Frío o calor, ¿qué aplicar para el dolor?

Muchas veces, ante molestias ocasionadas por el deporte o el trabajo, recurrimos a los famosos geles refrigerantes o las aclamadas bolsitas de agua caliente. ¿Qué es más conveniente?

El dolor es el motivo más frecuente de consulta médica. Se trata de una señal nerviosa que indica un daño real o posible en el organismo. Hay distintas clasificaciones y tiene un componente subjetivo y emotivo que varía entre individuos y situaciones.

Cotidianamente podemos percibir esta sensación desagradable debido a circunstancias deportivas y laborales, entre otras. El dolor puede deberse a problemas posturales o lesiones musculares, articulares, óseas, etc.

Muchas veces, cuando aparece esta respuesta del organismo, recurrimos a dos elementos que siempre han estado asociados a ella: el frío y el calor, o sea, aplicamos crioterapia o termoterapia. Esto es correcto, pero hay algunas consideraciones a tener en cuenta.

Lo primero es volver sobre el tema del dolor ya que debemos identificar cuándo apareció:

Comienzo agudo: se relaciona con un traumatismo, es decir, un único episodio que produce una sintomatología florida con mucho dolor, inflamación, impotencia funcional, hematomas, etc. Ese traumatismo deja una huella motriz y neurológica que permite evocar la situación de angustia.
Origen crónico: dolor difuso o sordo, mal localizado, que se va acrecentando y haciéndose más severo con el correr de los días, semanas y meses. Las personas no pueden manifestar un episodio lesional que haya generado las molestias.

El licenciado en Kinesiología y Fisioterapia, Rodrigo Amoroso, docente de la Universidad Maza explicó que “el dolor puede ser leve, moderado o severo. Si es leve no es para preocuparse, de hecho, es una señal de alarma del organismo para indicarnos que necesitamos reposo. Generalmente se da por un sobresfuerzo o un pequeño traumatismo y desaparece en menos de 2 o 3 días. Sin embargo, ante los dolores de mayor magnitud es conveniente acudir al médico para diagnosticar la causa y descartar patologías severas”.

En la fase aguda del dolor, las primeras 48-72 horas, se aplica frío. Siempre que uno observa inflamación articular o muscular lo indicado es usar hielo. La crioterapia es anestésica, bloquea la sensación de dolor.

En cambio, cuando el síntoma pasa a ser algo subagudo o crónico y se realizó el reposo correspondiente, se puede pasar al calor, que es analgésico, disminuye la sensación de dolor.

Algunos datos a tener en cuenta

Deberíamos diferenciar si el dolor es articular o muscular y si el frío o calor lo aplicamos antes o después de la práctica deportiva.

Si estamos hablando de la fase subaguda o crónica, previo a una actividad lo conveniente es aplicar calor para predisponer la zona al trabajo, generar analgesia, fluidificar los tejidos y flexibilizar tendón, musculo y capsula articular. Luego de la práctica, sería mejor colocar crioterapia para desinflamar cualquier estructura que se pueda haber resentido.

 Amoroso detalla los motivos de ese protocolo: “Cuando uno continúa entrenando o practicando el deporte que ocasiona el dolor suelen producirse reagudizaciones de una patología que se ha instaurado como crónica, entonces es conveniente la aplicación de termoterapia previo a la actividad y crioterapia luego de ella”.

Finalmente, es necesario destacar que cuando el dolor se ha hecho habitual es conveniente acudir al médico antes de que los síntomas se cronifiquen, porque cuando se vuelven perennes son muy difíciles de quitar.
“Lo ideal es no dejarse estar, pero los seres humanos somos hijos del rigor y hasta que el dolor no se hace severo no consultamos o nos automedicamos, lo cual claramente es no conveniente”, concluyó Amoroso.

Contraindicaciones

En algunos casos deberían evitarse estos tratamientos.

Crioterapia:

– Enfermedades vasculares periféricas
– Arterioesclerosis
– Hipersensibilidad e hiposensibilidad al frío
– Lesiones dermatológicas
– Enfermedades cardiovasculares graves
– La aplicación no debe prolongarse más allá de 15 minutos.

Termoterapia:

• En inflamaciones e infecciones (en las primeras 24 horas)
• En edemas y hemorragias
• En pacientes con alteraciones de la sensibilidad
• En tromboflebitis
• En cardiopatías
• En implantes metálicos
• En embarazadas (sobre el vientre).

Nunca debe aplicarse directamente sobre ojos o genitales.

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