Grupos de ayuda de Jugadores Anónimos brinda atención en Sarandí y Wilde

En la Iglesia de Loreto y en el Centro Cultural “Luis Sánchez”.

 

La adicción al juego es una de las problemáticas sociales que cruza generaciones, sobre todo en los tiempos que corren, donde todo está al alcance de “click”. Lo que en otros tiempos solo estaba “reservado” para casinos, hipódromos o la tradicional quiniela, la tecnología hizo que ahora se pueda apostar a lo que se quiera y donde se quiera. Alcanza con prender el teléfono móvil y acceder a Internet.

 

Muy lejos de ser un beneficio, esta “evolución” trajo aparejada la profundización de conductas que, cuando uno deja de jugar para ser el propio juego el que lo hace con uno, hacen que aparezca una adicción que daña no solo a la persona, sino a todo su entorno familiar.

 

No es fácil darse cuenta o admitir la adicción al juego, por lo que el pedido de ayuda por lo general llega cuando se “tocó fondo” y reparar el daño es más complejo. “Te das cuenta que caes en la adicción cuando tu cabeza está todo el tiempo pensando en el juego, cuando financieramente tenés que pedir prestado o sacás préstamos para jugar y mentís mucho. La droga del jugador compulsivo es el dinero entonces, para obtenerlo, hace lo que sea”, resumió a La Ciudad Gabriela, quien durante dos décadas padeció la ludopatía.

 

“Esas son algunas de las características, pero mayormente el jugador compulsivo no se da cuenta enseguida, tiene que rendirse ante el juego, cuando ya llegó al fondo y no da más, seguramente ahí recurre a la ayuda”, agregó.

 

“Yo jugué durante 20 años, tres de esos 20 años fui una jugadora social y, en algún momento, mi cabeza hizo un click y pasé a hacer una jugadora compulsiva- relató Gabriela- y ése fue el momento clave y, cuando toqué ese fondo como quien dice, fue cuando busqué ayuda”.

 

La ayuda profesional siempre es importante, al igual que compartir la experiencia con aquellos que vencieron al juego, como Gabriela, que es parte de los grupos de ayuda de Jugadores Anónimos, que se reúnen todos los martes de 19 a 21 en la Parroquia Nuestra Señora de Loreto, en Mitre 3.779 de Sarandí y, los viernes en el mismo horario, en el Centro Cultural “Luis Sánchez” de Guaminí 6050, en Wilde.

 

También hay un número de asistencia telefónica (11-4412-6745), que está activa las 24 horas.

 

Según explicó Gabriela, Jugadores Anónimos es un grupo que funciona a través de un programa creado en el año 1957, en Los Angeles, Califonia, donde se juntaron varias personas para hablar de las dificultades que tenían con el juego.

 

“Lo que se hace en el grupo es ayudar. La persona que ingresa al grupo no solo se ayuda con el programa, sino además con la experiencia de cada persona que integra dicho grupo”, remarcó Gabriela, quien agregó que “hay personas que tienen muchos años de abstinencia, otros menos, pero todos te ayudan de alguna manera, porque estás con un par, porque la persona que está dentro del grupo tuvo las mismas dificultades o parecidas”.

 

Jugadores Anónimos no pertenece a ninguna religión ni a ningún partido político, sino simplemente es un grupo de ayuda al jugador, para que deje de hacerlo y recobre su vida. “El programa te ayuda a que te reconstruyas como persona”, definió.

 

Resumiendo la definición de Jugadores Anónimos, Gabriela remarcó que “es una hermandad de hombres y mujeres que comparten mutuamente su experiencia, fuerza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del problema del juego”.

 

Pedir ayuda

“Nosotros no somos profesionales de la salud. Por eso, a veces, muchos compañeros del grupo van a psicólogos o psiquiatras, que es otra ayuda, porque hay cosas en las que nosotros no podemos resolver”, explicó. Sin embargo, estar en un grupo es la ayuda correcta, porque es el lugar donde se puede encontrar el apoyo, la contención y consejo necesario para empezar a sanar.

 

El que desee curar su adicción al juego puede acercarse al grupo que quede más cerca, no necesita recomendación ni presentación. “Solo tiene que entrar y lo vamos a recibir como me recibieron a mí y reciben a todos, con amor, comprensión y explicándole de qué se trata”, detalló Gabriela.

 

Cabe destacar que a las reuniones se ingresa solo y que, si alguno va con un familiar, éste permanece afuera porque “cuando decimos jugadores anónimos, es porque somos anónimos, es decir, cuando nos presentamos, lo hacemos con nuestro nombre y la inicial del apellido. Todo lo que se habla en la reunión queda en la reunión”.

 

“El mensaje es que se puede salir de esta adicción que no solamente te destruye a vos, sino también a los familiares”, sentenció Gabriela, remarcando que “recibimos chicos cada vez más jóvenes, porque el juego está al alcance de todos, con un celular, con una computadora; está en todos lados, hasta en propagandas de televisión donde todo parece que te va a ser feliz y te va a dar la gran solución a tus problemas financieros”.

 

Finalmente, Gabriela sentenció que “el juego es una adicción muy destructiva y en lo personal a mí no solamente destruyó mis finanzas, sino mis relaciones familiares y mi cuerpo, porque me pasó factura”.

 

“Te puedo decir todo lo que recuperé a través del programa y lo primero es a mi familia, con la que tengo ahora una relación honesta, amorosa, en la que pudieron perdonar y entender que lo que tengo es una enfermedad, que se llama ludopatía, y ayudarme a que yo siga en este camino”, concluyó.

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