El miedo a la muerte es un fenómeno universal

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Nada hay más seguro ni certero en la vida que la muerte. Implica un cambio de posición. Es un punto final de todo lo que se conoce como vida, siempre estuvo rodeado de misterio, su dimensión desconocida fue y es objeto de culto.

El miedo a la muerte es un fenómeno universal. La cantidad de monumentos imponentes como el Taj Mahal en la India, los mausoleos en cementerios e iglesias junto con las ofrendas y los rituales, son símbolo de poder económico y de la magnificencia con que los hombres enfrentaron la muerte.

Muchos pueblos antiguos, desde Egipto, Grecia, Roma y Oriente han hecho referencia al arte de morir. Los antiguos egipcios creían que recibían la inmortalidad, concedida por su dios Osiris, después de la muerte, pero la calidad de esa vida eterna estaba determinada por su conducta en vida.

En varios libros sagrados hindúes, se dice que el cuerpo humano consiste en cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, y ha de volver a estos elementos tan pronto como sea posible. En América, para el chaman, la presencia y conciencia de su muerte, de su naturaleza temporal, se transforma en el más grande maestro, y plantean que la muerte es como un animal carnicero que acecha a todos, también tienen la creencia que la mayoría de las personas han elegido como van a morir, de la misma manera que han elegido como van a vivir.

Desde el misticismo y desde la mitología universal la vida está simbolizada en un viaje, con un principio, una media parte y un final. El proceso de autotransformación es un viaje dentro de aquel viaje, que para los orientales no termina con la muerte. El budismo, el hinduismo y el cristianismo concuerdan en sostener que el destino del hombre se decide en la tierra, la diferencia radica en que el cristianismo no adhiere a la existencia de más de una vida en la tierra.

La idea de que la vida continúa de una u otra forma puede por un lado generar alivio aunque sea solo temporalmente, por otro lado, puede despertar sentimientos de esclavitud debido a que subsiste la noción de que debería haber alguna forma de fijar la vida, o postergar la muerte, o imaginar que uno es un alma que sobrevivirá a la disolución corporal.

Existe una visión tradicional acerca de que la muerte es mala y que la vida debe ser una constante guerra contra la muerte, pero en última instancia tenemos que saber que los sentimientos individuales hacia la muerte están condicionados por las creencias sociales, y las opiniones son diferentes según los países, las culturas y los tiempos.

Sabemos que a nadie se le enseña a morir, ni en casa ni en la escuela, y la enseñanza de la muerte debería empezar desde el principio de la educación. Los padres no suelen hablar de la muerte con sus hijos, como tampoco los maestros con sus alumnos. Algo más grave aún, es que los médicos evitan hablar de la muerte con sus enfermos, sobre todo con los enfermos terminales. Esto se explica porque nuestra cultura occidental prefiere ignorar la muerte, con lo cual los sentimientos de los que asisten a los enfermos están cargados de frustración, dolor y de sentir poca madurez para afrontar el tema. Pretender ayudar al enfermo terminal requiere para el profesional haber trabajado la angustia que conlleva enfrentar la propia muerte, y en relación con el propio enfermo y los familiares, es fundamental brindar información y apoyo emocional, ya que tanto el enfermo como su familia han cambiado su vida organizativa y afectiva.

La complejidad de estas situaciones marcan la necesidad de un acercamiento profesional que lleve a la integración de los aspectos psicológicos, orgánicos, sociales y espirituales, tanto en el médico que asiste, como al enfermo y a su familia. La muerte de un ser querido, la propia enfermedad, o la cercanía de la muerte, pueden servir como plataformas que impulsen a las personas en una especie de búsqueda existencial para descubrir el significado de la mortalidad o para comprender la naturaleza de la pérdida y el pesar. La filosofía oriental budista dice que lo que llamamos nacimiento es el lado inverso de la muerte, como una puerta que llamamos entrada desde afuera y salida desde adentro, y reconocen que el nacimiento y la muerte no son fenómenos que sucedan solamente una vez en cualquier vida humana, sino que existen diferentes estados de conciencia de nuestra vida, el estado de conciencia de vigilia, el de conciencia onírica, el de conciencia en trance, el de experimentar la muerte, el de conciencia de meditación profunda, y el de plena conciencia en relación con las vivencias importantes de nuestra vida, y que en el pasaje de un estado a otro se produce la transformación de la muerte a la vida, del ser viejo en un ser nuevo.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
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