El adiós a Juan Carlos Muñoz, figura legendaria del fútbol argentino en la década del ’40

A los 90 años, falleció el domingo pasado el último de los integrantes de la recordada “Máquina” de River. Nacido en Avellaneda, el extraordinario win derecho, que brilló junto a José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau, había recordado el año pasado su glorioso paso por el fútbol, en una entrevista exclusiva con La Ciudad. (En la foto, junto a Chiche, su inseparable esposa, y el escudo del club de sus amores).

Juan Carlos Muñoz, integrante de la legendaria “Máquina” de River Plate en la década del cuarenta, falleció el domingo último a los 90 años, a causa de un paro cardíaco.

Muñoz era el único integrante de la inolvidable delantera que quedaba con vida.

El ex wing derecho riverplatense, oriundo de Avellaneda, se inició en Independiente, luego pasó a Dock Sud y en 1939 llegó a la entidad de Núñez para integrar la famosa “Máquina” junto a José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau, con quienes consiguió cuatro campeonatos (1941, 1942, 1945 y 1947).

Luego, su carrera la continuó en Platense, de 1951 a 1953, y tras su retiro incursionó en el periodismo deportivo, siendo comentarista radial.

(Entrevista exclusiva – año 2008)

De Avellaneda a la «Máquina» de River

El fútbol argentino tuvo a lo largo de su historia diversos jugadores que marcaron una época. Algunos podrán recordar equipos, otros individualidades, pero rara vez se recuerda a una delantera completa como pasa con la «La Máquina», el histórico quinteto de River que con apenas 18 partidos oficiales jugando juntos pasó a la historia como una de las más vistosas y efectivas.

Allí, en esa delantera histórica, jugaba Juan Carlos Muñoz, quien junto a Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau, escribió una de las páginas más importantes del fútbol argentino.

Nacido un 6 de mayo de 1919 en Avellaneda, Muñoz vivió gran parte de su vida en su ciudad natal, salvo unos años que prefirió vivirlos en Mar del Plata.

En un reportaje exclusivo con diario La Ciudad el año pasado, el ex crack explicó que, como todo chico, comenzó jugando y formándose en los potreros, hasta que al cumplir catorce años lo fueron a buscar, tanto a él como a su hermano Oscar, para jugar en las inferiores de Independiente. «Jugué tres o cuatro años en inferiores y después pasé a la cuarta especial, que jugaba antes de la primera – agregó – mucha gente iba a ver esa categoría porque de ahí surgían los jugadores para el futuro».

En esos tiempos, Muñoz se codeaba con los grandes del club de sus amores: Independiente. «Jugaba Leguizamón, conocí a Erico y a De la Mata», recuerda con nostalgia.

Luego de su paso por Independiente, Muñoz fue a jugar a Dock Sud, aunque su pase fue algo más que extraño. «En Dock Sud piden mi pase, y por error, pensando que le estaban dando a mi hermano Oscar, que no podía jugar más, firmaron y no se dieron cuenta. En ese tiempo no había tanto conocimiento como ahora», explicó.

En Dock Sud jugó todo el ’38 en un puesto que no era el habitual, pero que en definitiva lo iba a hacer trascender. «Yo era insider, pero ahí me pusieron de puntero derecho. Como gambeteaba mucho me dijo el DT que el único puesto donde me veía era de wing», relató.

Promediando el año ’39, uno de los punteros de River no había rendido como se esperaba y los millonarios miraron al sur de la Capital y fueron en busca de ese puntero derecho que había jugado siempre de entreala.
Su pase a River tuvo algunos ribetes novelescos, a tal punto que fue llevado engañado a firmar su contrato. Sobre ese suceso, Muñoz contó: «Una noche me vinieron a buscar para ir al centro diciéndome que me iban a suspender no sé por qué motivo. Ahora es fácil ir a cualquier lado, pero en ese tiempo ir al centro era una aventura, no había colectivos por acá».

«Cuando llegamos me estaba esperando Antonio Liberti que me dice que iba a jugar en la cuarta de River para ver como me adaptaba al fútbol de ellos. Firmé, de cualquier manera, el hecho de jugar en River ya era un fenómeno», expresó.

El debut con el equipo de la banda roja se dio contra Argentino de Quilmes. Ganaron cuatro a cero con dos goles suyos. En el ’39, River visitaba a su Independiente y Muñoz jugó el partido previo para luego ir a la popular local. «En esa oportunidad ganó Independiente 3-1 con un gol espectacular de De la Mata».

Después de ese partido, la dirigencia de River suspendió a Moreno y sus compañeros hicieron una huelga en solidaridad. Como no tenían jugadores de primera división, la dirigencia millonaria recurrió a los juveniles y Muñoz rápidamente se hizo de un lugar en la máxima categoría.

«El sábado previo vinieron unos amigos del barrio para avisarme que el diario decía que el domingo jugaba yo. Están locos pensé, pero después me llegó la citación. Era una aventura ir hasta River, tuve que ir hasta Retiro y después caminar, no había ni casas en esa zona.

Ya en primera división, el debut fue contra Atlanta, con un cuatro a dos a favor. En ese interín con juveniles, los millonarios jugaron nueve partidos y perdieron tan sólo uno.

El contacto con los grandes jugadores que tenía River llegó recién al año siguiente, porque con no aparecieron en lo que restaba del ’39. Sobre su primera impresión, Muñoz, comentaba que se había encontrado con Peucelle, Minella, Pedernera, Bernabé Ferreyra, Moreno y que «era una alegría tremenda, yo era un chico respetuoso y no estaba habituado».

«Un día Peucelle me preguntó si sabía cebar mate y me mandó a prepararles. Cuando volví al barrio les contaba a todos: ¿Sabés a quién le cebé mate?», evocó Muñoz entre risas.

El 1940, le tocó el servicio militar y Muñoz no pudo jugar demasiado, pero volvió en el ’41, cuando ya se estaba por sentar las bases para lo que fue la mejor delantera del fútbol argentino.

«La máquina se entra a conformar en el año 1941, gracias a Renato Cesarini y a Carlos Peucelle con mucho criterio y mucho conocimiento -afirmó- tal es así que Loustau jugaba de fullback hasta que le pidió a Cesarini que lo pusiera de delantero».

Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau jugaron juntos apenas 18 encuentros y le alcanzó para ganarse el mote de «La Máquina». Las lesiones de uno o de otro hicieron difícil que el quinteto disputara más partidos, pero entre cambio y cambio siempre había tres o cuatro de ellos en cancha.

Salir al campo con «La Máquina» era un placer tanto para Muñoz como para sus compañeros. Como se dice generalmente, ellos no jugaban al fútbol, jugaban a la pelota, con el mismo entusiasmo que los comienzos en los potreros.

«Rodolfi junto a Ramos ocupa el centro de la cancha, Moreno bajaba un poco para hacer de nexo, yo gambeteaba, y Labruna se adelantaba esperando un pase de Loustau o mio – explicaba Juan Carlos – por eso la gente cantaba ‘sale el sol, sale la luna, centro de Muñoz, gol de Labruna’».

Ya con «La Máquina» en pleno funcionamiento River visitó a Independiente, club del que Muñoz siempre fue hincha y vecino.

«Ganamos dos a cero y los dos goles los hice yo -remarcó- después iba por avenida Mitre, dos o tres me aplaudían pero cincuenta me insultaban, no fuerte, pero yo veía cómo me miraban».

El equipo tenía un estilo de juego en el que el gol llegaba por el peso de la jugada y no era algo que buscaban en forma desesperaba u obsesiva. El gol se daba por decantación y eso dio nacimiento a otro apodo: Los Caballeros de la Angustia.

Pasó el tiempo, pasaron muchas delanteras, pero «La Máquina» sigue vigente como aquellos años. «Tengo recuerdos lindos y fue una alegría haber jugado tantos años ahí, incluso mi relación actual con River es muy buena, con Carrizo, Onega, Alonso, siempre nos encontramos», afirmó Muñoz.

Entre esos recuerdos, Muñoz evocó aquella visita a Italia para jugar un amistoso solidario en virtud de la “Tragedia de Superga” del año ’49, en la que perdieron la vida los jugadores del Torino al caerse su avión. Allí, los jugadores de River aprovecharon la visita y conocieron el Papa Pío XII.

Su llegada a Platense y el retiro

Tras su brillante paso por River Muñoz terminó su carrera en Platense, donde además fue director técnico durante un año y medio. «River compró a Vernazza y le dio a Platense mi pase y el de otros tres jugadores. Jugué ahí tres años y después fui DT», resumió Muñoz.

El fútbol siempre fue importante para Juan Carlos y no pudo abandonarlo por completo. Después de haberse destacado como profesional, armaron un equipo de amigos con Antonio Sastre, Moreno y otros cuantos jugadores, y salían de gira por los clubes jugando amistosos y llenando estadios.

Luego también fue periodista en Radio del Pueblo y en los canales 7 y 9, donde comentaba los partidos de la fecha.

River lo llevó a la gloria deportiva pero, a diferencia de los futbolistas actuales, debió seguir trabajando para poder vivir. «Ahora cambió todo, jugás dos o tres años en Europa y estás hecho – comentó – a Labruna le hicimos un partido despedida y recaudamos 500 mil pesos para él, si no estaba algo tirado también».

«No se ganaba mucho, tal es así que muchos tuvimos que ir a trabajar después de retirarnos. Yo después tuve que ir a una empresa, era jefe de un sector, donde trabajé para poder jubilarme», puntualizó Muñoz.

El fútbol de hoy

Juan Carlos Muñoz sigue siendo un apasionado del fútbol y no reniega, como muchos, de estos tiempos donde el estado físico y la táctica son tan importantes como la calidad. «Ahora también hay jugadores con mucha técnica, la diferencia es el entrenamiento. Antes dábamos un par de vueltas a la cancha, un poco de gimnasia y listo», remarcó Muñoz.

En la actualidad, Muñoz reconoce mirar fútbol de primera división, de ascenso, de Europa o de donde sea, siempre y cuando su esposa Lidia Beatriz, más conocida como «Chiche», se lo permita.

«Mira hasta los partidos de bolita”, resume Chiche, como queriendo explicar el lugar preponderante que el fútbol, al igual que ella, ocupa en la vida de Juan Carlos Muñoz, una de las glorias de la legendaria Máquina.

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