Domingo de Ramos en la Catedral de Avellaneda-Lanús

Una multitud se dio cita ayer domingo por la mañana en la Plaza Alsina, corazón de la ciudad de Avellaneda, para celebrar con alegría y fe el Domingo de Ramos, puerta de entrada a la Semana Santa. A las 10 en punto, bajo un cielo claro, un sol brillante y una temperatura amable, el Pueblo de Dios -familias, jóvenes, adultos mayores, vecinos de la ciudad- se congregó con sus ramos en mano para participar de la tradicional bendición, dando inicio a la celebración.

 Tras la bendición de los ramos, los fieles iniciaron la procesión hacia la Catedral, atravesando el renovado pórtico, embellecido gracias al esfuerzo de la comunidad que lo restauró con esmero por tratarse de un templo jubilar. El recorrido, animado por cánticos y oraciones, se convirtió en una verdadera manifestación de fe jubilar. El templo se colmó rápidamente, y centenares de personas acompañaron la celebración desde las puertas, en un clima de reconocimiento, pero también de alegría y esperanza compartida.
 La Misa fue presidida por el Padre Obispo Marcelo (Maxi) Margni y concelebrada por el párroco de la Catedral, el Padre Gabriel Favero, junto al diácono Alberto Silva. Más de una decena de servidores y ministros asistieron la liturgia, fruto de una preparación minuciosa llevada adelante por toda la comunidad parroquial, que trabajó con entrega y compromiso para que cada signo de la celebración hable por sí mismo: la ambientación, los ramos, los cantos.
 Durante la homilía, el Padre Obispo ofreció una reflexión que conmovió profundamente a los presentes. Se detuvo especialmente en la mirada de Jesús, tal como aparece en la Pasión según San Lucas. “Esa mirada que no juzga, no condena, sino que se detiene con compasión. Es la mirada que alcanza a Pedro en el momento de su negación y lo transforma. Una mirada que no humilla, sino que levanta”, expresó con voz firme y serena.
 Con sensibilidad pastoral, el obispo no esquivó las sombras del presente: “Estamos muchas veces dormidos, cansados de tristeza, como los discípulos en Getsemaní. La tentación del odio y de la violencia está cerca… Pero también está cerca Jesús, que nos mira con amor, aún cuando lo hemos negado”.
 Uno de los momentos más impactantes de la homilía fue cuando citó las palabras de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. A lo que agregó: “El perdón no es una recompensa para los que se portan bien. Es un acto gratuito de amor. Jesús no espera que cambien para perdonar. Él ama primero. Él perdona primero. Eso cambia la historia”.
 La Misa concluyó con la invitación a la Semana Santa que realizó el Padre Gabriel, repasando el programa, muy bien preparado; el pueblo agradecido escuchaba con atención. Con la Bendición Final y el acostumbrado saludo cariñoso del Obispo a la Virgen de la Asunción, entre abrazos, rostros emocionados y una fe renovada, los fieles comenzaron a dispersarse con sus ramos bendecidos, llevando consigo no solo el símbolo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, sino también una certeza: que la mirada del Señor, compasiva y transformante, sigue hoy posándose sobre su pueblo.
Así comenzó la Semana Santa en Avellaneda-Lanús, con un pueblo que camina como peregrino de esperanza, acompañado por su obispo en este año jubilar, y con el corazón dispuesto a vivir el misterio pascual buscando una vida renovada.

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