Dos cuentos breves

Ahora, que la Literatura ha puesto de moda las “Minificciones”, es decir los “Cuentos Breves”, aquí van dos ejemplos de ingenio, de alta poesía, de verdades reveladas gracias al talento de sus autores.
Enrique Mariscal y Mario Benedetti, para gozar ampliamente con la lectura de estos textos muy buenos.

Roberto Díaz

“El Corcho”

Hace años, un inspector visitó una escuela primaria.

En su recorrida observó algo que le llamó la atención: una maestra estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían un gran desorden; el cuadro era caótico.

Decidió presentarse:

“Permiso, soy el inspector de turno …¿Algún problema?”

“Estoy abrumada señor, no se qué hacer con estos chicos… No tengo láminas, el ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles …”

El inspector que era un “Docente de Alma”, vio un corcho en el desordenado escritorio, lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:

¿Qué es esto? ” Un corcho señor “…gritaron los alumnos sorprendidos.

“Bien, ¿De dónde sale el corcho?”.

“De la botella señor. Lo coloca una máquina…”, “del alcornoque… de un árbol”… “de la madera…”, respondían animosos los niños.

“¿Y qué se puede hacer con madera?”, continuaba entusiasta el docente.

“Sillas…”, “una mesa…”, “un barco! “. Bien, tenemos un barco.

¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito?

Escriban a qué provincia argentina pertenece.

¿Y cuál es el otro puerto más cercano?
¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar? Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc.

La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:

“Señor nunca olvidaré lo que me enseño hoy. Muchas Gracias.”

Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra.

Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden…

“Señorita… ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí? Sí señor ¡Cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?”.

Enrique Mariscal

De ” Cuentos Para Regalar ”

El sexo de los ángeles

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los
hombres y las mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los
ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor,
quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien
los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos ( por la mera razón de que
carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir, con
las adecuadas.
Así, cada vez que ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos
transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el
intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si ángel, para abrir el fuego dice : “semilla”, Ángela, para atizarlo
responde: “surco”. Él dice “alud”, y ella, tiernamente: “abismo”.
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como
copos.
Ángel dice : “madero”. Y Ángela: “caverna”.
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de
la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue
silabeando su amor.
Él dice “manantial”. Y ella “cuenca”.
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de
nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: “estoque”, y Ángela, radiante: “herida”. Él dice: “tañido”, y
ella: “rebato”.
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los
cúmulos, los estratos y los nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el
amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

MARIO BENEDETTI

Un texto de Claudio Simiz

Vieja

Vieja
Casi medio siglo juntos
Y ahora se me va
Sin que yo haya aprendido
La fórmula de ese filtro infalible
Contra la soledad
El secreto de cómo desensillar
De amaneceres turbios
Sobre espinas feroces como cráteres
O ese pase torero para esquivar
El búmeran de la melancolía.

Usted regaba sus plantitas
Con un beso me tomaba la fiebre
Y le contaba a mi desesperanza
Mi versión preferida del Patito Feo
Esa del chico mudo que amaneció campana
Porque tenía un mundo cantándole en el pecho.

Claudio Simiz
(extraído de la revista “Letras Rojas” de Moreno
que dirige Marcos Rodrigo Ramos)

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