El Padre Obispo Maxi presidió la Misa de Navidad

En la Catedral de Avellaneda Lanús, el Padre Obispo Maxi presidió la Misa de Navidad celebrando con la comunidad local la alegría del nacimiento de Jesús.

 

“Mientras continúa con el proceso de recuperación, damos gracias a Dios que la mejora en su salud le ha permitido compartir hoy la celebración de la fiesta, a pocos días de la apertura del Año Santo en nuestra diócesis”, expresaron desde la Diócesis.

 

“La Navidad nos recuerda que la esperanza nunca defrauda, porque Dios, en su amor infinito, se hace pequeño para habitar entre nosotros. En un mundo marcado por guerras, crisis e indiferencia, el nacimiento de Jesús irrumpe como luz en la oscuridad, sembrando una esperanza fiel y cercana. Esta es una invitación a abrir nuestros corazones, redescubrir el camino de la misericordia y ser testigos vivos de un amor que transforma el dolor en vida y las sombras en luz.”

 

A continuación mensaje de Navidad del Padre Obispo Maxi:

 

Mensaje de Navidad

Querida comunidad diocesana:

“La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5). Estas palabras de san Pablo, que nos han acompañado durante este Adviento, resuenan con especial fuerza al celebrar la Navidad. Las luces del árbol de Navidad y del pesebre iluminan nuestras casas y nuestras iglesias; por ellas somos invitados a dirigir la mirada hacia otra luz, la Luz verdadera (Jn 1,9): la del Hijo de Dios que se hace hombre para habitar entre nosotros; Dios que elige hacerse pequeño, necesitado y pobre, para venir a nuestro encuentro.

 

La Navidad es el anuncio vivo de que Dios no nos abandona y, por eso, es también el anuncio de una esperanza genuina, habitada no por sueños ingenuos sino por una presencia fiel que sostiene y da vida. Esta es la esperanza que no defrauda.

 

Somos realistas: la noche de Belén parece tener un eco en las noches de nuestro tiempo. Enfrentamientos armados devastan naciones enteras, y entre nosotros se difunden “discursos de odio” y “culturas de la indiferencia” que nos enfrentan incesantemente; el atropello y abuso de nuestra “casa común”, la Tierra, llega a comprometer la vida misma; la profunda crisis económica y social, que atravesamos como pueblo, va dejando a tantas personas, comenzando por los jóvenes y los más vulnerables, en una situación dramática de desamparo…

En un mundo marcado por tantos sufrimientos, vuelve a resonar el anuncio: “Hoy les ha nacido el Salvador” (Lc 2,11). Dios irrumpe en nuestra historia con un amor cercano y fiel. Nacido pobre e indefenso, conoce en carne propia nuestros dolores, los hace suyos y, al hacerlo, siembra desde dentro de la historia misma, no la devastación o el desaliento —como parece ser el lema de algunos discursos arrogantes de nuestro tiempo—, sino la esperanza.

 

Queridos hermanos, queridas hermanas: en este tiempo de Navidad, dejémonos enseñar por Jesús, una vez más, el camino de la esperanza. En Nochebuena, el Papa Francisco abrirá en Roma la Puerta Santa, inaugurando el Jubileo del año 2025, bajo el lema: “Peregrinos de esperanza”. Algo semejante haremos las comunidades de nuestra Diócesis y las de toda la tierra el domingo 29 de diciembre. Que la Navidad de este Año santo sea ocasión para redescubrir esa “esperanza que no defrauda”, hecha de cercanía y presencia, de fidelidad y misericordia, de camino compartido con otros y con Dios. Que este Jubileo nos renueve como testigos de esperanza en medio de nuestro pueblo, porque “estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria. (…) Que la comunidad cristiana … generosamente abra de par en par sus acogedoras puertas, para que a nadie le falte nunca la esperanza de una vida mejor” (Francisco, Bula Spes non confundit, 10 y 13). Que la Virgen María y el justo José nos enseñen a tener la mirada y el corazón atentos para recibir al Dios-con-nosotros y, con él, a tantas personas que buscan, que esperan con ansias o, a veces, que no se atreven ya a esperar nada. Y que Cristo, nacido para salvarnos, les conceda también a ustedes su paz y su esperanza.

 

Permítanme añadir, antes de concluir esta carta, una palabra de agradecimiento por la oración y por tantos gestos de cercanía que han tenido conmigo en estas semanas en que me he visto muy limitado a raíz de una hernia lumbar. Estén seguros de que, aunque no pueda acompañarlos en persona, los tengo siempre presentes en la oración y en el afecto.

 

Reciban mi saludo fraterno y mi bendición.

 

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

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