Emilio De Francesco: «Disfruté el deporte plenamente»

Obtuvo importantes premios como remero del Club Regatas de Avellaneda y de la Selección Argentina.

Las palabras brotan de su boca con un dejo de nostalgia y los emotivos recuerdos de aquella época dorada le humedecen los ojos, de manera inevitable.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero las imágenes permanecen indelebles en la retina de este notable deportista, que fue capaz de dejar su huella hasta en el agua…

Emilio De Francesco reconoce que tuvo una vida intensa y sacrificada, y aunque su carrera deportiva como remero del Club Regatas de Avellaneda y de la Selección Argentina se truncó -quizá en su mejor momento- a causa de una cruel enfermedad, no se reprocha nada, porque sabe que dio todo lo que tenía para dar, hasta donde pudo.

«Hice muchos deportes. Empecé a los 8 años, haciendo natación en Independiente, club donde tengo 75 años de socio. Después jugué al básquet en Racing e Independiente y más tarde llegué a Regatas, donde también hice básquet, además de natación y remo», comentó sonriente De Francesco, vecino avellanedense nacido en el barrio de Piñeiro, el 12 de julio de 1928.

En su infancia, Emilio vivía en la actual calle Fernández (cuando todavía se llamaba Fraga), a media cuadra del Riachuelo, a donde su padre lo llevaba a pescar o a darse algún chapuzón, cuando la sudestada hacía crecer su caudal.

Ya en su adolescencia, la figura atlética del joven De Francesco (1,96 m. y 82 kg.) llamaba mucho la atención a distintos entrenadores que se lo disputaban, sobre todo en los equipos de básquet.

«En ese tiempo -siempre lo digo, aunque también soy socio ahí desde hace más de 60 años-, Regatas era un club de gente… (Interrumpe su relato y empuja su nariz hacia arriba con su dedo índice). Ahí estaba toda «la crema» de Avellaneda. Yo era de clase media, con la única ventaja de que vivía cerca, a unas cuatro cuadras. Pero allí cobraban muy cara la inscripción y las cuotas sociales», describió Emilio, que desembarcó en la tradicional institución de Avellaneda cuando tenía 17 años y por invitación exclusiva de un entrenador.

Allí jugó aproximadamente un año y medio al básquetbol, hasta que el instructor de remo, Horacio Mesina, vio sus condiciones y le ofreció remar. Emilio se entusiasmó con hacer un nuevo deporte y empezó a entrenarse en remo.

Al entrenador de básquet no le gustó nada esa decisión. Éste le decía: o remo o básquet. Pero Emilio conformaba a todos, asegurando que podía hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Y un día llegó su glorioso debut. En el marco de los festejos por el aniversario del club, en 1948, se corrió una interna de remo en la que Emilio fue revelación y figura. Su destacada performance salió en todos los medios (La Democracia, Mundo Argentino, en la revista El Gráfico, entre otros). De pronto, el novato De Francesco se convertía en una gran promesa del remo no solo en el ámbito local sino a nivel nacional.

«Aprendí la técnica muy rápidamente», resaltó el antiguo socio del Club Regatas de Avellaneda. «En la categoría Single Principiante yo veía que competía con gente del club, más grande en edad y mucho más experimentada que yo. Pero gané la regata. Imaginate. ¡Yo era un don nadie! Con toda la energía y la humildad de un chico de barrio. Me venían a saludar y me abrazaban, y yo me sentía Tarzán», agregó emocionado De Francesco.

Entre los participantes, se encontraban representantes de distintos clubes emblemáticos de la época: La Marina, Hispano Argentino, Nahuel, La Plata, Tigre Boat y Almirante Brown, según repasó el anfitrión de esta nota.

Con el tiempo, Emilio siguió entrenándose y perfeccionándose, e integró «un cuatro» que ganó varias regatas a nivel de selección, participando contra Uruguay, Brasil, Perú y Chile. El entrevistado contó que «venían todos los años, participantes de varios países, que no se perdían las regatas de Tigre y de La Plata».

Fue en esa época que, tras conseguir diez regatas internacionales, el Club Regatas de Avellaneda lo premió con la Palma de Oro, convirtiéndose en uno de los diecinueve poseedores de la histórica insignia.

Al mismo tiempo, su entrenador le instaba que continuara su participación en single, pero él prefería correr en equipo, porque solo se aburría.

En «dos largo» (dos remeros con remos largos), formó una dupla imbatible junto a Didio Russo (y Humberto Galfrascoli en el timón), consagrándose Campeón en los primeros Juegos Panamericanos de 1952, disputados en nuestro país, donde la Argentina ganó las ocho regatas que se corrieron.

Un golpe al corazón
«Cuando terminó el Panamericano, nuestro entrenador -un rosarino muy capaz- Mario Robert, nos dijo a Russo y a mí que siguiéramos entrenando, porque se venían las Olimpiadas de Helsinki. Ya teníamos todo listo. Hasta me habían llamado de la Asociación de Remo para tomarme las medidas del uniforme de la delegación y estaba muy entusiasmado», recordó Emilio, a quien su salud le jugaría una mala e inesperada pasada.

El 11 de enero de 1953 se festejaba un nuevo aniversario del Club Regatas, y como no podía ser de otra manera, Emilio decía presente en la tradicional remada y hasta se daba el lujo de participar en competencias de natación y de básquet.

Cuando terminó las actividades, De Francesco se fue a su casa sofocado de calor. Su hermana le tomó la fiebre y tenía como 40 grados. «Me internaron de urgencia en el Hospital Muñiz y me detectaron una difteria galopante. Me salvé de milagro…», expresó el múltiple deportista, que estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte durante dos meses y medio, peleándole a una enfermedad infecciosa que para esa época era muy peligrosa, ya que todavía no existía la penicilina.

Cuando se levantó de la cama, el flamante remero de futuro promisorio había perdido más de 10 kg. de peso. Y para cuando terminó de recuperarse, en una junta médica, se confirmó que la principal secuela que le quedó fue una arritmia cardíaca. El cardiólogo fue contundente: deporte por competencia, nunca más.

Al respecto, De Francesco tomó la noticia con calma y nunca bajó los brazos. «Estoy tranquilo y no siento ningún remordimiento. Mi carrera se cortó, Dios quiso eso y tuve que aceptarlo. Pero siempre les digo a mis familiares y amigos: yo disfruté el deporte plenamente».

Toda la vida remando
Toda la energía, la capacidad y las cualidades que Emilio tenía para el deporte, las aplicó al trabajo, para brillar profesionalmente; aunque con gran sacrificio tuvo que seguir «remándola» para garantizarle a su familia un buen pasar económico.
Se recibió de Contador Público y se casó con Nélida Luján Martingano, a quien conoció en Regatas.

Trabajó en la empresa C.A.T.I.T.A. (Compañía Argentina de Talleres Industriales del Transporte y Afines), como encargado de la sección de materiales. Al tiempo se pasó a la Compañía General de Fósforos, donde ingresó como empleado de control y llegó a ser gerente de la administración central, cargo con el que se jubiló.

Tuvo dos hijos que le regalaron cinco nietos. Cuando repasa todas las satisfacciones que le ha dado la vida, De Francesco no tiene más que muestras de agradecimiento.

«¡Qué más puedo pedirle a la vida!», exclamó, con una nueva sonrisa.

Hoy, con sus jóvenes 84 años, Emilio se cuida físicamente haciendo -todos los días- unos 40 minutos de bicicleta fija, caminata en la cinta y un poco de gimnasia, mientras se entretiene con la tele, en el canal de cocina.

Reconoce que extraña mucho a su esposa, que se le fue hace tres años. Ese sí fue un duro golpe que aún hoy le cuesta superar. Pero se reúne con sus hijos los fines de semana, para tenerlos cerca y se refugia en el club que lo vio nacer como deportista, que a esta altura es como su segunda casa: «Regatas es mi lugar de encuentro, mis mejores amigos los tengo ahí. Nos juntamos, charlamos de todo un poco, almorzamos y jugamos al truco. Y los tengo a todos cortitos, porque soy el socio más antiguo que sigue yendo al club», concluyó.

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