Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los afectará ningún tormento (Sab. 3,1).
Aunque tengamos muy sabido que la muerte tiene que llegar también a la gente que conocemos y amamos, y aunque incluso la enfermedad nos lo anuncie,  nos encontramos tristes y sorprendidos: tristes porque conocíamos y apreciábamos  a esta hermana nuestra que se ha ido, y sorprendidos porque, por más que lo sepamos, siempre nos parece que no es posible que la vida de este mundo llegue un momento en que termine.
Alba se ha presentado ante Dios, ante el Padre, llevando en sus manos, como las doncellas del evangelio, la lámpara encendida de su buena  voluntad, la lámpara encendida del bien que se esforzó en realizar, la lámpara encendida de su fidelidad al designio de Dios especialmente en su misión de educadora como maestra especial, directora, inspectora, y su servicio en la Junta Regional de Educacion Católica -Jurec-, en el CEC y en el Consudec.
Y nuestra confianza, la confianza de los cristianos, es ésta: que Dios va a tomar esta luz, esta pequeña llama y la va a convertir en la luz eterna del gozo, de la vida, de la paz.
Por eso queremos que esta triste noticia renueve nuestra fe. Para decirnos mutuamente que creemos en la bondad infinita de Dios, y para orar todos juntos por esta nuestra hermana Alba, para que verdaderamente Dios la reciba para siempre en su Reino.
                                                                       
                                                                                   Pastoral Educativa
Diócesis de Avellaneda- Lanús