Hace 130 años en Barracas al Sud: El 10 de junio comenzó la Guerra Civil

Escribe Rudi Varela.

Carguero con armas en la Vuela de Rocha del Riachuelo
En la madrugada del 2 de junio de 1880 se aproximó al Riachuelo el carguero “Puerto de la Boca”, con 3.500 fusiles Mauser traídos de Alemania, consignados al Gobierno bonaerense. En conocimiento de esto, el presidente Nicolás Avellaneda ordenó que los barcos de la escuadra ubicados en el Río de la Plata lo apresaran e impidieran el desembarque.

Los bonaerenses, por su parte, vigilaron la operación a discreta distancia con fuerzas por tierra a cargo del coronel José Inocencio Arias y por agua a través de la protección del buque de guerra provincial “Guardia Nacional”.

Cuando apareció el carguero, seguido de cerca por la unidad de la escuadra nacional “Talita”, que no logró darle alcance, se internó hasta la altura de la Vuelta de Rocha.

El barco de la Armada, ante la imposibilidad de alcanzar al vapor fugitivo con el armamento para Tejedor, desprendió una falúa con gente armada para abordarlo. Arias, presenciando la operación desde la costa, lanzó a su vez un piquete a bordo de una embarcación anclada en el Riachuelo. Los tripulantes de la falúa no opusieron mayor resistencia y se rindieron, mientras el vapor atracaba en el muelle y simultáneamente se producía el desembarco del cargamento de armas que se trasladaron a la Casa de Gobierno Provincial en la Ciudad de Buenos Aires.

Ante esto, el 3 de junio Nicolás Avellaneda, anuncia el retiro del Gobierno Nacional a la Chacarita y luego al pueblo Belgrano, para evitar a la República – dijo –el escándalo de una nueva y sangrienta guerra civil.

Erigida en Belgrano la Capital de la República, se buscaron nuevas tratativas de solución pero no tardaron en iniciarse las hostilidades mediante el bloqueo del puerto y el sitio impuesto a la capital tradicional de la provincia (la ciudad de Buenos Aires).

En vísperas de las batallas, la población de Barracas al Sud, preparaba alimentos y vendajes. El (falso) Batallón de Bomberos Voluntarios, vigilaba el puente de Barracas.

La espía en la Estación «Constitución»
Inmediatamente a esto, el Ferrocarril del Sud y el de la Ensenada se vieron obligados a suspender sus servicios; los provinciales habían cortado los rieles en varios puntos de la línea, como prevención ante el previsto avance de las tropas del Ejército Nacional.

Eduardo Gutiérrez dejó impreso en “Las muerte de Buenos Aires!” lo sucedido durante la noche del 10 de junio en la estación Lanús. Se trata de la captura de un tren que saliendo de Constitución, a cargo del coronel Charras, conducía 500 mantas, ponchos y espolines para abastecer al ejército provincial del general Arias.

Si hubiese podido guardarse sobre este suceso la reserva natural, aquel tren no hubiera sufrido el menor descalabro. En cuanto se tuvo conocimiento que se preparaba un expreso en la estación Constitución, indudablemente los espías llevaron la noticia al presidente Avellaneda, quien envió una fuerza de caballería con infantería a tomarlo.

Como la partida del tren se había fijado para las cinco y media de la tarde del 10 de junio, el coronel Charras, con los oficiales que debían acompañarlo, se hallaba en la Estación a las cinco en punto. No llevaba más armas que su espada y revólveres y la firme resolución de llegar al punto de destino, a toda costa. Pero en la carga de los ponchos y los vestuarios se perdía un tiempo precioso.
A las siete de la noche llegó a Constitución una señora acompañada de dos sirvientes, que preguntó para dónde iba aquel tren, pues ella necesitaba trasladarse a Chascomús. Sospechando que aquella mujer pudiera ser una espía por su actitud temerosa y encogida, se le respondió que el tren no llegaría hasta Chascomús.

“- No importa – insistió ésta – iré hasta donde llegue porque no puedo quedarme en la ciudad.”

La sospecha se hizo más latente entonces y se le negó el pasaje que pedía, a pesar de sus ruegos reiterados. Y la tal mujer era efectivamente una espía encargada de hacer una señal, si en el tren iban armamentos o equipos.

La mujer estuvo un gran rato en la Estación, examinando al coronel Charras y a sus compañeros, retirándose cuando se convenció que no lograría el pasaje pretendido. Recién a las nueve y media de la noche se puso el tren en marcha.

Tiroteo y quema del tren en el apeadero «Lanús»
En Belgrano se envió, a las órdenes del coronel Manuel Campos, una fuerza de caballería del Regimiento 1º y algunos infantes para apresarlo. Esta fuerza se emboscó en el Apeadero Lanús, donde se preparó a dar el golpe.

Tomado por sorpresa y seriamente amenazado, el jefe del Apeadero no tuvo más remedio que someterse a la fuerza y hacer lo que se le mandaba. Las consecuencias de aquella sorpresa y aquellas amenazas fueron que el jefe de aquella estación colocara una señal de parada para que se detuviera allí el tren que se veía ya venir.

Al ver aquella señal, el maquinista, empezó a disminuir la velocidad de la máquina, dispuesto a para el tren.

“-Que es eso? -preguntó Charras. -En la estación hacen señal de parada – dijo el maquinista. -Pero no podemos detenernos un instante. -Es que puede ser que esté interrumpida o destruida la vía, y para saberlo hay que parar”.

Cuando estuvieron cerca del Apeadero, el coronel Charras y sus compañeros se asomaron a las ventanillas, y viendo que la estación estaba perfectamente tranquila, no se opusieron a la parada, temiendo que aquella fuese para avisar que no podría seguirse adelante. Pero apenas el tren hubo detenido su marcha completamente, unos cincuenta tiradores salieron como por encanto de todas direcciones y se colocaron a las dos lados de la máquina, intimando al que la gobernaba, se bajase de su puesto. -Si no obedece inmediatamente, hagan fuego no más, ¡ mátenlo! – gritó una voz.

Quien guiaba la máquina, ante semejante orden, se dejó caer al suelo, declarando que estaba dispuesto a obedecer. Al mismo tiempo que pasaba esto con el maquinista, gran cantidad de oficiales y tropa misma había asaltado los vagones donde iban Charras y sus compañeros.

Así, algunos entregaron sus armas, mientras otros eran desarmados a la fuerza. Sin el menor respeto a sus canas y a su grado, Charras y los suyos fueron bajados del tren a tirones y a golpes y conducidos al saloncito del Apeadero. Mientras uno apostrofaba al coronel Charras, herido en la cara con los primeros forcejeos y tiros que se dispararon al detener el tren, otros arrancaban las presillas al mayor Fragueiro, y los otros se ocupaban en quitar al oficial Molineros el dinero que llevaba y que le fue pedido. -¿ cómo saben que yo llevo dinero? – pensó el joven oficial, en momentos en que uno de los asaltantes se encargaba de darle la respuesta, con la siguiente pregunta dirigida al guarda. ´¿Dónde está la señora que viene en este tren? -Es verdad – pensó el oficial – en la estación lo dije yo delante de esas mujeres. Era, pues, fuera de duda, que aquella mujer había sido una espía que pretendió colarse en el tren.

Después de arrancarle las presillas, fueron montados en ancas de soldados y conducidos a la Chacarita, de donde al día siguiente se los llevó a Belgr(continuará)

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