Hermanos Pereyra: Una valiosa forma de mirar la vida a través de la música

Son ciegos y ambos se dedican a la docencia en colegios de Avellaneda.

Son ciegos o, si se prefiere, no videntes. Daniel y Marcelo Pereyra son hermanos y sufren la misma enfermedad, retinosis pigmentaria, que los dejó sin vista cuando eran adolescentes. Miran la vida a través de la música. Una pasión que Daniel (53), el mayor, empezó a sentir desde niño. “Mi papá canta muy bien, pero… en la ducha. No fue él quien me impulsó a estudiar canto. Fui yo el que quiso hacerlo cuando era chico”, relata mientras agarra la pava eléctrica, se para, camina y la lleva hasta la base para calentarla y seguir con la ronda de mate.

 

Marcelo (46) reconoce que por ser el menor – lo aclara para que no queden dudas – estuvo influenciado por Daniel en el amor por las canciones y los instrumentos musicales. “Me gusta todo tipo de música, pero prefiero las baladas”, dice y menciona a los españoles Nino Bravo y Django y al inglés Albert Hammond como algunos de sus preferidos.

 

No tuvieron quien les dijera que un género musical era mejor que el otro. Escucharon de todo y guardan un recuerdo muy especial para Marcelo Baldonedo y Horacio Aielo, ex directores del Instituto Municipal de Música de Avellaneda del que ambos egresaron. Aielo fue quien le dijo a Daniel: “vos vas a ser mi sucesor”, no solo porque cantaba muy bien, sino por los enormes deseos de aprender.

 

Daniel jugó al fútbol hasta que la ceguera le truncó su carrera. Dicen que lo hacía muy bien incluso, jugó en las inferiores del Racing Club. Recuerda que cuando tenía 17 años, y todavía veía, fue invitado al casamiento de su primo. Allí, y ante la ausencia de quien debía cantar en la ceremonia, entonó el Ave María de Schubert. Fue su primera actuación pública y dejó maravillados a los invitados presentes en la Iglesia Ntra. Señora de Lujan, ubicada en Salta y Av. Belgrano de Sarandí.

 

A Marcelo le gustaba tocar la guitarra eléctrica y también una improvisada batería casera que hacía con los almohadones de su casa y usaba como palillos a las agujas de tejer de su madre que, como consecuencia, terminaban dobladas y casi inutilizables. “Tengo una guitarra que no la cambio ni por un Rolls Royce”, dice orgulloso. También estudio en el Instituto Municipal y con 14 años ya cantaba en el coro con gente bastante más grande que él. Integró un grupo de “rock pesado”, llamado Doble Filo, que actuó varias veces en shows con otra banda de Avellaneda, hoy popularmente conocida: La Mancha de Rolando.

 

Marcelo es electricista recibido y matriculado. Realizó la instalación eléctrica de su casa siendo no vidente. No se siente particularmente orgulloso por eso, sino por haberlo hecho correctamente siguiendo lo que las técnicas eléctricas dictan. Reflexiona que “no sirve de nada que te feliciten por hacer algo así, si solo uniste dos cables y los pegaste con cinta y te digan que está bárbaro solo porque sos ciego. Hay que hacerlo bien”, aclara.

 

La tarea docente

Su pasión por el aprendizaje los llevó a compartir sus conocimientos y así que fue que ambos se dedicaron a la docencia para poder transmitir sus saberes. Además de unos cuantos alumnos particulares, ejercen en jardines de infantes y colegios primarios, tanto municipales de Avellaneda como provinciales, en cargos a los que accedieron por concursos públicos.

 

La ceguera es, a veces, difícil de entender para un niño de 4 años, por eso es que ellos mismos se encargan de explicarles a sus alumnos que la luz de sus ojos se fue apagando, pero que eso no es un obstáculo para poder rodearse de lo que aman: la música. Marcelo cuenta que él mismo les explica a los chicos que el bastón que usa es “un amigo que le ayuda a caminar” y entre todos le buscaron un nombre, se llama “Charlie”.

 

Son muchas las anécdotas llenas de satisfacciones que han tenido en su relación con los niños. Una de ellas Daniel la vivió con Luisito, quien había sido su alumno en años anteriores, y que tiempo después siguió perfeccionando un instrumento musical construido con materiales caseros en una muestra del interé s que había logrado despertar en el chico.

 

También cuenta que en una ocasión preparó un quod llibet – expresión francesa que significa superposición de canciones – para chicos de jardín de infantes de 5 años. Actuaron en el Teatro Roma, y a pesar de la complejidad y la corta edad, la actuación fue perfecta.

 

Marcelo, por su parte, cuenta que un día le enseñó a cantar el himno nacional a un niño muy pequeño. Tiempo después, en un acto, sonaron las estrofas de nuestra  canción patria y el nene llevó su mano derecha al pecho y lo cantó a todo pulmón y no a media voz como suele suceder en los actos públicos. Las autoridades presentes lo felicitaron por ser el docente que le había enseñado a demostrar el amor por su patria de esa manera.

 

También son conscientes, y lo viven con frustración, que hay chicos de 11 ó 12 años que actúan como si nada les importara o los conmoviera o cuando se enteran que alguno de esos jóvenes que fueron sus alumnos termina agarrando por el mal camino.

 

No les importa que, en la actualidad, a la mayoría de los chicos les guste la cumbia y el reggeton o que “El Polaco” sea su cantante preferido. Creen que es música y, si les gusta, con el tiempo probablemente se abran a otros géneros.

 

Daniel y Marcelo consideran que ellos mismos son portadores de atributos como la fuerza de voluntad y el sentido del humor y que a diario “hacen lo que les corresponde hacer”, es decir, lo que de ellos depende. Pero se esfuerzan por dejar bien en claro que sin la ayuda de sus padres y amigos, nada de lo que son hubiera sido posible.

 

Nunca se propusieron ser ejemplos ni guías ni referentes por su problema visual y reconocen que el mundo en general, más allá que ahora haya mejorado un poco, no está preparado para la gente con discapacidad visual. “Es muy difícil andar caminando por veredas que están rotas o tomar un colectivo”, explican.

 

Ellos no viven en “el mundo de los no videntes”. Estudiaron, se esforzaron, consiguieron trabajos en colegios donde asisten quienes no tienen esa discapacidad. Se sienten parte de la comunidad que habitan y, si bien no todo es color de rosa, creen que hay que esforzarse al máximo y no quedarse o conformarse. La música y los chicos a quienes Daniel y Marcelo Pereyra les enseñan, seguramente están muy agradecidos.

 

Carrera artística

Formaron un grupo llamado Quinto Elemento  y con él se presentaron y ganaron el selectivo llamado Pre Madariaga. Luego se presentaron y fueron los ganadores en ese festival.

 

También lo hicieron en el de Cosquín, en los años 2006 y 2007 por haber sido los ganadores regionales del proceso clasificatorio llamado Pre Cosquín.

 

Fueron los triunfadores del concurso Raíces Gauchas que se emitió por el canal de cable Argentinísima Satelital

 

Obtuvieron el primer puesto en el festival  Pre Ayacucho y terminaron en el segundo puesto en el festival

 

Fueron los ganadores del festival de Baradero. Se presentaron en shows en diversas entidades, entre ellas una que tuvo una enorme cantidad de asistentes en el Cotolengo  Don Orione de Claypole.

 

Compartieron el escenario con artistas populares como León Gieco, Soledad e Ignacio Coppani, entre otros.

 

En 2013 se presentaron al programa “Soñando por Cantar” que se emitió por Canal 13. Fueron como solistas y la producción armó un dúo con ellos que obtuvo el segundo puesto. El jurado estaba integrado por Valeria Lynch, Alejandro Lerner, Oscar Mediavilla y Patricia Sosa y el programa conducido por Mariano Iúdica.

 

Se les abrieron las puertas a una mayor popularidad y se presentaron en otros programas del mismo canal como “Este es el Show” y “Dale la Tarde”. Reconocen que “un segundo en la tele te da mas repercusión que cualquier otra cosa. La gente nos paraba por la calle para felicitarnos”.

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