Él miró con bondad mi pequeñez… Elevó a los humildes. Lc 1, 39-56

Mensaje del Obispo Maxi Margni con motivo de las Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Asunción. patrona de Avellaneda.

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos experimentado cuánto bien -y quizás también cuánto mal- puede hacerse con una simple mirada. Hay miradas que reconfortan, que sostienen, que alientan. A veces basta una mirada para que nos sintamos reconocidos, acogidos y amados. Con frecuencia, una mirada es todo lo que necesitamos para arrancarnos de la soledad, para desarmar nuestras corazas, para animarnos a dar esos pasos difíciles pero liberadores. Del mismo modo en que también es suficiente una mirada para poner distancia y sembrar inquietud, para juzgar y condenar, para humillar y hacer violencia.

Del canto de la Virgen, su Magnificat (Lc 1, 46-55), hemos tomado el lema que nos acompaña este año en nuestras fiestas patronales y que habla precisamente de una mirada. En las palabras de María resuena el asombro ante la mirada de Dios, que se ha detenido en su pequeñez y su pobreza, y la ha elevado. Es una mirada bondadosa, no intrusiva ni humillante. Es una mirada de misericordia, que sabe decir sí a la persona a quien mira, reafirmar su dignidad, suscitar confianza. Es una mirada de gracia, que convierte la pequeñez en posibilidad y la pobreza en esperanza. Ante esta mirada compasiva de Dios se desvanecen la resignación y el desaliento, y María puede cantar a viva voz que es precisamente en la pequeñez -la suya y la de su pueblo- donde Dios viene a poner su morada y hace germinar nuevos comienzos.

“Es una mirada de gracia, que convierte la pequeñez en posibilidad y la pobreza en esperanza”

De algún modo, el canto de María recoge y hace suya la experiencia del pueblo creyente a lo largo de la historia: nuestro Dios es el Dios que mira con bondad a los pequeños, que eleva a los humildes. Su mirada es mirada de misericordia, que abraza lo que es frágil, lo despreciado, lo que no cuenta. Es mirada que rescata del anonimato, de la indiferencia y del olvido; mirada que reconoce y acoge sin anteponer condiciones ni pedir nada a cambio; mirada que devuelve la dignidad, que pone de pie, que levanta. La mirada de Dios es una mirada que infunde aliento, que despierta vidas, que inspira esperanzas.

Llegamos a nuestras fiestas patronales en medio de tempestades. Nuestra fragilidad -la de cada uno y cada una, la de nuestro pueblo, la de nuestro mundo- está al descubierto. La palpamos en torno a nosotros y en nosotros mismos. Y si se hace sentir la tentación de la indiferencia, la resignación y el desaliento, tanto más el canto de la Virgen deja resonar de nuevo esta certeza: Dios mira con bondad nuestra pequeñez y precisamente allí, en esta pequeñez nuestra y de nuestro pueblo, hace germinar nuevos comienzos.

Es la primera fiesta patronal de Nuestra Señora de la Asunción que celebramos juntos; pronto se cumplirá un año de mi llegada entre ustedes y me alegra que podamos encontrarnos y caminar juntos dejándonos mirar y mirarnos mutuamente con esa misma mirada de gracia, que convierte nuestra vulnerabilidad en desafío y la carencia en proyectos capaces de curar la desesperanza, el cansancio y el abatimiento. Llenos de gracia, llenos de esperanza.

Padre Obispo Maxi Margni
Obispo de Avellaneda-Lanús

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