Histórica presentación del artista plástico Helmut Ditsch en «Gente de Arte»

El pintor argentino más cotizado de todos los tiempos compartió sus vivencias, habló de sus proyectos y respondió las preguntas de un centenar de vecinos que lo ovacionaron en la tradicional entidad de Avellaneda. «Siempre he sido un militante cultural», se definió el autor de «El mar II», la momumental obra vendida este año en 865 mil dólares.

El jueves de la semana pasada, la Asociación Gente de Arte de Avellaneda, ubicada en la calle Alsina 234 del centro de nuestra ciudad, se vistió de gala para recibir a un auténtico fuera de serie: el fantástico artista Helmut Ditsch.

Durante más de dos horas, el pintor argentino más cotizado de todos los tiempos (en agosto de este año batió el récord histórico con su obra «Mar II», vendida a empresa de Andalucía, España, en 865.000 dólares) compartió sus vivencias, habló de sus proyectos y contestó una por una – con una humildad y una calidez admirables – todas las preguntas del centenar de vecinos que lo ovacionaron en la tradicional institución de arte local.

Durante más de dos horas, el pintor argentino más cotizado de todos los tiempos compartió sus vivencias, habló de su próximo gran proyecto y contestó una por una a todas las preguntas que le hicieron. De hecho hacia el final de la charla, que fue por momentos un cálido diálogo entre colegas, alguien cerró diciendo: “No voy a hacerte otra pregunta. Quiero darte las gracias por el tiempo que nos has regalado”.

En verdad fue un obsequio del increíble Helmut, quien recalcó en más de una oportunidad la satisfacción que le produce el estar con “su” gente.

“Muchas gracias por la invitación a este centro cultural y a este pedazo de patria”, arrancó diciendo Ditsch, desde el escenario que ocupó por más de dos horas. “Lo mío es estar en los barrios, la gran diferencia -digo siempre- con el mundo artificial que se genera en los countrys y en los barrios cerrados (imposta la voz). Yo me crié en un barrio, en Villa Ballester. He estado en Avellaneda hace muchos años, pero es la primera vez que vuelvo a zona sur desde que me fui a Europa”, dijo, casi como disculpándose de su partida al viejo continente.

De pronto se encendieron las luces del auditorio y los asistentes se hicieron visibles. “¡Ahí está mejor! ¡Hay público! No los había visto. Se veía todo negro. Yo suponía que había alguien, pero me sentía un poco raro hablando así. De esta forma me siento más seguro”, bromeó, cómplice, anticipando a todos que su charla sería algo histórico e inolvidable para todos los que estaban allí.

De inmediato, al artista dio algunas señales sobre su vuelta a nuestro país. “La idea es un poco hacer una charla interactiva, que ustedes puedan preguntar… Me interesa saber qué están haciendo. Actualmente estoy en una gira nacional con mi obra, con la idea de volver a conectarme con mi gente. Y poder apostar, en lo que yo pueda, a la movida cultural argentina. Creo que está en pleno auge y eso quiere decir que hay que hacer muchas cosas, y artistas que están en la posición holgada como la que tengo yo, tenemos más responsabilidad todavía para meternos en esto y movilizar”, afirmó.

Helmut Ditsch se formó de manera autodidacta, aunque completó sus estudios académicos en Austria, hacia donde partió a los 25 años. Ditsch, que ahora tiene 48, explicó las causas que lo alejaron de Villa Ballester, el barrio donde se crió.

“Me fui por un instinto de supervivencia. Yo tenía la sensación de que si seguía en Ballester no iba a poder evolucionar y presentía que tampoco iba a ser lo mismo si me metía en una universidad de arte en la Argentina. Y me fui a un paraíso arquitectónico, pero cuya política cultural fue muy nefasta para lo que yo pretendía ser. Y ahí me di cuenta que las academias también pueden llegar a ser lugares que inhiben y condicionan. Eso me pasó en Viena. Me encontré con un mundo nihilista. Me encontré con una mentalidad destructora de lo que yo concebía como estética. Me querían explicar que existían distintas estéticas. Distintas bellezas, como si hubiera distintas naturalezas”, recordó el pintor, al tiempo que aclaró: “Pero el estudio académico no fue lo que a mí me catapultó a tener éxito en mi vida. Fue más el no perder la idea de tener los pies sobre la tierra, y aprendí más escalando y siendo maestro jardinero, que estudiando en la Universidad de Arte, en Viena”.

Helmut sostuvo que nunca relacionó el arte con el éxito, en particular con el éxito material. “Eso no fue un impedimento para yo poder desarrollarme como persona. Y el arte fue mi forma de desarrollo. No fue para demostrarle nada a nadie. Y allí fue, en esa situación inhóspita, donde me sentí bastante y constantemente expuesto, porque yo estaba desarrollando un lenguaje artístico que era anacrónico para esa época, y era un momento en el que la pintura estaba propiamente prohibida. Había un dogma y el arte estaba encauzado en una moda. Y por más talento que hubiese demostrado, por más virtuosismo que tuviera, no tenía lugar”.

“Hay una tendencia globalizadora que genera en todas las galerías la misma pose, los mismos productos. No hay artistas, solamente poses. Y si yo no hubiese tenido el carácter que tengo, con la educación y la preparación que me dio mi padre, que es mi gran amigo, quien fue el que protegió el idealismo en mí, yo hubiera sucumbido como una gran cantidad de artistas, que entran en esas poses”, resaltó el pintor, que también hace música y se dedica al diseño como forma de complementar su expresión artística.

En busca de respuestas

La muerte de su madre con él era muy chico y las enseñanzas de su padre, evidentemente marcaron a Ditsch. “Mi papá, que es un gran pedagogo y un gran maestro, me dijo: ¿Querés ser pintor? Bueno, dale. Nunca vas a tener guita, pero vas a ser feliz. Eso me lo dijo mi padre, que estaba preparando una empresa para que yo la herede, y él, con la inteligencia y la sensibilidad necesaria, me ayudó con eso dos veces. Porque me dijo que no importaba que no tuviera éxito, (vos no me tenés que demostrar nada, ni a mí, ni a la sociedad. Y vas a ser feliz, porque vas a hacer lo que a vos te gusta, le había dicho alguna vez). “Ese mensaje nunca lo perdí y me ayuda siempre cuando se dan situaciones difíciles”, aseguró Helmut, que habla pausadamente, buscando la palabra justa que exprese su idea.

Ditsch repite que “siempre ha sido un militante cultural”. Se siente afortunado teniendo la oportunidad de hablar desde su lugar y sabe que tiene como responsabilidad el entregar todo lo que sabe. “No sólo por un tema de educación, sino porque también yo necesito recuperarme a mí mismo”, reconoce.

“Estuve en contacto con mucha gente humilde y veo a la Argentina muy bien. Hay una movida muy importante, una expresión de ideales que en los 90 no existía. Pude ver en las escuelas, a los futuros intelectuales, a los creadores. Y encontré algo muy positivo y un denominador común que trasciende los ideales políticos. Vi una concientización del momento. Todos sentimos que estamos amasando algo. Entonces, es como que están esperando que yo diga algo o que pase algo. Que los mismos sabios de la cultura oficial también hagan algo, porque ellos también son aparato y necesitan de nosotros. Tenemos que ir y formarlos, para decir o hacer. A presentar proyectos y a movilizar”, destacó el genial artista.

Pero de pronto su voz se va alejando inconscientemente del micrófono y su rostro se apaga cuando nombra a su esposa Marion –su ángel guardián y su soporte durante tantos años- que falleció hace unos meses.

“Necesito volver a mi gente y volver a sentirme contenido, por una tragedia personal que estoy viviendo. Porque perdí a mi esposa hace poco tiempo y caí en un vacío típico del luto, del duelo. Entonces, me hace muy bien estar en contacto con ustedes. Esa también es una razón por la cual ahora estoy de gira. Porque no puedo pintar tan bien, todavía. No estoy con la tranquilidad emocional controlada.

Entonces me es más fácil hacer música o hablar y contar mi historia”, reconoció.
Ya habrá tiempo para volver a pintar. Tal vez el año que viene, cuando se haya retroalimentado de ese contacto tan cercano con su gente. Mientras tanto, Helmut amasa su proyecto (el Art Factory – http://www.hd-artfactory.com/) relacionado con la pintura, la música, el diseño, con hacer vinos y cosas de cocina. “Porque si no me aburro. No voy a estar siempre pintando. Desarrollé una técnica de una forma muy intensa y soy un virtuoso de la pintura. Pero ese virtuosismo se dio porque estuve casi 30 años pintando”, aseguró sonriente.

“Art Factory es el nombre de combate que yo uso para conseguir inversores”, prosiguió Ditsch. “El nombre real e FAN (Fábrica de Arte Nacional). Y con eso digo todo. La idea es crear un lugar donde se cree la identidad nacional y donde se haga la cultura. Para eso no solamente estamos los plásticos, sino también estamos los músicos y los filósofos. Pero yo no veo discrepancias entre las disciplinas. Las veo interactuar constantemente. Soy un consumidor de filosofía y un creador de pensamiento constante. Yo amo a Nietzsche porque pasaron tantos años y sigue tan vigente. Él te dice todo el tiempo, este es mi camino, cuál es el tuyo. Buscalo, no me creas. Y fan no de diversión (fun en inglés) sino fan de fanático”, aclara, al pasar.

Naturaleza real y extrema

Mientras Helmut habla, el silencio respetuoso predomina en la sala. Está sentado en un banco, pero todos lo ven sobre un pedestal. Surgen, infaltables, las preguntas sobre sus cuadros. ¿Cuánto mide el cuadro más grande que pintaste? ¿Cómo hacés? ¿Cuántos tonos de azul utilizaste para pintar El Mar? Y las respuestas de Ditsch vuelven con idéntico respeto.

“Mis pinturas reflejan una naturaleza vivida, vivenciada. Es casi sacral. Como metafísica. No es la copia de un glaciar. Es el glaciar vivido. Por eso la gente se emociona tanto. No sé muy bien cómo funciona eso. Porque nosotros no tenemos una mirada fotográfica. Nuestra mirada es fílmica. Y es tridimensional. O sea, no son imágenes las que grabamos sino es un film. Y esa memoria fílmica es fundamental para poder crear esos fenómenos. Eso, sumado a un momento emotivo extremo, plasma y cristaliza luego lo que es la pintura”, explicó, de pie, mientras dio unos sorbos a su segunda botellita de agua mineral.

“Ahí se suma mi experiencia como escalador. Todo aquel que tuvo un pequeño acercamiento a la escalada o al montañismo se forma filosóficamente antimaterial… No sé cómo explicarlo. Uno toma conciencia del valor de las cosas”, admitió. “El artista no es observador. No sabe lo que hace. Actúa por intuición y siempre está adelantando su expresión. Por eso el tema de los críticos de arte es muy difícil. Si uno lee las biografías, se va a dar cuenta que los críticos siempre se equivocaron”, recalcó enérgico.

Helmut tiene un slogan: “Tuve un sueño y no le temí al fracaso”, y asume que siempre avanzó “sin complejos”. “Por momentos tomo conciencia de lo que hago pero no todo el tiempo. Aunque a veces cuesta tomar distancia y ser objetivo con uno mismo y ver la trascendencia de la obra, porque yo soy parte de la obra. Tal vez ustedes vean más la trascendencia de mi obra que yo mismo. Yo estoy con mi próximo trabajo en la cabeza y no pensando en la repercusión”, expuso a sus colegas el rubio –casi cano- pintor.

Ditsch mencionó que “mucha gente ve al glaciar mucho más real de lo que lo recuerda. Eso pasa porque se reconoce en el sentimiento, en la sensación de haber estado ahí. Por eso cuando hablo del denominador común de las cosas me refiero a eso. Quiero que mi mar sea tu mar. Y la falta de personas delante de las obras es simplemente un efecto ilusionista para que el espectador pueda entrar en ellas. Así se crea un realismo más contundente”.

Por último, el artista reconoció que “es importante que las obras se vayan. Porque me impulsan a crear algo nuevo. Pero todo es cuestión de verlo desde el lado filosófico. Podés pensar que tal obra se va, y tener nostalgia porque de alguna manera la perdiste. Pero a dónde se fue. Se fue de tu casa a cuatro cuadras de acá. Tu espacio se agrandó cuatro cuadras. Vos podés pensar también que ese lugar nuevo que tiene tu obra es también tu lugar, tu espacio. Y que vos te metiste en la persona que compró ese cuadro. No fue que la persona se llevó algo tuyo. Entendí eso cuando me di cuenta que había pintado tantas obras. Al tener tantas obras dando vueltas por ahí me di cuenta que mi lugar donde estoy actuando era gigantesco. Donde mi energía está actuando. Con mi obra estoy buscando una respuesta a las grandes tragedias y al sentido de la vida. Y creo que esas respuestas están en la naturaleza, a través de un camino de reflexión. Por eso más que una pintura paisajista es una pintura sacral”, finalizó.

“Un orgullo para AvellanedA”
En representación de las autoridades de Gente de Arte, la Presidente de la Comisión Directiva, Sra. Elsa Lodeiro, expresó su satisfacción ante la visita de Helmut Ditsch: “Me pareció algo excelente. Teníamos una gran expectativa pero me parece que la superó ampliamente. Nos dio todo su tiempo, respondió a todas las preguntas y realmente me pareció una persona muy auténtica. Yo no lo conocía. Pero creo que tiene mucho que ver con la esencia de Gente de Arte. Esto es Gente de Arte desde hace 70 años. Él viene a ser la frutilla de la torta”, dijo Elsa, minutos después de la disertación del artista.

Y agregó: “Qué cantidad de cosas hace. Él no se frena. Es un gran artista, un gran pintor, pero no se quedó en eso. Hace diseño automotor, diseño de ropa, música. Es algo importantísimo. Esto nos enseña que no hay límites. Y tiene esa cosa de querer estar con la gente y transmitirle sus vivencias. Es un ser humano de verdad. Esa es la impresión que me dio. Haber contado con su presencia es un verdadero orgullo para nosotros y para toda Avellaneda”.

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