El Jesús que predicó en estas tierras

Escribe Antonio J. González

A los ochenta y ocho años y medio en curso, en estos días pasea su prédica por estas comarcas. Es el Jesús obrero, es el Jesús que vivió en una modesta casa de Gerli. Es el mismo que muchas veces hemos leído –porque su palabra es única- en estas páginas, o con mayor detenimiento repasarlas en su libro “Fervor orillero” que hace cinco años presentara con prólogo del teatrista Roberto “Tito” Cossa.

Jesús Mira, ahora desde el sitial de “Ciudadano ilustre de Avellaneda” parece hacernos una señal pícara, abrir esa sonrisa que se enmarca con su cabellera blanca, para volver una y otra vez a una historia donde él ha sido protagonista, actor, cronista, sujeto comprometido con las aventuras y desventuras de los tiempos políticos, sociales y culturales del país.

Unido a esa estampa, por la corriente sanguínea, sigue estando aquel obrero que a los 20 años trabajó en una curtiembre, para luego echar raíces en el antiguo Frigorífico La Negra, el mismo donde mi padre trabajaba y tantos otros vecinos sureños. Podemos afirmar que allí Jesús fue mucho más que un laburante, predicaba su concepción clasista de los trabajadores, a la sombra de un José Peter, un Pascual Romano, y otros nombres significativos para la historia sindical de los obreros de la carne. Cuando tenía sólo 21 años, nuestro Jesús integraba el elenco dirigente de la Federación Obrera de su gremio. Para ese entonces los socialistas, los anarquistas y otros sectores afines lideraban las confrontaciones sindicales.

Hasta la aparición en la escena grande del Coronel Juan D. Perón y sus políticas de mayor protagonismo del sindicalismo organizado, el cumplimiento con muchas reivindicaciones obreras y el desarrollo de un país con la recuperación de los sistemas básicos de ordenamiento económico y social. Todo esto en medio de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias ideológicas y políticas en nuestro país.

Pero Jesús conocía bien los predicamentos de las ideas socialistas y comunistas de la época y la intransigencia ante el nuevo orden que se planteaba dentro de nuestras fronteras. Le valió, junto a otros dirigentes y militantes obreros, ser encarcelado. Pero la prédica de Jesús continuó, a partir de 1944, en las filas del Partido Comunista, hasta que en los años del ’60 al 70, ocupa una banca en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad, cuando deliberaba en el salón del actual Centro Cultural Barracas al Sud.

De ese entonces es mi conocimiento de este fiel y coherente Jesús. Me pidió que colabore en el bloque y desde allí seguí entonces sus inquietudes, éxitos y fracasos, sin abandonar su concepción social ni siquiera cuando consumía vasos de leche para amortiguar los efectos de una acidez estomacal. Ni tampoco cuando en las sesiones nocturnas de aquel Concejo se acaloraba, aún con su decir fundado y pausado, fijando posiciones contradictorias con la mayoría, sin llegar a predicar en el desierto.

Pero nuestro Jesús iba a demostrar luego que no era solamente un ocasional funcionario electo, porque le tocó ocupar una banca de Diputado nacional, y, como siempre, caminar por las calles de Gerli y del mundo, saludar a sus vecinos, conversar con Fidel Castro, recordar a Osvaldo Pugliese o Atahualpa Yupanqui, contar las historias de entrañables personajes y amigos, hechos ciudadanos, y dar una idea sobre los aconteceres sociales y políticos, para proseguir su camino. Hasta para pedir (como un simbolismo más de su personalidad): “Por favor, que mis cenizas se esparzan sobre el portón de La Negra…”

Hola, Jesús… Lindo día, ¿no??? La tormenta está lejos todavía.

ajgpaloma@hotmail.com

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