Fiestas Patronales de Avellaneda: Mensaje del Pbro. Rodríguez Rancati

Párroco de la Catedral de Avellaneda.

La persona humana tiene una dimensión social o sea comunitaria. Ser persona contrarresta el individualismo. La inclusión o el sentido de pertenencia a una comunidad es propio de la dignidad humana y del bien común. Como han dicho hace unos años nuestros Obispos “existir es convivir” (1). O también: “Todo obrar tiene repercusión comunitaria” (2). Y “Esto no es solo un hecho que se puede observar, sino un deber y un derecho, porque la persona es esencialmente social” (3) Existen ciertos niveles de pertenencia a la comunidad que definen a una persona humana. Por ejemplo “la familia” en la que se constituye una infinidad de muchos pequeños detalles cotidianos; lo que hace de la persona un miembro maduro para el amor y el compromiso responsable. Las comunidades intermedias (la religión; la escuela; la política partidista; las ONG; etc.) que fomentan ideales y elecciones libres de por vida para con Dios y la sociedad. La comunidad Nacional, desde una experiencia verdadera en las familias y las comunidades intermedias, hacen de sus miembros, no sólo que sean habitantes sino principalmente ciudadanos; como nos han dicho también nuestros Obispos en preparación de los 200 años de la Revolución Patria (4).

Desde la función pública; desde el trabajo y la profesión; desde el justo reclamo; cuando los miembros de un país son mayoritariamente ciudadanos, existe la real posibilidad del servicio como vocación de vida, alejándose del egoísmo y neutralizando el consumismo. Toda comunidad ha de abrirse para todos con igualdad de oportunidades (5), con caminos de libertad, verdad y justicia. Tres valores que como virtudes sociales se acrecientan en toda comunidad, cuando se favorece la integridad moral de sus miembros y ciudadanos. En la integridad moral aprendemos a ser más libres cuando más nos comprometemos en la adhesión a la verdad. Defendemos la verdad cuando aprendemos a dar a cada uno lo que le corresponde en el diario vivir de la vida comunitaria. Una verdad que se hace realidad cuando la distribución equitativa de parte de los que tienen la autoridad, es un hecho. Construimos la unidad en una comunidad cuando cumplimos con nuestras obligaciones.

Lamentablemente el relativismo, tan reinante en la cultura occidental, (que nos invade especialmente por los medios de comunicación social y sus modelos), no acepta que existan verdades ciertas acerca de la conducta humana. Quiere expresarse en la norma positiva con su caracteres despóticos, la implementación ideológica, en reemplazo de “la integridad moral”. Así se contaminan las relaciones de dialogo fraterno y sincero, vaciándola de sus verdaderos contenidos y haciendo del otro no mi hermano sino alguien extraño.

Para nosotros los cristianos es fundamental “la integridad moral” tanto en la Familia, como en la comunidad Intermedia la que pertenezcamos, lo que tendrá unas enormes consecuencias positivas en la Comunidad Nacional. Integridad moral que se inspira en Jesucristo como modelo de todo hombre que aspira a la Santidad. A propósito de esto último, parece importante tener presente lo que dice el Papa Francisco que como nota de la santidad en el mundo actual entre otras es “la vida en comunidad” (6)

Nos dice el Magisterio Social de la Iglesia:
“Es deber de todos y especialmente de los cristianos, trabajar con energía para instaurar la fraternidad universal, base indispensable de una justicia auténtica y condición de una paz duradera. No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y la relación del hombre para con los hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura, el que no ama no conoce a Dios (1Jn 4,8)” (7)

Gracias a la fe podemos creer en un Dios que es Padre y ver al otro como mi hermano en Jesucristo Hijo de Dios, quien por amor nos rescató a todos de la Santa Cruz. “La cruz es el lugar definitivo donde se funda la fraternidad, que los hombres no son capaces de generar por sí mismos. Jesucristo, que ha asumido la naturaleza humana para redimirla, amando al Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cf. Flp 2,8), mediante su resurrección nos constituye en humanidad nueva, en total comunión con la voluntad de Dios, con su proyecto, que comprende la plena realización de la vocación a la fraternidad” (8) En la cultura del encuentro el otro es cada vez más cercano y próximo, es cada vez más mi hermano “…que supera todas esas culturas del descarte que hoy en el mundo se ofrecen en todas partes. Una cultura del encuentro donde cada uno tenga su lugar, que todo el mundo pueda vivir con dignidad y que se pueda expresar pacíficamente sin ser insultado o condenado, agredido o descartado. Esa cultura del encuentro que todos tenemos que ir buscando, con la oración y la buena voluntad (9)

Que la Vírgen de la Asunción nos bendiga y proteja en esta celebración de nuestras Fiestas Patronales.
Pbro. Raúl Rodríguez Rancati
Cura Párroco

1. Iglesia y Comunidad Nacional, 60.
2. Idem, 66.
3. Idem 60.
4. Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad. CEA, 14 de noviembre de 2008
5. Cfr. Iglesia y Comunidad Nacional, 64.
6. Gaudete et Exultate, 140-146.
7. Octogesima Adveniens, 17
8. Mensaje del Papa Francisco para la 47ª Jornada Mundial de la Paz, 3
9. Mensaje del Papa Francisco al pueblo argentino 30-09-2016

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