«El alma de los poetas»

Carta de Lic. Eric Nesich.

Con profundo pesar he recibido la noticia del fallecimiento del escritor y periodista Roberto Díaz, acaecido la semana anterior. Los asiduos lectores del diario «La Ciudad» hemos disfrutado durante muchos años de sus crónicas, editoriales e historias referentes al mundo de la literatura y del fútbol.

Siempre fuí un ávido lector y un gran seguidor en mis tiempos libres de la literatura argentina y estadounidense. Recuerdo que aproximadamente en el año 2004 se empezó a publicar todos los jueves la columna de literatura a cargo de Roberto Díaz, la cual llevaba el título de «El síndrome del escritor». Alli Roberto nos ilustraba acerca de la vida y obra de muchos escritores a lo largo del tiempo, y muchas veces hacia hincapie en la torturada y triste vida que tuvieron muchos de ellos. Con el correr de los años empezó a seguir una linea particular, como la historia del género policial, los escritores argentinos, los periodistas de antaño y hasta hace muy poco tiempo la historia de los compositores y letristas de tango. A título personal cabe señalar que atesoré cada una de esas columnas literarias que el escribió durante estos ultimos años.

A principios de este mes de agosto de 2011 estuve caminando una tarde lluviosa en la Avenida Corrientes y encontré en «una librería de viejo» (como a él le gustaba llamarlas) un libro con la recopilación de la poesía y prosa de Almafuerte, aquel poeta argentino que vivío entre 1854 y 1917 y que en realidad se llamaba Pedro Bonifacio Palacios. En el prólogo de ese libro se encuentra parte del discurso que Alfredo Palacios le dedicó a Almafuerte en el momento de su partida:

«Cuando un gran poeta se va , el corazón del pueblo sufre desgarramientos dolorosos. Es que los poetas son sacerdotes del misterio y del infinito que penetran en lo mas hondo de las cosas y nos revelan la belleza. En pugna con los ritos consagrados y la estrechez del dogma que asfixia, tienen la amplitud del profeta»

Seguramente Díaz (a quien nunca tuve la suerte de conocer personalmente) hubiera considerado exagerado dedicarle las mismas palabras que se le dedicaron a un portento de la poesía criolla como lo fue Almafuerte. No obstante, creo que es atinado despedirlo de la misma manera, ya que ambos han compartido la magia de la poesía y el alma de los poetas nunca muere, ya que viven en sus escritos sin que el tiempo los pueda vencer.

Lo vamos a extrañar. Hasta siempre Roberto.

Lic. Eric Nesich
fiestatricolor@yahoo.com.ar

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