio, suele estar muy alejado de la realidad.

Aunque el acto simbólico de contraer matrimonio tiene un significado diferente para cada uno, es ante todo, un acuerdo de que la joven pareja se compromete mutuamente de por vida. En estas épocas donde el divorcio es relativamente fácil, es posible que se ingrese en el matrimonio con reservas, a manera de ensayo. Sin embargo, y en la medida en que es un compromiso, los jóvenes encontrarán que se están respondiendo de una manera nueva, por ejemplo, a veces se sienten atrapados y comienzan a rebelarse, peleando y disputando por cuestiones de autoridad, o por ejemplo se sienten libres para ser ellos mismos y se comportan de manera que al otro miembro de la pareja le parece inesperada. Cuando la pareja está casada o con acuerdo de vivir juntos, comienza a convivir, debe elaborar una cantidad de acuerdos tales que son necesarios para cualquier par de personas que viven en íntima asociación.

Es necesario acordar nuevas maneras de manejarse con sus familias de origen, con sus pares, con los aspectos prácticos y básicos de la vida en común, y las diferencias sutiles y gruesas que existen entre ellos como individuos. Es decir, que implícitamente o explícitamente, deben resolver una extraordinaria cantidad de cuestiones, algunas de las cuales son imposibles de preveer antes de que esa nueva etapa de la vida se ponga en marcha.

A medida que se va elaborando una nueva relación mutua, la pareja también debe diseñar modos de encarar los desacuerdos, es muy frecuente que durante el período inicial eviten la discusión abierta o las manifestaciones críticas, y esto es debido al aura de benevolencia que rodea a la nueva pareja y a que no desean herir sus respectivos sentimientos, luego, con el tiempo, suele suceder que las evitadas áreas de controversia se van ampliando, y los miembros de la pareja se descubren una y otra vez al borde de una pelea, y misteriosamente irritables el uno para con el otro.

En general, las peleas asustan porque se despiertan emociones inesperadas, entonces la pareja hace las paces y hace votos de no volver a pelear nunca más, tratando de elaborar modos de resolver los desacuerdos y de dejar las cosas en claro, otras veces algunos temas no pueden discutirse y quedan enquistados en la pareja.
También sucede frecuentemente que las soluciones que fueron elaboradas por la pareja son en sí mismas insatisfactorias y provocan que el descontento aumente, volviendo a reiniciarse el ciclo que los lleva a encontrarse una y otra vez al borde de una pelea.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
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