El valor de la palabra
Escribe: Prof. Dr. Julio César Gloazzo. Master Trainer en PNL. Co-autor del libro “Cuando las palabras también curan”. Jefe del Servicio de Medicina Neuro Lingüística del Hospital Pte. Perón, único en su tipo en un hospital público en América.
Las palabras pueden tener muchos atributos, pero la inocencia no es uno de ellos.
Las palabras pueden ser muchas cosas, menos inocentes.
De todos los dones que poseemos los seres humanos, la palabra ocupa el lugar más destacado y nada en la vida de una persona es más simbólico que ella, ya que para cada una de las palabras usadas, existe de manera inexorable, una interpretación determinada por parte del que escucha.
Una vez que la palabra ha sido enunciada ya nada será lo mismo, cuando las decimos o nos las dicen. Las palabras tienen poder y es tal vez, la cosa más poderosa que manejan las personas, aún sin tener conciencia de ello.
Como dice Maturana, la palabra crea realidad.
En el ámbito de la salud, solemos decir que la palabra cura, enferma y mata, en la política ocurre igual y no existe guerra que no haya comenzado con palabras.
Entre los seres humanos las palabras suelen ser premoniciones, pueden ser utilizadas para humillar, desprestigiar, envilecer y en general para limitar al otro, incluso someterlo.
Como dijimos antes, la palabras crean realidad y llevan a una profecía que se cumplirá, “No eres capaz para tocar música”, “No sirves para los números”, “No pierdas el tiempo, no lo lograrás nunca” son ejemplos de esto cuando son dichas por alguien a quien hemos asignado autoridad, “Sos una inútil”, cuando esto es repetido muchas veces a una persona, el cerebro de ésta lo terminará creyendo.
Los adjetivos descalificativos generan heridas que suelen perdurar abiertas toda la vida y estos adjetivos aparecen en los núcleos familiares, en la parte más íntima de los integrantes de la familia, también en los ámbitos laborales y deportivos de niños.
Es en el núcleo familiar que suele escucharse de padres a hijos y entre esposos, expresiones de menosprecio tremendas tales como: Sos un inútil, no servís para nada, sos un burro, sos un cobarde, sos una porquería, sos horrible, tu familia es impresentable, etc, etc, y podríamos seguir por páginas. Quien escucha estas palabras dirigidas a él o ella, termina creyéndolas, derrumbándose, como consecuencia, su autoestima como un castillo de naipes.
Pero la pérdida de la autoestima, puede llegar a ser un camino sin regreso, ya que su deterioro es el caldo de cultivo para enfermedades como la depresión, la angustia, la obesidad y las adicciones entre otras cosas.
Una palabra hiriente genera furia, miedo y estrés, una hormona llamada Cortizol, se sostendrá en el tiempo intoxicando a las células de todos los tejidos y generando un sin fin de enfermedades.
Una palabra gratificante, producirá endorfinas , oxitocina y dopamina que son hormonas de la recompensa y la felicidad.
Tratar bien a las personas es un don que debe aprenderse, debe estudiarse y ser incorporado a la vida de cada quien.
El tratarse mal entre las personas desde la palabra, es la expresión del cerebro de quien tiene inseguridad, incapacidad y en general una historia de violencia.
“Si tuviera que invertir una fortuna para adquirir una habilidad, no dudaría un segundo en invertir en aprender a tratar bien a las personas”
Henry Ford