El recto uso de los bienes

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Frassia en sus reflexiones radiales se refirió al Evangelio según San Lucas 12,13-21 (Ciclo C)

El Evangelio es muy claro cuando habla del recto uso de los bienes, ya que se trata de la conducta del cristiano con respecto a los bienes de este mundo.

Toda persona aspira, por medio de su trabajo, a un progreso, a un desarrollo, a un bienestar digno para sí y su familia, dándole educación, salud, vivienda, proyectos y todo aquello a que tiene derecho para lograr sus objetivos. Sin embargo, el Evangelio nos dice que uno no puede poner su corazón en los bienes, en este caso en el dinero.

Uno puede decir que el que tiene dinero tiene poder y que si tiene poder es porque tiene dinero y así muchas veces manipula y actúa de acuerdo a ese poder que le da el dinero. Algunos hacen de esto la finalidad de su vida: “trabajo no sólo para crecer o mantener a mi familia, sino que trabajo para enriquecerme.”

Pero uno no puede olvidarse que hay otra cosa más: la familia, uno mismo, los otros, Dios; uno no puede claudicar y hacer del dinero el “dios mamón” y que llene el corazón de una persona.

Decía San Hilario de Poitier, en el siglo IV, que nosotros combatimos contra un perseguidor insidioso, un enemigo que miente, no hiere la espalda pero sí mueve el vientre, no confisca los bienes para dar la vida pero los enriquece para darles la muerte, no golpea los costados, pero sí toma posesión del corazón.

Muchas veces el dinero y el poder pueden anestesiar, adormecer a la persona, esclavizándola y por eso uno no puede ser “señor de sí mismo” sino que el dinero es “su señor”, y esto es algo que le hace muy mal.

En nuestra vida tenemos finalidades pero hay finalidades que no se pueden excluir. Una finalidad es el trabajo: digno y con una justa retribución. Pero uno es más que un trabajo, uno es persona.

Eso quisiera poner en el centro de este Evangelio, ¿por qué? Porque de lo contrario uno se dedica totalmente a las cosas de este mundo que, en realidad, no pueden llenar el corazón de una persona; ¡porque el que llena el corazón de la persona es Dios!.

Es Dios en uno. Es Dios con los demás. Es Dios con la familia. Es Dios con la Iglesia. Es Dios con la naturaleza.

Que tengamos una conducta de cristiano, digna con respecto a los bienes, y sepamos que donde esté nuestro tesoro allí estará nuestro corazón.

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