Dr. Ruben Omar Sosa, uno de los tipos más felices del mundo
El pediatra avellanedense es famoso por sus barrileteadas solidarias. La próxima se llevará a cabo el domingo 30 de octubre, frente al Hospital de Pediatría S.A.M.I.C. «Prof. Dr. Juan P. Garrahan».
No debe haber labor más gratificante que ayudar al prójimo. Cuando somos solidarios estamos en armonía con el universo. Nos invade la alegría, nos sentimos útiles y nuestra alma se llena de paz, porque podemos proyectar en el otro nuestra mejor energía.
Alguna de estas sensaciones experimenta el Doctor Ruben Omar Sosa cada vez que lleva a cabo sus acciones solidarias, movilizado por ese afán inagotable de ayudar a los demás.
«Creo que eso tiene que ver con la vocación. Y supongo que también tiene que ver con la medicina. Yo creo que la consulta no debe terminar en la receta, y más siendo pediatra. La Pediatría es una de las especialidades en la que el médico ve al paciente en evolución, prácticamente de toda su vida. Chicas que eran mis pacientes, ahora me traen a sus hijos. De hecho, mi secretaria actual era paciente mía, desde recién nacida», explicó Sosa, en su cálido consultorio de Castelli 170, dejando entrever que su profesión continúa más allá de una simple consulta.
Convencido de que hay mucho por hacer, año tras año el Dr. Sosa extiende sus servicios a la comunidad, reuniéndose con sus pacientes y encarando junto a ellos obras de bien público. Los anfitriones de estas cruzadas solidarias son los chicos, que salen a remontar barriletes de la mano del Doc.
«Estos eventos o reuniones las hago con pacientes en salud. No son puramente lúdicos. Yo aprovecho esos momentos para bajarles a los chicos líneas de promoción y protección de la salud. Entonces mi actividad continúa, un poco camuflada, siendo médica. Tal vez en una etapa que es la más importante de la medicina que es la prevención», sostuvo el pediatra y especialista en infectología, que comenzó con las barrileteadas desde hace más de 15 años.
En ese contexto, el Doctor Ruben crea una atmósfera mágica, donde los sueños toman vuelo junto a los barriletes. «En la primer barrileteada hubo 50 familias, pero en la última asistieron 6 mil. Yo les digo que ellos son los generadores de recuerdos más potentes que puede tener un ser humano. El remontar un barrilete es algo que no se olvida. Porque es un juguete que se arma y se remonta en familia. Los chicos difícilmente olviden ese día. Y si ese día esos chicos prometen no fumar y no aceptar drogas estamos juntando dos recuerdos muy fuertes que dan un feliz resultado, aprobado científicamente», contó orgulloso Sosa, quien le entrega a cada participante un diploma en el que los chicos asumen el compromiso de, en el futuro, decirle no a ambos flagelos.
El médico que trabaja en el Hospital de Pediatría Pedro Elizalde destacó que «el barrilete es un juego reflexivo, porque el chico presta atención a ese juguete que está en el cielo y mientras tanto conversa con sus padres. Y el ritual de armar el barrilete y la ilusión de que luego va a volar, le da una magia especial, por eso no se olvida».
Ya más de 12 mil chicos hicieron la promesa, gracias al diploma que el doc les entrega en cada una de sus barrileteadas, como la que se llevará a cabo el próximo domingo 30 de octubre, frente al Hospital de Pediatría S.A.M.I.C. «Prof. Dr. Juan P. Garrahan».
Sosa no planifica el destinatario de sus acciones. La decisión surge espontáneamente, de una manera muy especial: simplemente «se lo trae el viento». «Cuando termino una barrileteada, espero señales para la del año próximo», aseguró Ruben, para quien «cada uno es su proyecto. Si no tenés un proyecto, no sos».
La convocatoria de este año es por los chicos autistas, como en otras oportunidades fueron niños ciegos, con leucemia o con capacidades diferentes.
En esta oportunidad, Sosa tiene el firme objetivo de conseguir 1 millón de firmas -ya se juntaron 400.000 para que se modifique la Ley 24901 que se refiere a la discapacidad, por el tratamiento de TGD (trastorno generalizados del desarrollo), una patología del espectro autista.
Bajo un mismo cielo, todos.
Esa fue la consigna del Doctor Sosa en una de las campañas en la que cruzó la Cordillera de los Andes junto a los chicos de la fundación ACCaDi (Actividades Comunes a Capacidades Diferentes), demostrando que la «discapacidad» es una condición muy relativa.
Creían que estaba loco, pero lo hizo. Es que nada es imposible cuando se tiene la vocación -y la convicción- que posee Ruben. En todos estos años, Sosa enfrentó varios desafíos, pero remontando ilusiones, salió siempre airoso.
¿Cómo explicarles a los pequeños un tema tan sensible como el de la donación de órganos? Sencillo. Junto al barrilete se pegaba una carta para un amigo «sin rostro» y luego de remontarlo, había que cortar el hilo Entregarlo al viento para que otro chico lo pueda usar.
Otras de las acciones del Doctor Sosa se fundamentan en la ecología. «Los chicos pueden tomar conciencia de la ecología viendo a los pingüinos empetrolados por la televisión, o comprándose una remera de Greenpeace. Pero si plantan un árbol están contribuyendo activamente con el medioambiente», resaltó el médico, que creó el Proyecto LAURA (Los árboles urgente reclaman ayuda), una acción para forestar los terrenos que rodean la laguna La Saladita y fomentar en los chicos la ecología.
Según contó Sosa en la intimidad, ese proyecto se llamó así, en homenaje a una hija que perdió en el año 98, «porque era una forma de multiplicar su nombre» y llenar el vacío que su ausencia le había provocado.
Otro desafío que el doc se autoimpuso fue el de conseguir libros para chicos que no tenían recursos. «En realidad lo que estaba tratando de decir era que sin educación estamos perdidos. El metamensaje es otro. No termina en el barrilete, o en las firmas que juntamos para que se trate una ley», aclaró, contundente.
Hace unos años, se le ocurrió donar libros a un maestro de la comunidad wichi, oriundo de la localidad de Misión La Paz, en Salta. Y pensando el acercarle 4 mil, terminó llevándole una biblioteca catalogada con 10 mil ejemplares. En el momento de emprender el viaje de 2200 km hacia el norte, se encontró con un amigo con quien alguna vez había plantado árboles, que en ese mismo momento se estaba yendo, a idéntica distancia pero hacia el sur, a trabajar como maestro rural en Los Antiguos, provincia de Santa Cruz.
Enseguida Rubén captó el mensaje y supo que pondría en marcha otra linda locura. Al tiempo su amigo lo llamó, diciendo que se había incendiado su escuela y hacia allí partió Rubén con 27 mil libros.
Una vez que completó la etapa número dos de su misión, pidió un mapa y trazó una línea perpendicular sobre el tercio superior de ese eje norte sur que ya había recorrido y entendió que le quedaban dos postas: al oeste, Calingasta (San Juan) y al este, Villa Paranacito (Entre Ríos). Allí dejó 25 mil y casi 50 mil libros, respectivamente, para completar «la cruz del sur de la educación».
Y como le siguieron llegando libros, ya tiene pensado organizar otra biblioteca en la Casa Cuna.
De entre los recuerdos inolvidables, Rubén mencionó la experiencia en geriátricos, con ancianos que tal vez no recordaban a sus parientes, pero no habían olvidado cómo hacer barriletes O el año que cambió barriletes por juguetes bélicos.
Hoy, con gran expectativa para este domingo, el Doctor no olvida aclarar una cláusula infaltable que ha instaurado en sus barrileteadas: «Aquí nada se compra y nada se vende. En ese espacio no hay intereses particulares pero se logran todos los objetivos. Es solidaridad pura. La gente viene confiada porque sabe que aquí su solidaridad no se usa».
Con la tranquilidad espiritual del trabajo realizado, el Doctor Ruben Omar Sosa resume lo que siente en cada barrileteada: «Ese día, soy uno de los tipos más felices del mundo», finalizó.