El Dr. Ladenheim y su preciada recompensa

A los 84 años, el Doctor Héctor Ladenheim se jubiló definitivamente después de cincuenta y seis años de servicio incansable como médico clínico.

Desde hace tres meses se siente un poco raro. Como que le falta algo. No es para menos, teniendo en cuenta que se jubiló –definitivamente- tras cincuenta y seis años y medio de servicio incansable como médico clínico. Por suerte, la hermosa vista desde su departamento ubicado en un piso once, que da al corazón de la plaza Alsina, lentamente le va aclarando su perspectiva, a medida que pasan los días.

A los 84 años, el Doctor Héctor Ladenheim comienza a disfrutar de su tiempo libre, haciendo las cosas que más le gustan.

“Me cuesta descansar, porque extraño el trabajo. Me cuesta estar sentado acá, sin hacer nada. Entonces escucho música, me compré una computadora y estoy a prendiendo computación, así que me rompo un poco la cabeza con eso. También salgo, me gusta la música. Ayer fuimos con mi señora Elsa a ver un concierto. Mañana vamos a ir al Teatro Colón… Voy haciendo cosas”, admitió el Dr. Ladenheim, cómodamente sentado en su amplio living.

Cuando repasa su trayectoria, el Doc afirma que ha sido sacrificada pero gratificante a la vez.

“Después de más de 50 años de trabajo, uno siente como un vacío en la vida. Algo te falta. Pero gozo de esto que no he podido hacer antes. Ayer fui a un concierto al que, normalmente, estando trabajando, no hubiese podido ir”, añadió el clínico.
“Yo empecé en el [Hospital Pedro] Fiorito, como practicante. Íbamos a atender en unas ambulancias que vos no conociste (resalta la juventud de este periodista).

Eran unos jeeps canadienses descartados de la guerra, que los vendieron para acá como chatarra y en esos íbamos a ver a los enfermos. La avenida Roca, por ejemplo, era todo barro, un pajonal. Por entonces hice guardia. Después, ya me quedé en clínica médica, siempre atendiendo adultos”, recordó sonriente, Ladenheim.

Con el paso de los años, muchas cosas fueron cambiando. El doctor reconoce que se ha progresado mucho en el campo de la medicina. “La medicina es muy amplia. Y ha avanzado tanto, que por eso hay tantas especialidades. Hoy se alcanza tanto conocimiento gracias a la tecnología que una persona, a menos que sea un sabio, no podría saber de tantas cosas”, soltó contundente, el especialista en clínica médica.
“En aquella época había que enfocar al enfermo y revisarlo bien”, prosiguió don Héctor. “No había tanto aparatito como ahora. Ahora es más fácil. Hacés una ecografía o una tomografía y ya, más o menos, sabés lo que tiene el paciente. Antes se hacía una operación para saber qué tenían. La llamada laparotomía exploratoria”.
El facultativo explicó que se hacían los estudios que se podían -los que había disponibles por entonces- hasta que se llegaba a un punto en que había que “abrir” para saber qué pasaba. “Hoy cuando operan, ya saben con lo que se van a encontrar”, sostuvo.

Aunque le cueste adaptarse a este gran cambio que significa no trabajar, al Doctor Ladenheim le ha llega el merecido descanso. Es que hasta los 64 años, sus jornadas laborales parecían interminables. “Trabajaba en el hospital desde las ocho de la mañana hasta más o menos las once y media del mediodía. De ahí salía y me iba a hacer algunos llamados. Y volvía a las dos o tres de la tarde para atender en el consultorio hasta las ocho de la noche. Y después salía a hacer otras visitas a domicilio y volvía a mi casa como a las once. Cuando me jubilé del hospital, estuve un poco más aliviado, porque ya la mañana la tenía libre, y solo me quedaba la atención particular, por la tarde”, dijo, orgulloso.

A veces, las visitas a domicilio se hacían complicadas. “La medicina tiene de todo. Cosas lindas y cosas difíciles. Se sufre cuando uno tiene algún enfermo grave. Una vez, me llamaron de un lugar al que la ambulancia apenas podía entrar y cuando llegué estaban velando al enfermo y yo creí que me iban a matar”, recordó con buen humor, el médico.

Sin dudas, sus pasos más importantes los dio en el Hospital Fiorito. De aquella época le lleva los mejores recuerdos. “Siempre estábamos con mucho trabajo, a veces más de lo que uno podía encarar. Pero por suerte me tocaron buenos compañeros. Ahora van a hacer 20 años que me jubilé. En realidad me jubilaron por decreto. Tenía 64 años y 35 de servicio”, rememoró con alegría Ladenheim.

Toda una recompensa
“¡Hay que aguantar la vida de un médico!, exclamó el Dr. Ladenheim, haciendo referencia a su señora Elsa. El médico destacó que antes no existían los servicios de urgencia que hay ahora y entonces él era el médico de urgencia. “Salía a las doce de la noche, a las dos o tres de la madrugada, a las seis de la mañana, ya sea sábado o domingo. Cuando todavía se podía salir. Había veces que, como yo tenía el auto en un garaje a tres cuadras de casa, salía con mi valijita y me iba caminando a ver a los pacientes. Ahora llego a salir así y me descuartizan”, ironizó en relación a la inseguridad que acecha en la actualidad.

En el camino, don Héctor vivió intensamente su profesión, que a veces suele tener algunos sinsabores. “De pronto uno se involucraba con algunos pacientes que llegaban a ser amigos y su pérdida se tornaba algo muy doloroso. Pero como médico uno tiene que acostumbrarse a esas cosas”, admitió.

De toda su carrera, el Dr. Ladenheim no tiene más que muestras de agradecimiento. “A Avellaneda le estoy agradecido, porque toda mi vida profesional la hice aquí. Y trabajé muy bien. Sacando algunos episodios de robos, he tenido un montón de pacientes. Y la verdad es que estoy muy contento”.

Hoy, lejos de la vorágine del pasado, la misión inmediata del doctor es disfrutar del presente. Entre sus pasatiempos, intenta dominar –cada vez con más habilidad- a la imparable tecnología. “Todavía no manejo los mails. Por el momento entro a google y busco música de películas o miro videos. Hoy, por ejemplo, me puse a buscar hoteles en Córdoba, porque en agosto nos queremos ir unos días”, dijo, entre risas, al tiempo que compartió una anécdota para él, sorprendente: “El domingo me pasó una cosa muy curiosa. Resulta que estaba practicando con el paint, haciendo algunos dibujos, y me aparece en el monitor una solicitud de confirmación de un primo mío que vive en Francia. Y yo hice clic en aceptar. Y de pronto apareció él en el monitor y nos pasamos media hora hablándonos y viéndonos. Para mí fue un milagro”.

En cuanto a sus gustos, Ladenheim aseguró que le gusta “la música clásica y romántica”. “Las películas de acción me divierten, aunque el cine actual, en general, no le encuentro el encanto”.

Activo, lúcido y con mucha energía, el Doctor Héctor Ladenheim dejó de trabajar como siempre para poder disfrutar, como corresponde, de esas otras tantas cosas lindas –además del trabajo- que nos ofrece la vida. Sus hijos y sus nietos apoyaron su decisión. Y usted se merece esta preciada recompensa.

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