La Argentina frívola

Sabemos, desde hace mucho tiempo, que las naciones europeas, las instituciones del mundo, nos miran de reojo, siempre sospechando qué nueva estupidez vamos a hacer, qué nueva arbitrariedad vamos a cometer, qué nuevo suicidio contra la razón, estamos a punto de realizar.

La Argentina es un país frívolo, sin sustancia. Con pocas, poquitas ideas, pero con un ingenio increíble para zafar de la seriedad. La Argentina es un territorio lamentable de sinvergüenzas, de ignorantes, de mediocres que se creen los reyes de la creación.

Sus gobiernos, convengamos, no ayudan demasiado a cambiar esta imagen lamentable. Por el contrario, fomentan a cada rato la banalización de todo, propician, con sus medidas, que vivamos cada vez más sumergidos en la imbecilidad y en la falta de una auténtica conciencia solidaria.

Por eso, nada más que por esto, tenemos millones de indigentes, una mortalidad infantil que aterra, un sistema de salud que es un dechado de corrupción y una educación que avergüenza.

Y es por esto, que se tomarán medidas para que esa dichosa educación, por la que, todos los días, nos rasgamos las vestiduras, pase a ser más facilista, habida cuenta, dicen, que el 50 por ciento de los alumnos no concurren a clase.

Como siempre legislamos para lo que consideramos “el mal menor”, la única forma de hacer volver a las escuelas a esos jóvenes, es con programas más “light” que los actuales, a pesar de que estos programas ya dejan mucho que desear.

Nos recuerda aquella célebre anécdota de un funcionario de nuestra ciudad que, en una oportunidad, le vinieron a decir que en un cine de la localidad había, todos los días, desmanes y cosas anormales. Este funcionario decidió concurrir, de incógnito y, dicen, que ese día los desmanes fueron más aterradores que nunca.

Entonces, su reflexión fue: “que siga todo como está porque, si intervenimos, estos vándalos se van a desperdigar por toda la ciudad”.

Es decir, el “mal menor”, el pragmatismo en todo su esplendor.

Lo mismo podemos decir de esta noticia que habla de “cambios” en la Educación, pero cambios que agravarán el nivel de conocimientos del alumnado. La escuela, como tal, ha perdido sentido. Ya no tiene la significación de otrora cuando era “un lugar donde se iba a aprender”. Ahora, la escuela se ha convertido en un recinto para desmanes, para dar de comer a los que no tienen comida, para salir de ese recinto con un desconocimiento supino de todo aquello que, supuestamente, había que aprender.

Coincidamos que el pronóstico para el futuro en nuestro país, no es demasiado halagüeño que digamos. Coincidamos que años de practicar el “facilismo” nos han llevado a esta decadencia. Y convengamos, también, que esta decadencia como país, como sociedad constituida, nos llevará, a no dudarlo, a males mayores que querrán mitigar, los gobiernos de turno, con medidas cada vez más inconsistentes.

Por lo cual, también convengamos, que estamos inmersos en una especie de tobogán que no tiene retorno.

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