Emanuel Navarro y la experiencia de navegar en la fragata Libertad
El flamante vecino de Avellaneda habló con La Ciudad sobre el viaje.
Año a año, la fragata Libertad sale a recorrer el mundo. Sin embargo, la pandemia la obligó a permanecer el 2020 en el puerto de Mar del Plata y, en 2021, a visitar los puertos argentinos y las costas de Uruguay, Chile y Perú.
Allí, a bordo del buque insignia, viajaba Emanuel Navarro, nacido en Trelew hace 27 años, criado en Punta Alta y, desde hace pocos días, flamante vecino de la ciudad de Avellaneda.
“Fue una muy linda experiencia, en mi caso no había navegado en este tipo de barcos y lo disfruté mucho; obviamente hubo gente que se mareaba porque el mar no es para cualquiera”, le contó Navarro a La Ciudad.
“Cuando navegué, había mucha gente que ya había navegado, en lo que son buques de guerra por ejemplo, pero no es lo mismo porque éste es un velero que, básicamente, puede propulsar, entonces tiene una diferencia”, detalló.
En la fragata cada uno tiene una especialidad y un trabajo específico, aunque todos están preparados y dispuestos a realizar otras tareas y aprender.
“Cada uno se dedicaba a lo suyo -explicó Navarro- pero eso no quita que todos estemos preparados para otras tareas o para hacer un poco de otras cosas, como amarrar, manejar las velas o trabajos de pintura”.
“Había trabajos que hacíamos todos, más allá de la especialidad de cada uno”, completó.
La especialidad de Emanuel Navarro es la administrativa y esa función requiere de poca gente en la embarcación porque, si bien es necesario, las tareas son algo más limitadas que “en tierra”. Por ello, el ahora vecino de Avellaneda hizo muchos trabajos que no le son habituales, lo que le permitió aprender y crecer.
“Entre esos trabajos, me había ofrecido para encender las luces que están en los tres palos, arriba. Me había puesto de voluntario para subir a los palos porque no cualquiera quiere hacerlo, algunos tienen vértigo y más navegando”, comentó.
“Arriba se mueve más, pero como a mí me gusta todo lo que es altura me ofrecía y listo, iba yo”, manifestó.
No todos pueden hacer todo. Previo al viaje, se les hace un estudio en la Fuerza Aérea que consiste en sentar al marinero en una butaca, dentro de un cabina a oscuras y, en determinado momento, dicha butaca empieza a girar, girar y girar…
“El especialista se da cuenta si uno se marea, si tiene vértigo, si se te acelera el corazón o se te baja la presión, entre otras cosas. Se fijan que uno no tenga náuseas, porque obviamente en una navegación puede pasar y aún así seguir haciendo su trabajo. En la fragata hay también camareros y cocineros, y para ellos también era complicado tener que estar cocinando mientras se mueve todo”, sostuvo.
Al respecto, remarcó que “si te da mal el estudio, no es que no podés navegar, sino que te limitan algunas tareas”.
Experiencia en los viajes
Emanuel Navarro y sus compañeros de viaje embarcaron en la fragata Libertad el 14 de febrero del 2020, navegaron hasta Mar del Plata y, justo cuando iban a salir, la pandemia los retuvo en el puerto de “La Feliz”, por lo que se quedaron haciendo trabajos de mantenimiento en el barco.
Recién en 2021, cuando se calmó un poco la pandemia, pudieron ir a Uruguay, Chile y a Perú, todo con protocolo, barbijo y distanciamiento.
“De los viajes lo que más me gustaba era probar las comidas típicas y, más allá de eso, lo que me gustaba era la gente, la forma de manejarse con nosotros, la amabilidad”, destacó.
“Cuando fuimos a Perú nos trataron muy bien, en Chile también, y en Uruguay son más como nosotros, es como ir acá a la vuelta. En Chile la gente sabía que estaba la fragata y donde íbamos nos recibían muy bien y por ahí uno esperaba otra cosa, por la pica que siempre hubo con los argentinos”, se sorprendió.
En Argentina
En tanto, el vínculo de la fragata Libertad con el argentino es mucho más profunda.
Incluso el propio Emanuel Navarro recordaba que antes de estar en la fragata, la veía, le “encantaba” y cada vez que estaba en Mar del Plata o Buenos Aires, si podía la visitaba.
“Noté mucha cercanía de la Argentina con la fragata y cuando embarqué lo viví en carne propia. Esa identificación quizá sea porque se ven representados en el lugar del mundo que esté el barco”, conjeturó.
“La gente se acercaba, se sacaba fotos y también veía eso con los militares retirados que venían y era como algo nostálgico, se sacaban fotos con nosotros como si fuéramos héroes. O un veterano que viajó en los años ‘90, de joven, y quizá, al visitarlo, se le escapa una lágrima”, describió, asumiendo que, cuando él tenga muchos años más, a lo mejor le pase lo mismo.
Trabajo en tierra
Emanuel Navarro cumple ahora funciones en el Edificio Libertador y está abocado a su especialidad, en la Dirección de Personal, aunque reconoce que algo “se extraña al barco”.
“Hoy me dedico a trabajo de oficina, pero en un futuro puedo nuevamente embarcar. Eso no está descartado, porque nosotros nos ponemos como voluntarios para comisiones, misiones de paz o ir a la Antártida, entre otras cosas”, afirmó.
El hecho de trabajar en la zona de Retiro obligó a Emanuel a buscar un lugar de residencia que le quedara cómodo y, por recomendación de un amigo, llegó a Avellaneda en busca de tranquilidad. “Capital era un lío y acá es más tranquilo, con el 22 llego bien; está bueno porque en 20 o 30 minutos ya estoy acá”, resaltó, agregando que “Avellaneda es un golazo, me gusta bastante, caminé el barrio y tiene de todo”.
La influencia paterna
Daniel Esteban Navarro era militar, más precisamente de la Fuerza Aérea, y cumplía funciones en la Base Almirante Zar de Trelew cuando su hijo Emanuel llegaba al mundo. Cinco años después, la familia tuvo un nuevo destino: Punta Alta.
Un padre militar y la cercanía con el puerto seguramente habrán influido en la vocación del joven Emanuel, quien curiosamente egresó de la Escuela de Suboficiales el mismo año en que su padre se retiraba tras 35 años de labor.
“Ya desde la infancia yo veía las cosas de la Armada. En su caso no era su tema los barcos, sino la aeronáutica. El vivió situaciones que yo todavía no pude vivir por mi escasa experiencia, pero en el caso de la fragata, él no lo vivió”, dijo Emanuel.
“Hay cosas que yo le cuento, momentos que yo pasé en la fragata y obviamente se impresiona porque no la vivió. Yo voy a poder hacer cosas que él no pudo y, de esa manera, nos contamos anécdotas entre los dos”, concluyó.
Emanuel va dando los primeros pasos en la Armada, los propios, los que fue forjando con estudio y esfuerzo, pero también significa pasos más avanzados en la familia, siguiendo la tradición y continuado una historia en la fuerza, que va por las cuatro décadas.