El ex presidente Mubarak está “clínicamente” muerto, según afirma un medio estatal egipcio

Mientras decenas de miles de personas protestaban en El Cairo contra la Junta Militar que lo sucedió tras más de 30 años en el poder.

Mientras decenas de miles de personas protestaban en El Cairo contra la Junta Militar que lo sucedió tras más de 30 años en el poder.

La noticia del deterioro de salud de Mubarak, de 84 años, conmocionó a Egipto en momentos de máxima tensión política, ya que los dos candidatos que aspiran a sucederlo afirman haber ganado las recientes elecciones, las primeras presidenciales plenamente democráticas desde la revuelta que derrocó al ex mandatario.

Mubarak, cuya salud comenzó a declinar cuando fue ingresado a la prisión de Torah, en El Cairo, tras ser condenado a cadena perpetua por la represión mortal del levantamiento en su contra, fue trasladado de urgencia al hospital militar de Maadi, en el sur de la capital egipcia, adonde fue ingresado en terapia intensiva.

“El ex presidente Hosni Mubarak quedó clínicamente muerto” tras su ingreso al hospital de Maadi, informó la agencia de noticias estatal egipcia MENA, en aparente alusión a que el ex mandatario sigue vivo sólo por estar conectado a un respirador.

“El corazón de Mubarak se detuvo y recibió cuidados médicos utilizando un desfibrilador varias veces, pero no respondió”, agregó MENA.

Poco después, la televisión pública egipcia dio cuenta de una “degradación del estado de salud de Mubarak, víctima de un ataque cerebral” posterior al paro cardíaco.

Mubarak, que fue derrocado en febrero de 2011 en el marco de las revueltas de la denominada “primavera árabe”, ya había sufrido dos ataques cardíacos el 11 de junio que obligaron a tratarlo con un desfibrilador, un aparato electrónico portátil que emite corriente al corazón para restablecer su ritmo y su bombeo de sangre.

La noticia de la “muerte clínica” de Mubarak se produjo justo cuando decenas de miles de egipcios se manifestaban en la emblemática plaza Tahrir cairota, escenario de la revuelta de 2011, para denunciar el “golpe constitucional” de la Junta Militar, que por decreto se arrogó prerrogativas que aumentan su poder y limitan los del futuro presidente del país norafricano.

Estas atribuciones les permitirán a los militares controlar Egipto sea cual fuere el resultado de las primeras elecciones libres del país, cuya segunda vuelta se celebró el domingo pasado.

Los dos protagonistas del balotaje fueron el candidato de los islamistas Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, y el último primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafik.

La campaña de Shafik se atribuyó hoy el triunfo en las elecciones y calificó de “falso” el anuncio de la victoria de Mursi hecho ayer por los Hermanos Musulmanes, que compitieron en los comicios con el llamado Partido de la Justicia y la Libertad (PJL).

Horas después, al caer la noche, unos 50.000 seguidores de los Hermanos Musulmanes y los movimientos laicos que protagonizaron la revuelta contra Mubarak se concentraron en la plaza Tahrir para gritarle a la Junta que no permitirán que se resista a entregar el poder al próximo presidente, antes de que termine el mes.

“El 30 de junio fuera” fue una de las consignas que cantaron los miles de manifestantes en la emblemática plaza cairota, escenario central del levantamiento anti-Mubarak.

Los asistentes portaban banderas egipcias y fotografías de Mursi, informó la agencia de noticias DPA.

También estuvieron presentes, en mucho menor número, seguidores de agrupaciones como Movimiento 6 de Abril y el Movimiento de la Juventud Revolucionaria.

Luego de celebrarse las elecciones, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que sucedió a Mubarak tras su caída, hace 16 meses, prometió ayer cumplir con su promesa de entregar el poder al nuevo presidente electo antes de fin de mes.

Sin embargo, la Junta Militar emitió poco después un anexo de la Declaración Constitucional provisional y vigente desde 2011, por el cual despoja al presidente de sus potestades más importantes, reforzando la impresión de muchos en Egipto de que quiere perpetuar su influencia política y su dominio del poder.

Además, los militares decretaron que asumirán el Poder Legislativo ahora que el Tribunal Constitucional disolvió el Parlamento la semana pasada, que controlarán la redacción de la nueva Constitución y que no permitirán ninguna supervisión civil de sus significativos intereses económicos ni de otras cuestiones.

El Parlamento egipcio, en el que los islamistas gozaban de amplia mayoría tras haber ganado las legislativas del año pasado, amaneció tomado por las fuerzas de seguridad, en lo que se interpretó como una maniobra para impedir que diputados retomaran el hemiciclo por la fuerza.

Los Hermanos Musulmanes, primera fuerza política de Egipto y rivales históricos de los militares que dominan el sistema desde la caída de la monarquía en 1952, fueron perseguidos y considerados ilegales durante la era Mubarak, pero en la práctica se les permitía operar bajo restricciones.

Tras la revolución que acabó con Mubarak, la agrupación islamista creó el PJD, que se hizo con poco menos de la mitad de escaños en el Parlamento egipcio en los comicios parlamentarios de noviembre.

Ahora, ante el inminente anuncio del ganador en las presidenciales, los Hermanos Musulmanes aseguran que las enmiendas constitucionales anunciadas por los militares limitarán las posibilidades de Mursi de impulsar cambios democráticos reales.

Por su parte, ante el decreto de la Junta y la posibilidad de que se desate un nuevo conflicto en Egipto, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) pidieron a la Junta Militar respetar la transición democrática del país norafricano y aclarar las prerrogativas que se atribuyó.

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