Judith Gómez Bas, con la literatura en la sangre

A poco de cumplir 96 sorprende con su lucidez intacta y su gran actividad.

Durante mucho tiempo Doña Judith Gómez Bas vivió a la sombra de la sobresaliente figura de su hermano mayor, Joaquín Gómez Bas, el notable escritor y guionista -también fue pintor-, autor de la famosa novela “Barrio Gris” que fue llevada al cine en 1955 y de tantas otras novelas de su época.

Pero así se sentía cómoda. Proveniente de una familia de escritores, Judith prefería el anonimato, por eso en sus primeros escritos firmaba con un seudónimo que ella misma ya no recuerda, o, ya con algo más de experiencia, rubricaba a secas Judith Gómez.

“Yo siempre compraba la revista “Rico Tipo”, una revista humorística. Y una vez se me ocurrió mandar una cosa a esa revista y lo firmé con un seudónimo, pero me la publicaron. Entonces empecé a escribir unas greguerías, algo parecido a lo que escribía Ramón Gómez de la Serna, que las hacía tan cómicas”, cuenta Judith, sobre sus primeras publicaciones en el medio local. Antes había hecho algunos “comentarios risueños” de fútbol, en el Uruguay, para un diario llamado Frontera, donde colaboraba junto a su marido.

La escritora mencionó que su sección “Desde el pretil de la luna” en “Rico tipo” no duró mucho, tal vez por su empeño en mantener el perfil bajo.

“En realidad, me daba vergüenza escribir. Allá (en Uruguay) por lo menos no me conocía nadie, porque firmaba con un seudónimo. Pero acá yo tenía a mi hermano, que en esa época escribió Barrio Gris, y yo no quería exponerme”, reconoció la poeta.

“Tiempo después, a un vecino se le ocurrió publicar un pequeño libro con las actividades de la Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular Presidente Avellaneda. Y yo colaboré escribiendo un prólogo, comentando cómo había nacido la entidad, y cómo era el barrio por entonces”, recordó Gómez Bas.

A los pocos días un vecino la felicitó por ese escrito que, sorpresivamente para ella, había salido publicado en el diario La Ciudad. A partir de ahí comenzó a escribir para el diario “gente de mi ciudad”.

El director del diario, Roberto Pérsico, se refería a la colaboradora como “la joven muchacha”, por su novedoso estilo para escribir.

“Inmediatamente llamé al diario para explicarle que yo ya tenía mis buenos años y él me dijo que cómo iba a imaginarse que esa manera de escribir “tan moderna y tan movida” iba a ser de una persona grande”, comentó sonriente Judith, al tiempo que sumó una divertida y emocionante anécdota.

“Un día hubo una fiesta en el diario y Pérsico me invitó y nos conocimos personalmente. Y en un momento me dijo: Le voy a pedir un favor y creo que usted me va a poder complacer. Yo sé que por esa zona donde usted vive, en una época vivió Joaquín Gómez Bas. ¿Usted sería capaz de escribir una nota sobre él? Y yo le dije: ¡Ay! ¡No! Yo podría escribir sobre cualquier persona, pero sobre mi hermano, no. Si llegara a leer mi crónica, ¡se vuelve a morir del susto! Desde ese día, siempre que escribí, firmé Gómez Bas, porque él me lo impuso”, recordó, entre carcajadas, Judith.

Chamuyando lunfardo
Casi en simultáneo, Judith descubrió que tenía un talento escondido para escribir poesías y, al mismo tiempo, que lo podía hacer con un lenguaje muy particular: el lunfardo.

“La primera vez que escribí un poema fue para una muestra de EDEA (Encuentro de Escritores de Avellaneda), de “El poema ilustrado”. Y desde entonces es lo que más me gusta”, reconoció Gómez Bas.

En cuanto a sus poemas, Judith escribió sobre los temas más variados: la mujer, el tango, el café, el río, el barrio, Buenos Aires, la manta asturiana de su abuela, Gardel… Hasta le dedicó unos versos a Humphrey Bogart, que le gustaba mucho, “por su cara de sinvergüenza”.

“Al principio me la pasaba pensando y pensando lo que iba a escribir. Hoy diría que casi escribo a pedido”, dijo, con humildad.

Por esos años -1986/1987- Judith tuvo una verdadera revelación. En pleno verano, y en medio de un estado febril galopante, la poeta empezó de pronto a escribir compulsivamente en lunfardo. Una amiga (Claudia Vázquez) le había contado acerca de un concurso que organizaba la Academia de Lunfardo, pero ella había desestimado la propuesta, al menos inicialmente.

“Se fue Claudia y me quedé pensando que cuando tenía 14 años leía crónicas de turf y las crónicas de fútbol de Diego Lucero, y me gustaba leerlas porque las hacían en lunfardo.

Y además, en mi casa se acostumbraba ir al teatro. No te digo mucho, pero 3 o 4 veces al año íbamos, a ver los sainetes de (Alberto) Vacarezza. Entonces, dije, con tanto sainete, con tanto tango, ¿Por qué no lo intento? Y esa noche me quedé hasta como las 4 de la mañana, escribiendo cosas lunfardas. Fue como una locura, me había agarrado un surmenage, un brote terrible de inspiración. Siempre digo que debe haber sido producto de la fiebre…” (risas).

Esa misma noche, Judith escribió el poema “Chau” que años después Adriana Varela convertiría en tango.

“Un día me llama Adriana y me dice: Judith, Rafael (su hijo) hizo un tango con tu poema “Chau”. Pero vas a tener que agregar una estrofa porque no cierra la letra con la música. Te doy tres días. Bueno -le dije- pienso y te aviso. Y no me salía nada. Así que la llamé a mi hija, que vive en Brasil, y le conté las dos frases que había escrito, pero que para mí eran un pegote y no tenían sentido. Media hora después, me llamó ella y me pasó otra frase posible. Y cuando se las pasé a Adriana, la cantante terminó eligiendo la que escribió Mónica”.

A poco de cumplir 96 años (el próximo 24 de agosto), Judith Gómez Bas sorprende con su lucidez intacta y su gran actividad. Se retroalimenta con la lectura. Ha llegado a leer 7 horas en un día. De hecho tiene en su mesa del living el libro “El evangelio según Jesucristo”, de José Saramago, que tiene 500 páginas y de las que en sólo un día leyó 250.

Actualmente, sigue participando activamente como vocal en EDEA, es miembro de la Comisión de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE Sur Bonaerense), forma parte de la Comisión Permanente de Piñeiro, es Vicepresidenta de la Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular “Presidente Avellaneda” y es socia de “Gente de Arte”.
Periódicamente realiza presentaciones en las que recita sus poemas, y da charlas y conferencias.
Es, además, maestra de reiki, hace yoga y ve muy poca televisión.

“Hay que tener proyectos, siempre”, afirmó con convicción. “Porque ahora estoy por dar una charla. Y siempre estoy dispuesta a hacer lo que me pidan. Si hay algo malo que tengo, es que no sé decir que no”, admitió, cómplice.

“Todos los días, cuando me despierto digo: otro día más”, reconoció la poeta, que a esta altura parece eterna.

Judith Gómez Bas es poseedora de la estirpe de los escritores y, sin dudas, una mujer que lleva la literatura en la sangre.

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