El furor por la Copa Libertadores volvió a Avellaneda

Escribe Guillermo Bolesina. En la foto Florencia y Daniel con su hijo Martín, tres apasionados hinchas que siguen a su Rancing.

Después de 12 años, Avellaneda vuelve a vivir la pasión por la Copa Libertadores. Esta vez de la mano de Racing, que en cada partido que jugó de local desató la euforia contenida después de tanta espera. Historias de hinchas. Una ilusión que se agiganta.

 

 

La Copa Libertadores desde siempre estuvo ligada con Avellaneda. Históricamente el Club Atlético Independiente y el Racing Club fueron protagonistas estelares de la máxima competencia continental a nivel de clubes. Desde el año 2003 que un equipo de “los grandes” de Avellaneda no llegaba a octavos de final. Aquella vez había sido el Rojo. Esta vez es “a Academia y el entusiasmo se nota en los choques coperos.

 

Cada noche que “la Academia” juega de local, Avellaneda se convulsiona. El estadio estuvo casi completo en cada partido. Es común ver a familias enteras en la cancha, grupos de amigos, hinchas fieles y también a los que la participación del club en la Libertadores, los ha movilizado para estar presentes con su aliento. Pero no se trata solo de estar, sino además de poblar las tribunas con camisetas y banderas. De darle rienda suelta a las gargantas entonando las canciones de aliento. La definición de “fiesta” es bastante amplia, sin embargo, si se desea relacionarla con el fútbol, basta con estar en un partido de Racing por la Copa para comprenderlo, y sobre todo sentirlo.

 

Brotan el entusiasmo y la alegría cada vez que “el Cilindro” es el escenario de un partido por el torneo continental, donde el sueño racinguista se expande y toma vuelo. Es que desde 1967, cuando obtuvo su única Copa Libertadores, los mayores desean reeditar aquella alegría y los más jóvenes experimentarla por primera vez.

 

Florencia es una joven que apenas pasa los 20 años. Cuesta creer que sea mayor de edad. Parece una estudiante de secundaria. Es alegre y no tiene ningún problema en demostrar el lugar que Racing ocupa en su vida. Verla saltar y cantar en la tribuna contagia.. “Racing es alegría”, dice eufórica. “Los días que juega de local, los vivo desde muy temprano. Diagramo mi día en función del partido y si es por la Libertadores, más todavía”. Es su segunda copa, la otra fue la de 2003. “Era bastante chica, pero me acuerdo muy bien. Esta es diferente. Hay una expectativa mayor y nada me quita la esperanza de ganarla. El equipo está muy bien, y encima está Milito que es la cuota de calidad que marca la diferencia”, asugura con conocimiento. Después sigue saltando y cantando. Cuando Racing convierte un gol, la cara se le transforma. La boca se le llena de ooo. Se pierde en un abrazo con quienes la rodean. No parece adecuado distraerla con más preguntas. Está en un momento tan especial que solo los que tienen pasión por los colores de una camiseta lo entenderían. Es feliz con y por Racing.

 

Daniel luce como una persona seria. Tiene hijos grandes, Martín y Leonel, que andan por alrededor de los 20 años. Su vida profesional está marcada por responsabilidades importantes en la formación de estudiantes universitarios. Sin embargo, en la cancha es uno más. Con su camiseta y la bandera. Vive el partido apasionadamente, pero no es de los que gritan o cantan constantemente. Solo cuando, por alguna cuestión mágica e indescifrable, todo el estadio parece ponerse de acuerdo en entonar un coro que sería la envidia de cualquier director de las más importantes agrupaciones corales del mundo, él también se suma. Está junto a Martín. “¿Sabés qué pasa?”, explica contento. “Fueron muchos años de sinsabores. Hoy todo esto es como un regalo divino y encima lo puedo compartir con él”, señala a su hijo, a quien le transmitió la misma pasión por Racing. “A mi me traía mi viejo cuando yo tenía ocho años y desde entonces vengo siempre. A Martín y Leonel empecé a traerlos cuando tenían seis o siete años, pero Leonel prefirió al Rojo”, dice resignado, y agrega de inmediato: “Cuando salimos campeones de América y del Mundo en el ‘67, yo era muy chico. Casi ni me acuerdo. Por eso ahora poder compartir el sueño de esta Libertadores con Martín, es bárbaro. Me retrotrae a aquellos años de celebraciones y al mismo tiempo me proyecta en la felicidad de él.” Viendo la satisfacción de Daniel, y el fanatismo de Martín por Racing, la dedicación de Daniel a la formación de estudiantes parece quedar empequeñecida ante la que consiguió en su hijo para lograr que sea el continuador de la pasión racinguista en la familia.

 

Florencia y Daniel son solo dos de los miles que ante cada partido de Racing por la Libertadores dejan de lado otros gustos, responsabilidades y obligaciones para estar ahí. Ni más ni menos. Es que estar en la cancha y alentar es la forma más pura y desinteresada de los hinchas para “ayudar” a que su equipo gane. El sueño de ganar la Copa está más cerca, aunque todos saben que es muy difícil. Hay clubes muy fuertes y poderosos. Pero el equipo hasta ahora ha respondido y los racinguistas creen que esta vez puede ser. Entonces, ¿quién se anima a quitarles la ilusión?

 

Avellaneda, o buena parte de ella, lo vive intensamente. Lo necesitaba. Ojalá se repita todos los años.

 

Racing en la Libertadores

La de este año es la séptima participación del Racing Club en la Copa Libertadores. La primera fue en 1962, donde fue eliminado luego de la primera fase.

Luego disputó la histórica edición de 1967 en la cual se consagró campeón, disputando un partido final de desempate contra Nacional de Montevideo en Santiago de Chile.

Le siguieron las eliminaciones en semifinales en la edición de 1968; la de 1989, en la segunda ronda; la de 1997, donde volvió a llegar hasta las semifinales y la de 2003, donde cayó en la segunda ronda. En esa ocasión Diego Milito, su máxima figura actual, fue uno de los delanteros titulares.

 

Guillermo Bolesina

Estudiante de la UNDAV en práctica profesional en el Diario La Ciudad

guillermobolesina@yahoo.com.ar

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