Formas de familia, la diversidad familiar en expansión

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

El aumento de la esperanza de vida, la disminución de la fecundidad y la mortalidad, la postergación de la edad para contraer matrimonio, la prolongación de la soltería y el aumento de las uniones consensuales, las separaciones y los divorcios juntamente con la disminución de la población casada legalmente y del tamaño de la familia, son hechos que ocurrieron en las últimas tres décadas de nuestro país.

Todos ellos afectaron más a las mujeres que a los varones, ya que ellas han recorrido un camino en dirección a la igualación de sus oportunidades con las de los varones para alcanzar niveles más altos de educación y de participación en la fuerza de trabajo. A partir de mediados de los 70 y en forma cada vez más creciente, mujeres casadas junto a separadas y divorciadas, salieron a trabajar para reemplazar o reforzar con sus ingresos los ingresos inexistentes o deteriorados de sus maridos desocupados o subocupados. Estos cambios han tenido repercusión sobre la fecundidad y sobre la formación de las familias. Entre otros, el más observable es ganar dinero, el cual tiene consecuencias que van más allá de las económicas: robustece la autonomía, el sentido del propio valer y la tendencia a la individuación, quizá no sea casual entonces que haya aumentado la gente sin pareja, más por ruptura del vínculo conyugal que por permanecer soltero.

Estos cambios en la familia nos llevaron a preguntarnos si lo que enfrentábamos era un proceso de transformación o uno de extinción. Parecería que la organización de la vida privada en un ámbito doméstico ha tenido permanencias y cambios.

Si bien la mayoría de la gente vive en familia, existe un amplio sector que elige formas alternativas a la vida familiar, sobre todo la presencia cada vez mayor de personas que viven solas, tradicionalmente eran una mayoría de mujeres viudas de edad madura, a las que ahora se agregan cada vez más hombres y mujeres jóvenes, quizá exponentes de la creciente autonomía personal que caracteriza a la vida moderna.

La familia completa, madre, padre e hijos solteros, sigue siendo la forma más frecuente de vivir en familia, pero no es la única. Una de las formas que más se ha expandido es la de hogares monoparentales, solo uno de los progenitores con su hijo y quizá como expresión del número creciente de separaciones y divorcios. Aunque estas familias incompletas por la ausencia de una figura parental está compuesta por una madre sola con sus hijos, cada vez hay más familias parentales con un padre solo, y esto expresa los nuevos valores culturales en torno a las formas de ejercer la maternidad y la paternidad.

La expansión de las formas monoparentales de familia va junto con la disminución de la importancia de las familias tradicionales, éstas afirman los valores tradicionales y solidarios que señalan la protección de los parientes solos, por lo general mujeres ancianas y niños, y la asociación para enfrentar las demandas de trabajo doméstico y extra doméstico, este retroceso señala una vez más el proceso de individuación de la vida cotidiana y el cambio de los valores culturales referidos a la intimidad, que se torna cada vez más exclusiva. Como consecuencia de estas tendencias, aunque la mayoría de los niños nacen y se crían en familias tradicionales, un número de ellos pasará una parte cada vez mayor de su infancia y adolescencia en un hogar monoparental.

El modelo ideal de familia tradicional de procreación, no parece por el momento estar amenazado de extinción. Las formas alternativas que han surgido de vida en familia posiblemente no distan más del modelo tradicional de familia, de lo que distaba del modelo la familia que surgió con posterioridad a la revolución industrial con relación a la separación del hogar y el lugar del trabajo cuando se produjo un cambio en la división del trabajo por género y en la distribución de los roles productivo y reproductivo. Pero quizá hay una diferencia significativa.
Es probable que las formas alternativas de vivir del pasado surgieran a causa de imposiciones de nuevas realidades sociales y económicas, en tanto las del presente parecen surgir de una creciente libertad para decidir voluntariamente cómo se quiere vivir, si en unión consensual, si en hogares monoparentales, si en hogares tradicionales, si ensamblados, si en pareja sin hijos o solos.

Si bien la diversidad de familias actuales que se alejan del modelo tradicional no pueden considerarse formas desviadas o disfuncionales, llaman la atención sobre la necesidad de ampliar las formas de pensar las familias a fin de hacerles, en la imaginación colectiva y en las imaginaciones de los planificadores, el espacio que ya ocupan en la realidad.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
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