El seductor y deportista Armando Bo

Escribe Antonio J. González.

Armando Bo no tuvo un perfil, muchos perfiles creó durante su azarosa vida. Fue deportista amateur y jugador profesional de básquet. Galán y primera figura de la pantalla luego. Se convirtió en director de cine atrevido y en productor con excelente gusto por el éxito y el dinero. Los deportes lo hermanó con el Club Independiente y allí nace la amistad con otro entusiasta deportista, el músico José Rodríguez Fauré. Los dos jóvenes compartieron muchas tardes en la pileta cerrada y climatizada de esa institución. “…compartíamos muchos momentos juveniles, en particular el deporte –relata Fauré en el libro que lleva su nombre- Con Fernando Lamas nos encontrábamos los tres en los clubes o lugares de entretenimiento y nos hicimos amigos”. Y vaya los caprichos de la vida, los tres irían luego por caminos diferentes pero ligados con la expresión artística.

“Un día me llama Armando –sigue relatando el músico. “Che, Pepe, te necesito para una película. El músico contratado tiene problemas y no puede terminar la musicalización. ¿Me ayudás?”. Así Rodríguez Fauré emprende la tarea de escribir y ejecutar la música de una de las mejores películas de esa época, “Pelota de trapo”, dirigida por Leopoldo Torres Ríos. Ese mismo año, Bo había fundado la Sociedad Independiente Filmadora Argentina (SIFA), productora responsable de ésa y otras películas populares y deportivas.

En las anécdotas que Fauré cuenta de la relación entre ambos, señala un encuentro con implicancias políticas. “Cuando hacíamos el montaje de una de las primeras películas –dice- en la década del ’40, nos reuníamos en el café de los viejos Estudios Alex. Uno de esos días en que charlábamos en el café, veo a una muchacha rubia, muy bonita. Lo codeo a Armando y le digo en tono de broma: «Mirá esa mujer». «Tené cuidado con ella, tiene una palanca bárbara. Anda con un coronel». Era Eva Duarte y estaba filmando.

Como director de cine, Bo insistió con un estilo original para esos años y altamente perturbador. Estuvo formalmente casado pero no ocultaba su romance con Isabel Sarli desde que la conoció y la convirtió en protagonista de todas sus películas.

Se lo recuerda como un personaje “brusco, fanfarrón, malhablado, seductor y muy inteligente”. Como la de los verdaderos transgresores, su vida estuvo acompañada por el escándalo y la censura. Filmó el primer desnudo del cine argentino, y fue acusado de blasfemo, degenerado, pornógrafo y sexópata. La biografía total de un personaje increíble, fruto de la época donde mayor censura se producía.
Es el relato de una vida apasionante que combina hazañas y romance, deporte y sexo, codicia y gloria.

Su primera película como director fue “Adiós muchachos” (1954) y en 1958 filmó “El trueno entre las hojas” premiada en un Festival en la entonces Checoslovaquia, luego siguieron “Fuego”, “Fiebre”, “Furia infernal” y con las cuales entabló, más o menos concientemente, batallas contra la censura sexual, el bloqueo económico a la producción cinematográfica independiente, el elitismo intelectual y sus propias limitaciones físicas y estéticas. Pero no fue un mártir ni un defensor de la libertad intelectual. Pragmático como para filmar en 1958 una historia del narrador paraguayo Augusto Roa Bastos o ser simpatizante del Alte. Rojas en 1956. Cara y cruz. Negro y blanco. Fue un trabajador constante, pese a todo.

ajgpaloma@hotmail.com

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