Educar también es trasmitir valores universales a través del ejemplo

Escribre la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Desde hace algunas décadas asistimos al deterioro en la convivencia social que distancia a las personas dentro de las familias y dentro de las instituciones, como si una parte del sistema de valores que parecía conseguido como positivo se ha transformado.

La violencia, los desencuentros entre padres e hijos, hijos y padres, educadores y alumnos, alumnos y profesores, parejas, el culto rendido a la violencia en ciertos sectores sociales, el creciente fenómeno de adolescentes descontrolados durante los fines de semana, el también creciente fracaso escolar, la competitividad inhumana en algunas empresas y el incremento de la desmotivación en muchas personas, son expresiones de un problema que incluye variadas y complejas causas, entre las cuales podemos mencionar el quiebre, por despreciados, de algunos valores universales, por ejemplo el respeto a las personas mayores, el cuidado con las cosas que son de todos o la cultura del esfuerzo como medio para generar el progreso material y personal, quiebre como expresión social en tanto que avanza hacia el individualismo, la satisfacción inmediata de cualquier deseo o la diversión a toda costa.

Alguna parte de nuestra sociedad sigue pidiendo que quienes tenemos responsabilidades, adultos, padres, educadores y medios de comunicación, rescatemos esos valores clásicos que impulsan la vida en sociedad y le otorgan un sentido humano, cívico y solidario a nuestras vidas.

La escala de valores y creencias de cada persona es la que determina su forma de pensar y su comportamiento. La carencia de un sistema de valores definido y compartido por la mayoría de la población instala a las personas, y vamos a decirlo, las irresponsables, en la indefinición e indefensión y en un vacío existencial que los deja dependientes de otros y de los criterios de conducta y modas más vulgares.

En cambio, los valores que son asumidos como cultura, por ejemplo lo que compartimos con los seres humanos que nos rodean, nos ayudan a saber quiénes somos, a dónde vamos, qué queremos y qué medios pueden conducirnos al logro fundamental de nuestra vida que es el bienestar emocional.

Los valores no dependen del sistema económico o político, sino que dependen de nosotros mismos, no tienen tiempo y ayudan a la sociabilidad y el equilibrio en la relación entre las personas debido a que manifiestan el respeto a las opiniones y necesidades de los demás. Son valores del yo y que sólo se desarrollan en coherencia con los principios que se relacionan con la responsabilidad de comprender que somos seres humanos, con nuestra dignidad, nuestras necesidades, nuestros gustos y nuestras propias emociones.

La Declaración Universal sobre Derechos Humanos de la ONU reconoce al hombre como portador de valores eternos que siempre han de ser respetados, y sientan las bases de un diálogo universal sirviendo en lo personal de guía para su autorrealización, y a la humanidad para una convivencia en paz y armonía.

Las últimas décadas se caracterizan por un sistema basado en el dejar hacer y en el principio de no censura a la espontaneidad de la persona, esto se observa en las relaciones entre padres e hijos y en el colegio, pero también este sistema deja entrever que la experiencia no es del todo positiva, ya que padres y educadores suelen quejarse que a los adolescentes les cuesta reconocerlos como autoridad, con la consecuencia de la aparición de conflictos en la convivencia familiar. Parecería que nos olvidamos que tanto jóvenes como mayores se comportan ignorando los principios universales de solidaridad y de respeto a los demás, y parecería también que no percibimos que existen.

Hoy asistimos a la permisividad del todo vale, la tolerancia casi sin limites, y quizá tendríamos que recuperar la autoridad que dialoga, que marca límites justos, razonables y negociables necesarios para el aprendizaje de la libertad personal y la convivencia social.

No se trata de echar culpas, sino que cada uno se implique y asuma la cuota de responsabilidad que corresponde en la educación de esos valores, y sólo en la medida en que vivamos los valores que queremos trasmitir conseguiremos el objetivo, ya que educar es, entre otras cosas, comunicar a través del ejemplo y trasmitir actitudes y comportamientos.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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